La discusión
L
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a fiesta de Cassie
continuó con una pelea de globos de agua. Allí en el jardín perdí la noción del
tiempo y solo me dejé llevar por las risas y gritos. Me sentía tan bien rodeada
por mis amigos que realmente creí que siempre había sido así.
Tras
eso nos cambiamos y nos sentamos todos en un corro, charlando. La voz de Alison,
otra de mis amigas, sobrepasaba las demás cuando la interrumpieron.
De
repente apareció la madre de Cassie y sonrió a todo el grupo.
-¿Cómo
estáis, chicos? –preguntó alegremente. Como todos contestaron “Muy bien” añadió
–: Me alegro. Y Kat –dijo, ahora dirigiéndose solo a mí –,han venido a
buscarte.
¿Qué?
No podía ser. Me invadió el pánico. Habían venido a buscarme, y eso solo podía
significar una cosa: estaba en el lío más grande de mi vida y no tenía
escapatoria alguna. El corazón me bombeaba con fuerza y el miedo se apoderó de
mí. Todo era demasiado confuso para poder comprenderlo ¿Qué había fallado? ¿Por
qué estaban mis padres aquí?¿Qué hora era? Intenté mantener la expresión
tranquila, a pesar de que por dentro
estaba siendo devorada por la aprensión y gritaba socorro por mucho que supiera
que no tenía ninguna posibilidad de huir. ¿Cómo me habían encontrado? ¿Qué
haría ahora?
-Les
dije a tus padres que pasasen, pero dijeron que tenían prisa y te vine a
avisar. –dijo la señora McCully, ajena a la guerra disputada en mi interior.
-Ah,
de acuerdo –me sorprendí por el tono de mi voz, ya que reflejaba una
tranquilidad que en realidad no sentía. Me levanté de la hierba y noté el
ligero temblor de mis piernas. La adrenalina corría por mis venas provocándome
una incómoda sensación me impedía pensar con claridad. –Bueno, pues me voy.
Adiós, y felicidades, Cassie.
La
señora McCully me acompaño a la entrada, donde mi madre esperaba sacudiendo
ligeramente la pierna, cosa que hacía siempre que se enfadaba o le preocupaba
algo. Me alegré de que fuese ella la que se había bajado del coche y no mi
padre, que sería capaz de pegarme una bofetada delante de la Sra. McCully y
luego marcharse agarrándome de un brazo sin dar explicación alguna. Nos
despedimos de Susan y bajamos las escaleras del porche en silencio. En
cuanto la Sra. McCully cerró la puerta y estuve segura de que no escuchaba,
cogí una gran bocanada de aire y comencé a hablar:
-Mamá,
lo siento, pero es que… yo… yo… -tartamudeé. ¿Qué debía decir? No era capaz de
pensar con claridad y mucho menos de hablar. Sabía que había hecho algo malo.
Es decir, escaparme de casa ya era malo de por sí y, si por encima le sumamos
mis, digamos, “circunstancias especiales” la cosa no podía estar peor –Por
favor, sé que no debí hacerlo pero…
-No
digas nada, cielo, lo hablaremos en casa. ¿De acuerdo? –dijo mi madre con voz
tranquila y clamada. No parecía enfadada, por lo que supuse que lo de la pierna
era más por preocupación que por enfado. Además me había llamado cielo. Eso era
algo bueno ¿no?
Mi
madre me miró y me sonrió. No estaba enfadada. Mamá nunca se enfadaba conmigo
por ese tipo de cosas. Siempre era ella la que me defendía ante mi padre cuando
yo no podía hablar por mí misma.
Pero,
aun sabiendo que contaba con el apoyo de mi madre no me relajé.
Entramos
en el coche. Mi padre estaba situado en el asiento de conductor, con las manos
apretando el volante con fuerza y una mueca de claro enfado pintada en la cara;
detrás de él, se encontraba mi hermano con su habitual cara de póquer,
inescrutable, insondable. Con los brazos cruzados sobre el pecho y los mechones
de pelo negro cayéndole sobre la frente. Mi madre se acomodó en el asiento del
copiloto y yo me senté en asiento trasero, tras mi madre.
Me
encogí en el asiento, deseando hacerme más y más diminuta, hasta que fuese
imposible verme. Las lágrimas amenazaban con caer por mis mejillas, pero no
permitiría que delataran el miedo que sentía en aquel momento. Parpadeé con
fuerza para obligarlas a marcharse y vi que mi hermano me miraba por el rabillo
del ojo, así que me concentré en mirarme los zapatos.
Nadie
dijo nada en todo el camino el único sonido que se escuchaba era el suave
rugido del coche y el repiqueteo de la pierna de mi madre contra el suelo del
coche. El trayecto se hizo eterno y la presión aumentaba por segundos, de modo
que, aunque nadie dijo nada era como si todos estuviesen chillando con fuerza
cosas ininteligibles e incoherentes que expresaban los sentimientos más profundos.
No cabía duda de quienes serían los que gritarían con más fuerza: yo, por el
miedo, la rabia y el resentimiento; y mi padre, por la cólera que acumulaba
hacía mí desde el día en que nací.
Tras
esos insoportables minutos de tensión, llegamos a casa. Observé la casita
amarilla, rodeada de un jardín bien cuidado y un pequeño huerto a un lado.
Tragué saliva con fuerza y salí del coche encogiéndome ante lo que me esperaba
después de aquello. Mi padre me dirigió una mirada de ferocidad que lo decía
todo. Suspiré y caminé con la cabeza gacha hasta la puerta de entrada. Una vez
dentro me dirigí hacia mi habitación, pero entonces mi padre dijo, con voz de
evidente enemistad:
-Tú,
al salón. –Fue directo y seco, y casi se podía palpar la cólera.
Temblé
de arriba abajo. Ya no se podía dar vuelta atrás, yo me lo había buscado y
sería yo la que cargaría con las consecuencias. Pero tenía tanto miedo… no
sería capaz de enfrentarme a mi padre sin que me pudiese el pánico. Me sudaban las palmas de las manos y me
escocían los ojos a causa de las lágrimas
a las que yo impedía derramarse.
Por primera vez en mi vida, el miedo hacía mi padre se había salido de lo
corriente, al igual que mi travesura, si es que se le puede llamar así.
Me
dirigí al salón y me acurruqué en un lado del sofá de la esquina deseando
desaparecer. Pero no desaparecí. Me quedé allí, encogida a un lado del sofá,
sin otro remedio que aceptar lo que se me venía encima. Sentada e intentando,
inútilmente, mantenerme fría y con la cabeza en sus sitio. Pero, ¿para qué? De
todos modos ya sabía que mi padre acabaría conmigo justo en el instante en que
entrase por la puerta del salón. Aún así yo tenía un orgullo demasiado grande
como para admitir que mi padre podría conmigo.
“¿A
quién pretendes engañar con esto, Kat?” –Preguntó una vocecita en lo más
recóndito de mi cabeza –“.Estás acurrucada en una esquina del sofá y con los
ojos llenos de lágrimas. ¿Cómo pretendes que no se den cuenta de que estas
muerta de miedo? Todo lo que sientes por dentro lo expresas por fuera de modo
involuntario.”
Supuse
que esa suave vocecilla que resonaba débilmente en mi cabeza sería la minúscula
parte de inteligencia que consiguió sobrevivir a todas mis estupideces. ¿Por
qué razón he dejado de lado a esa minúscula parte de suspicacia alejada de mí?
¿Por qué he apartado la única parte de mí que podría haberme ayudado en esos
momentos? Suspiré y agaché la cabeza cuando mi padre entró por la puerta.
Miré
a mi padre sentarse en el sofá situado en frente al que yo me encontraba. Estaba
tenso, eso se podía apreciar con facilidad. Tenía los labios tan fruncidos que
su boca se había reducido a una fina línea. Sus ojos de color gris azulado
estaban entrecerrados, sus manos grandes y fuertes se habían convertido en
puños.
Mi
madre entró detrás de él y se acomodó en el borde del sofá en el que se
encontraba mi padre con expresión preocupada; su pierna todavía golpeaba contra
el suelo, pero de forma más suave ahora. Cuando ella se quedó quieta me percaté
de que mi hermano se había apoyado en el marco de la puerta del salón y miraba
con expresión… ¿interesada? Las comisuras de sus labios estaban elevadas en una
pequeña sonrisa pícara y despiadada. No entendía por qué le hacía tanta gracia
que yo me metiese en líos, sería de suponer que pudiese entender mi punto de
vista, ¿acaso a él no le gustaría estar más tiempo con sus amigos? Supuse que
el estar tanto tiempo con papá le había convertido en un ser frío y cruel.
Volví
la cabeza para enfrentarme a la mirada de mi padre y me arrepentí de haberlo
hecho tan pronto como sus ojos y los míos se encontraron. Me miraba con tal
recelo…
Papá
cogió una pequeña bocanada de aire. Era hora de ser castigada por lo que había
hecho.
-¿Quién
te crees que eres? –comenzó con voz enfadada y alta, casi gritando. La sangre
se me congeló en todo el cuerpo y sus palabras me sonaban en los oídos como un
fuerte rugido atronador –No puedes ir por ahí jugando a ser Dios, Kat. Sabías
perfectamente que hoy había entrenamiento y también que está estrictamente
prohibido saltárselo. ¿Quién te consideras para ir por ahí de fiesta en lugar
de cumplir con tus obligaciones? No sé tú, pero yo no te considero
la persona con más derecho a tomarte un día libre.
Estallé.
Las lágrimas no podían permanecer en mis ojos durante más tiempo y los sollozos
acumulados en mi garganta se negaban a permanecer allí encerrados. Pero mis llantos
eran en ese momento por rabia. Y, a pesar de todas las emociones que sentía en
ese momento conseguí encontrara un hilo de voz para poder defenderme.
-¡No
puedes privarme toda la vida de ser libre! ¿A caso pretendes que pase toda la
vida entre adiestramientos, parando únicamente para comer y dormir? ¡No puedes
hacerlo! –Mi voz sonaba temblorosa pero lo suficientemente alta como para
expresar mi enfado –No importa lo sea o lo que deje de ser. Aunque sea ángel
también soy persona. ¡Tengo una vida! Necesito estar con gente con la que pueda
relajarme y no estar siempre pensando en mejorar mis habilidades ¡Soy humana!
¿Sabes una cosa? ¡Me importa un bledo lo que quieras que sea! ¡Estoy harta de
controles mi vida como si yo fuese tu perrito! ¡No permitiré que tú…!
No
vi la mano de mi padre venir hacia mi cara hasta que ya era demasiado tarde. Me
golpeo con fuerza en la boca para que me callase. No me dio con mucha fuerza, pero sí con la suficiente para hacerme daño.
-¡Ahh!
–grite yo, en parte por el dolor y en parte por la sorpresa. Me llevé la mano a
la cara y toqué con suavidad. Hice un poco de presión sobre el labio inferior y
un dolor punzante se extendió por toda mi boca provocando un leve ardor en
donde apoyé los dedos –Arg –murmuré a modo de protesta mientras pasaba la
lengua por el labio.
-¡Kevin!
–exclamó mi madre mientras se situaba a mi lado. Miró a mi padre con
desaprobación –Ve a tú habitación, cariño –me susurró.
Me
levanté del pequeño sillón y apresuré el paso hacia mi habitación. Al pasar por
delante de la puerta del salón mi hermano me lanzó una mirada divertida y de
superioridad y se rió por lo bajo, de modo que mis padres no lo escucharon.
-Te
odio –murmuré yo cargando cada palabra de rencor. ¿Qué le había hecho yo para
que disfrutase con mi sufrimiento?
-Yo
también te quiero, hermanita –contestó él con sarcasmo.
Entré
en la habitación con el corazón latiéndome con fuerza detrás de los oídos. Me
deje caer bocabajo en la cama y cerré los ojos. No sé en qué momento de la
pelea había dejado de llorar, pero en ese momento volvía a hacerlo.
muy pero que muy entretenido, pero ahí al final no quedaría mejor un: "el sentimiento el mutuo, hermanita" yo creo que con eso lo bordabas ;D
ResponderEliminarMuchisimas gracias por los comentarios,eres un cielo :) Tendré en cuenta tu opinión ;) De verdad, te agradezco mucho que opines, no puedo parar de sonreír con esas cosas tan adorables que me dices. Si alguna vez haces una cuenta Google espero que te suscribas, pero mientras tanto espero seguir recibiendo tu opinión.
EliminarBesos
Vale, intentaré hacerme una cuenta de google, y me suscribo :)
ResponderEliminara ver si puedo, soy bastante inútil para esas cosas jaja!
Pero haber,a tipa q é,un angel???Daquela pode volar non???Bueno,ti taste facendo unha mezcla entre unicornios e eso todooo...q nn vexas.Bicos :)
ResponderEliminarNoe :)
Como que me esperaba que ella sea un ángel y a la vez no... pero hay algo que no entiendo... ¿ella es un híbrido? Porque en un momento se trata a sí misma de ángel, y después, de humana. Y su padre es un hijo de puta, eso quedó claro.
ResponderEliminarEstá interesantísima, en serio.
Wow! "aunque sea angel también soy persona" en ese momento todos pensando "Ahhhh!" y encajando las cosas poco a poco. Me encanta :)
ResponderEliminarHola Laura!
ResponderEliminarMe gusto muchísimo este segundo capítulo :). Aunque estuvo cargado de tensión debido a la discusión, y los momentos de espera. La protagonista me ha recordado a mi misma cuando se defendió, debido a que yo también casi siempre termino llorando por impotencia e incomprensión.Espero que este lío pronto se resuelva, aunque lo dudo. Y al hermano que le ocurre? Qué clase de persona se ríe cuando una persona que "quiere" está sufriendo O.o
Te seguire leyendo :D.
Cuídate!
¡Hola otra vez! :)
ResponderEliminarMi comentario ahora será un poco menos grande, ya que he tratado los aspectos generales, y a partir de ahora me limitaré a añadir cosas :) A ver...
Bueno, me esperaba que fuera un ángel, aunque tengo curiosidad por saber si es un híbrido o algo así, cómo es que está viviendo en la Tierra y de qué trata este entrenamiento, a pesar de que ya me lo figuro (he leído demasiado jajaja).
Su padre... un gran gilipullo, pero no me cae del todo mal. El hermano, en cambio... A ese lo odio xd Y a su madre se le coge un rápido cariño. Supongo que todos queremos que alguien esté ahí, demostrando un cariño incondicional y que nos defienda siempre.
Más cosas. Me ha encantado cómo has descrito los momentos de tensión en el coche, parecía hasta real. ¡Ah! Y un último asunto: las erratas. He visto esta, y te la pongo aquí para que la veas^^ Es algo normal, y esta es del tipo que apenas se ven si no te fijas, porque el cerebro tiende a pasarlas por alto: "en lugar de cumplir de cumplir". Está donde Kevin le echa la bronca (qué digo, broncaza xd) a Kat.
Espero serte de ayuda^^ Un saludo,
Unlimited World
Ua, que padre más duro. Me pregunto a qué vendrá tanto resentimiento, y porqué el hermano de Kat es así con ella. Me encanta la forma que tienes de describir las situaciones y transmitir los sentimientos de la protagonista, así como ese padre enfadado que me ha dado miedo hasta a mí ^^.
ResponderEliminarDe esta escena me acordaba jajaja. Me ha encantado, me gusta mucho revivir tu historia. Eres una escritora genial :)
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