Ciclamor
N
|
athan tomó asiento a mi
lado en el autobús.
-¿Cómo va la cosa?
–susurró con voz cariñosa, acariciando mi mano.
Hizo un gesto con la
cabeza para señalar un lugar que se encontraba detrás de nosotros. No fue
necesario que me girase para saber a qué se refería. Era perfectamente
consciente de que Cassie se encontraba tres filas más atrás, al lado de la
ventanilla, con un libro a mano para entretenerse si Alison decidía echarse una
siesta.
-Ayer
me evitó durante todo el día y hoy sigue por el mismo camino, ¿cómo crees que
va? –suspiré.
No
la culpaba por evadirme. Yo había echado abajo las bases de lo que consideraba
real y lo que no. Seguramente en ese momento se estaba planteando cosas que una
semana atrás consideraba estupideces, locuras.
Apoyé
la cabeza en el cristal y me sumí, como de costumbre, en una bruma de
pensamientos. Ideas, recuerdos y sentimientos se entremezclaron en mi cabeza,
formando un huracán de sucesos catastróficos. Y yo estaba en el ojo de este; yo
era el ojo, la causante de todo.
Nathan
respetó mi mutismo con paciencia, rompiéndolo únicamente cuando llegamos al
jardín botánico, tras más de una hora de viaje.
Salimos
del autobús y entramos en el recinto. Por suerte, hacía sol y se estaba bien al
aire libre, exceptuando el ligero detalle de que, a parte de mi revolución
mental, estaba empezando a dolerme la cabeza. Parpadeé un par de veces para
evitar la niebla que se empezaba a manifestar en mi mirada y me repetí que las
cosas serían como tuviesen que ser.
Nathan
estuvo a mi lado toda la mañana, preguntándome si me encontraba bien. Le
sonreía, le decía que sí y disimulaba que mentía. No quería que no se lo pasase
bien por mi culpa.
El
barullo general que me rodeaba, no hacía sino hacerme sentir más mareada, pero
logré diferenciar la voz de la guía diciéndonos que la siguiésemos. Nos condujo
por un camino largo hacia una sección con árboles de colores vivos y olores
intensos.
Respiré
profundamente un par de veces para disfrutar la agradable mezcla de olores y
aclarar un poco mi cabeza. Apenas tuve medio segundo para apreciar los
olores antes de que me atacasen las náuseas. Con un esfuerzo sobrehumano
conseguí contener los vómitos y levanté la cabeza aturdida.
-Kat,
¿te encuentras bien? –Nathan, mi gentleman
particular, se acercó a mí y me
levantó la cara para mirarme a los ojos.
Por
el rabillo del ojo vi una figura conocida que se acercaba tambaleante hacia mí.
-¿Isaac?
–murmuré con voz ronca.
Mi
hermano llegó a mi lado y agarró mi brazo con firmeza.
-Nos
vamos –dijo simplemente. Su voz sonaba incluso más ronca que la mía y era obvio
que se esforzaba en contener las arcadas.
Lancé
una mirada a Nathan, que asintió y me dejó ir, dirigiéndome una mirada
preocupada.
Mi
hermano y yo nos alejamos de aquel camino y, mientras caminábamos, nuestro
malestar se hacía más y más patente. Llegamos, por fin, a un edificio de un
solo piso, pero bastante ancho. A duras penas, nos precipitamos dentro, apoyados
el uno en el otro. Las fuerzas de mi hermano acabaron por ceder y cayó al
suelo, arrastrándome a mí con él.
Se
convulsionó en el suelo y yo, tosiendo, conseguí levantarme y arrastrarle al
lavabo más cercano. Le mojé la cara con agua y le ayudé a beber. Vomitó dentro
del váter, cosa que casi provocó que yo vomitase
también y, finalmente, se incorporó.
-¿Qué
nos ha pasado? –inquirí, sintiéndome mejor.
-Ciclamor
–respondió -. La zona a la que te llevaban, y a la que me llevaron, estaba
infestada de ciclamor. De hecho, creo que hay ciclamor repartido por todo el
jardín botánico. No sé, hermanita… Esto es muy raro.
Salimos
del baño y nos sentamos en un banco que encontramos por los enrevesados
pasillos del edificio.
Tras
unos diez minutos de descansar en silencio, una mujer dobló la esquina con paso
relajado. Nos miró y nos dirigió una sonrisa, luego se paró y, apoyando a un
lado del banco las toallas que cargaba,
nos dijo:
-Hola,
chicos. ¿Os encontráis bien? Tenéis mala cara…
-Una
alergia –interrumpió mi hermano -, y de las fuertes. Debe de ser habitual por
aquí, ¿verdad?
-No
sabes cuánto… -respondió la mujer. Luego, mientras recogía las toallas dijo -:
Venid conmigo, tal vez en enfermería haya algo que os pueda servir.
Pensé
en rechazar la oferta, porque dudaba que los medicamentos normales me hiciesen
efecto ahora, pero acabamos por aceptar.
Entramos
en una pequeña sala con una camilla y numerosas alacenas que, supuse, estaban
llenas de medicinas. Mientras la mujer disolvía unos polvos en dos vasos de
cristal, analicé sus rasgos. Tenía el oscuro cabello recogido en un moño alto,
del que se soltaban un par de mechones. Tanto los ojos como la boca semejaban
más pequeños de lo que realmente eran a causa de la gran nariz aquilina que se
situaba en el centro de su cara. Era joven y guapa, en cierto modo, incluso
teniendo la nariz grande.
Pero,
a pesar de la mirada maternal y la sonrisa dulce, había algo de ella que me
hacía desconfiar.
Nos
tendió nuestros respectivos vasos y yo observé el mío con desconfianza. Olisqueé un momento y el mareo me invadió.
Y
luego todo pasó muy rápido. Lancé mi vaso a un lado y arranqué el de mi hermano
de sus manos. Algo así como “Maldita niña” se escurrió entre los labios de la
mujer y supe lo que haría antes de que lo hiciese, así que desplegué mis alas
al mismo tiempo que ella desplegó las suyas, negras como la noche.
En
un impulso suicida, me abalancé sobre la
mujer, aprovechando la sorpresa que sintió ante mis alas. Esa fue la primera vez que sentí en primera
persona el impulso asesino. Me habían hablado de ello, de cómo tus músculos se
preparan para luchar, de cómo tus sentidos se agudizan, de cómo tus dientes se aguzan,
de cómo tu sentido común desaparece, siendo sustituido por el instinto.
Cuando
mi hermano consiguió deshacerse del aturdimiento que le invadía y asimilar la escena que se estaba desarrollando ante sus ojos, se lanzó sobre el
ángel negro.
No hubiésemos
tenido mayor dificultad para vencerla de no haber estado bajo los efectos del
ciclamor. Éramos dos arcángeles contra un ángel, pero dos arcángeles
moribundos.
La
mujer se ensañó con mi hermano y vertió uno de los vasos que yo había dejado en
una encimera cercana sobre la cabeza de Isaac. Él soltó un chillido desgarrador,
proveniente de sus entrañas.
Desesperada
por ayudarle, di un fuerte tirón del pelo de nuestra adversaria, lo que hizo
que se girase y centrase su atención en mí. Me había convertido en su nuevo
objetivo y tenía que conseguir apartarla de Isaac, de modo que eché a correr
por los pasillos, con la adrenalina invadiendo mi cuerpo. No conocía ese
edificio y escogía el recorrido por puro azar. Y el azar no estuvo de mi lado
porque terminé por llegar a un pasillo sin salida. Escuchaba los pasos de mi
contrincante a unos metros por detrás de mí y supe que tendría que enfrentarme
a ella. No había ningún lugar por el que pudiese huir.
Me
volví, lista para la lucha y vi su mirada asesina recorrerme de arriba abajo.
La
lucha fue corta y su resultado, deprimente. Tras forcejear durante unos
minutos, consiguió inmovilizarme contra el muro y, cuando se esforzó por sacar
algo de su enorme bolsillo, tuve el presentimiento de que ese sería mi último
aliento. Me esperaba cualquier cosa: una pistola, una navaja, incluso una
piedra para aporrearme. Por lo que, cuando sacó un pañuelo húmedo, mi sorpresa
fue notable.
Lo
acercó a mi rostro y de algún modo supe que era cloroformo. No sabía mucho de
él, solo lo que aparece en las películas, pero me esforcé en aguantar la
respiración. De no haber estado tan cegada por la ira, el miedo habría estado
patente en todo mi ser.
Mis
pulmones comenzaron a reclamar aire, mi cerebro estaba demasiado confuso como
para pensar una manera de sobrevivir y la desesperación comenzó a atacarme al
ver la inconsciencia a escasa distancia de mí.
De
repente escuche un golpe y la férrea presión que me había paralizado se aflojó,
dejándome libre. Empujé su cuerpo lejos del mío y respiré el ansiado aire que
tanto había deseado ese último minuto.
Busqué,
confusa, la razón de mi liberación y lo único que vi fue a Cassie ante mí, sosteniendo
una gruesa barra de madera entre sus
manos temblorosas.
Wow, me ha encantado.
ResponderEliminarQuiero leer ya el siguiente capítulo para ver quien era esa mujer y por qué les ataca y saber por qué había ciclamor en el jardín botánico.
Y también esta lo de Cassie. Qué maja, que va a ayudarles :)
Este capítulo ha sido simplemente genial.
OMG! Qué ganitas tenía de capítulo y este.. ha sido realmente genial!!
ResponderEliminarNathan es un encanto con Kat jeje!
Lo del ciclamor y lo de la pelea ha estado bff! Súper interesante. La verdad es que pensé que iba a hacerle algo a Kat, pero menos mal que Cassie estaba ahí para defenderla. Si es que sabía que al final, una mejor amiga siempre está ahí!
Bueno, que Me ha Encantado! Espero el próximo con muchas ganitas!!
Besitos :)
Bieeeenn, sabía que Cassie no la podía dejar sola así como así. Y sí, Nathan es... Nathan xD
ResponderEliminarGran capítulo :D
:O Qué fuerte. Me ha sorprendido mucho Cassie, ¡así se hace^^!
ResponderEliminarmenos mal que Cassie estaba allí!!! que mal lo de la mujer esa!! y lo del ciclamor, a ver si ahora va a estar eso por todos lados.. que mal!!
ResponderEliminarestuvo muy interesante!! ^^
sigue así!
un besoo
Parece que alguien sabía que iban a ir al botánico... de otra forma, no hubieran puesto tanto ciclamor, ¿no? y lo del ángel.
ResponderEliminarMe empieza a caer un poco mejor Nathan :). ¡Bien por Cassie! Me hace preguntarme si ella será sólo una humana o algo más... Será cuestión de tiempo enterarme, supongo.
Me encantó el capítulo, a ver qué pasa en el próximo.
me gusta *____* ya tienes una nueva seguidora!
ResponderEliminar¡Me encantó! Menos mal que llegó Cassie :D
ResponderEliminarTe sigo leyendo :D
Ha sido la cosa más emocionante que leo en meses. Como siempre, un capítulo increíble :3
ResponderEliminarMientras leía la lucha entre Kat, Isaac y la mujer no pude evitar comenzar a leer más rápido por la emoción >.<
Y cuando llegó Cassie...bueno, fue genial :) De verdad que me encantó muchísimo ^^
Aposte y gane. Ya se solucionan las cosas con Cassie. Que valiente.
ResponderEliminar