jueves, 10 de enero de 2013

Capítulo 3



 ¿Quién soy?


L
as lágrimas corrían ahora en silencio. Estaba mirando al techo blanco de la habitación. Reinaba el silencio en todo el dormitorio y comenzaba a oscurecer. Llevaba ya cuatro horas en mi habitación tirada en la cama. Me rugían las tripas. Tenía tanta hambre… Pero no saldría ahí fuera por nada del mundo. Bostecé, estaría bien dormir un poco, al menos así  no pensaría en cómo se me retorcía el estómago. Cerré los ojos y en cuestión de segundos el sueño me envolvió en su cálido abrazo.


Era mi décimo cumpleaños.Sentada en el columpio del jardín trasero observaba al sol esconderse tras las montañas. Bostecé y me estiré. Tenía la espalda dolorida de los numerosos vuelos realizados hoy. Mis padres me habían llevado junto a otros ángeles y, aunque no era la primera vez que me juntaban con otros ángeles, esta vez había sido diferente.  Después de todo por lo que había pasado ese día había empezado a preguntarme cosas, cosas que yo, en cierto modo, siempre había sabido que no encajaban. Pero las había ignorado. Hasta hoy. Alguien se sentó en el otro columpio. Levanté la vista sobresaltada y me encontré a mi madre sentada a mi lado. Me observaba con… curiosidad, diría yo.
-¿En qué piensas, cariño? –preguntó ella con una leve nota de preocupación en la voz. Me miró interrogante y añadió –: Estás muy seria.
 Respiré profundamente un par de veces y cerré los ojos. En realidad no tenía nada que perder por preguntar ¿no? Aún a pesar de eso no estaba del todo segura cuando decidí hablar.
-¿Mamá? –titubeé. Ella me miró expectante, aguardando pacientemente mi pregunta. – ¿Quién… Quién soy yo?
Mi madre rió. Pero no le había hecho gracia, era una risita nerviosa. Yo desvié la mirada de su cara y volví a dirigirla a la puesta de sol, notando como me ruborizaba ligeramente. Mi madre recuperó la compostura y noté su mirada  clavada en mi espalda. Ahora fue ella quien suspiró.
-¿Qué pregunta es esa? –preguntó ella con un levísimo indicio de sorpresa por mi pregunta –Tú eres Kat, por supuesto. Mi niñita.
-No –la interrumpí yo con inquietud –.No, mamá. Lo que quiero decir es, ¿qué soy yo? –recalqué cuidadosamente la primera palabra de la pregunta.
Mi madre no rió esta vez. Tardó un momento en contestar y cuando lo hizo pronunció las palabras en susurros inseguros. Ella no quería que la conversación tomase ente rumbo. Le incomodaba hablar de eso.
-Tú… -su voz se quebró y la miré a la cara.
Tenía los labios entreabiertos, con el inferior temblando levemente. Abrió los ojos y yo desvié la mirada hacia el sol que ya casi se había ocultado por completo. Cerré las manos formando puños. Quería respuestas a mis preguntas, tenía la molesta sensación de que no sabía nada sobre mí misma. La ignorancia me resultaba especialmente molesta.
Mamá cogió aire y volvió a intentar pronunciar las palabras:
-Tú eres…
Ahora no era su voz la que fallaba, era mi madre la que no quería pronunciar el final de la frase. Suspiré y le eché una mano:
-Un ángel, eso ya lo sé –afirmé yo, intentando mantener la voz firme y sin inflexiones.
Eso no era nada nuevo para mí. Siempre lo había sido y no era algo que me resultase extraño. Papá lo era y, aunque mamá no, yo sí. Si un humano y un ángel tenían hijos, ellos serían ángeles. Era la especie más fuerte. Sabía perfectamente lo que implicaba que yo fuese un ángel: secretos, mentiras, entrenamientos, cansancio, dolor. Nunca me había acomplejado el hecho de ser diferente de mis amigos, ni tampoco el deber que tenía de ocultárselo. Ningún humano debía saber de la existencia de ángeles. Por supuesto, había excepciones, cómo era el caso de mi madre. Siempre me había parecido normal, tan normal como respirar. Pero tras haber estado hoy con otros como yo, las preguntas habían abrumado mi cabeza, produciéndome una sensación parecida a la jaqueca.
-Pero yo soy distinta –susurré yo mirando al suelo. No lo había preguntado, lo había afirmado. No sabía  por qué era diferente, pero lo era sin duda alguna.
-Kat… –dijo mi madre, y mi nombre sonó como un suspiro en sus labios –Kat, mi amor, claro que eres distinta, pero eso no es nada malo. El hecho de que tú seas un ángel y… Cassie, por ejemplo, no lo sea, no va a interferir en vuestra amistad. ¿Entiendes?
-¿Qué? –pregunté yo. Lo había entendido mal –: No, no es eso lo que quiero decir. Yo… –me temblaba la voz, pero conseguí hablar en susurros entrecortados –Yo soy… distinta a… los otros ángeles ¿no?
Miré a mi madre, esperando la respuesta a la pregunta que tanto me había rondado por la cabeza. Ahora era ella la que miraba la distancia en un completo silencio. Esperé sin hacer ruido y sin moverme ni lo más mínimo. Pasó un minuto, y luego otro. Tras una larga espera mi madre me miró por el rabillo del ojo. Al ver que no me rendía en mi empeño por conseguir la respuesta a mi pregunta soltó un largo y profundo suspiro y volvió la vista al horizonte.
-Sí –susurró y eso fue lo único que dijo.
Pero no era suficiente para mí. Quería obtener respuestas. Necesitaba obtener respuestas. Así que la insté a continuar.
-¿Por qué?
-Pues… depende. ¿Por qué te consideras diferente, Kat?
-Nunca me lo había planteado hasta ahora –comencé –, pero, después de que me llevaseis hoy a ver a otros ángeles… –por alguna incomprensible razón me sentía avergonzada. No conseguía decir una palabra pero entonces otra pregunta se abrió paso en mi cabeza y conseguí encontrar un poco de fuerza para pronunciarla en susurros – ¿Por qué me habéis llevado hoy junto a otros como yo?
-Tu padre considera que te vendría bien pasar más tiempo con ellos, Kat –dijo mi madre en tono distraído.
-No voy a cambiar a mis amigos por ellos –gruñí yo.
-Lo sé.
Cerré los ojos y me deje arrastrar por el recuerdo de esa tarde: Las exclamaciones de admiración a causa de mis enormes alas, el vuelo a través de los arboles en el bosque…
-¿Por qué mis alas no son como las del resto de los ángeles que estaban allí? Es decir, como las  de las chicas.
-¿Qué? –preguntó mi madre sin entender al completo la pregunta –Oye, debes empezar por el principio. 
Me aclaré la garganta y comencé a contarle todo lo que había ocurrido a lo largo de ese día:
-A ver, después de que nos dejaseis con los otros… –ahora era yo la que no conseguía pronunciar la palabra –Con otros como nosotros –dije tras pensarlo un momento –, fuimos al bosque a dar un paseo. Todos desplegaron las alas y cuando yo las saqué… Ellos empezaron a rodearme y a tocarme las alas, como si fuesen algo nunca visto, ¿entiendes? Entonces me di cuenta de que las mías eran mucho más grandes que las de todas las niñas, pero tan grandes como las de algunos de los niños. Además soy más rápida y fuerte que todas ellas pero menos que los chicos de las alas grandes. Y yo ahora ya no sé qué pensar, todos me aclamaban por ser así y yo… yo…
No conseguía hablar. Mi voz se había evaporado, al igual que todo en lo que había creído hasta el momento. Sólo las preguntas se resistían a abandonar mi mente:¿Por qué era distinta? ¿Por qué me lo habían ocultado? ¿Por qué sentía que no me conocía en absoluto? ¿Por qué?
-Mamá –susurré esforzándome por conseguir que no me abandonara ese hilillo de voz –. Mamá, quiero saber todo lo que deba saber.
-Kat –mi nombre salió ronco de su boca, así que carraspeó y me miró a los ojos y yo le mantuve la mirada por una vez. Su voz sonó firme cuando volvió a hablar –. Es una larga historia.
-Me da igual –protesté. No permitiría que se fuese hasta que me lo explicase todo. La miré con terquedad y ella se rindió en su ahínco por evitar contarme la historia.
-Tu padre y yo nos conocimos hace unos veinte años. Él sabía que tenía que mantener su secreto, pero yo no. En aquella época era una joven caprichosa que conseguía todo lo que quería, y quería a tu padre. Poco a poco me fui acercando y conseguí llegar hasta él. Al principio él se negaba a que fuésemos… a que fuésemos más que amigos. Ya conoces a tu padre, su vocación de ángel era siempre lo primero. Pero él sí que me quería –Mamá miraba el borde de las montañas, a lo lejos. Sus ojos expresaban el amor que cargaba sus recuerdos. Sonrió con añoranza –, el problema era que temía no ser capaz de proteger su secreto. Pero el amor siempre gana, ¿no, cariño? Y al final la necesidad de estar unidos venció a su miedo. Dos años después, él me reveló su secreto –se rió ante aquel recuerdo –. Yo no sabía qué hacer, es decir, ¿de verdad sería capaz de soportar el peso de ese secreto? Pero claro que pude. Él mayor miedo de tu padre era que yo lo considerase un monstruo y lo abandonase. Al ver que yo le amaba tanto como para cargar con ese peso junto a él, decidió que era el momento adecuado para dar un paso más y me pidió que me casase con él.
Me gustaba verla sonreír, la hacía parecer más joven.
-Dos años después de la boda nació Isaac. Yo sabía lo que conllevaba tener un hijo con un ángel, pero aún así quería crear una familia. Casi dos años más tarde me quedé embarazada de nuevo.  Los ángeles debilitan más durante el embarazo, pues necesitáis más energía de la madre, pero eso me daba igual –mirando al infinito su cara hizo una mueca. –.Pero luego las cosas se torcieron. Caí enferma a finales del embarazo, y fue en aumento. Llegó a un punto que era tan grande que no podía acudir al médico a causa de que, con todas las pruebas que me realizarían, podrían descubrir nuestro pequeño secreto –dijo giñándome un ojo –. Estuve a punto de morir y el hecho de que tú fueses un ángel no mejoraba mucho las cosas. Una noche el dolor era demasiado fuerte y mi cuerpo demasiado débil a aquellas alturas. Intenté resistir la muerte  porque sabía que si yo moría te arrastraría a ti conmigo. Pero no pude resistir. No tenía miedo a mi muerte, pero sí a la tuya. Y tu padre no estaba dispuesto a dejarnos ir a ninguna de las dos. Así que fluctuó  su energía a mi cuerpo.
-¿Fluctuar energía? –murmuré yo sin entender lo  que mi madre me decía.
-Pasó su energía de su cuerpo al mío. Pero yo en ese momento solo pensaba en una cosa: salvarte. Así que de algún modo yo también fluctué energía, pero a ti. Una vez que tú no necesitaste valerte de mi energía yo me fui recuperando poco a poco.
-Oh. ¿Pero qué tiene que ver eso con el hecho de que yo sea distinta?
-¿Conoces la diferencia entre un ángel y un arcángel? –preguntó mi madre.
-Hay una especie de jerarquía angélica. Los arcángeles son más fuertes y tienen más poderes… –entonces comprendí. Yo era un arcángel y los ángeles de las alas pequeñas no. Pero ¿por qué se habían sorprendido tanto al ver mis alas? Si tan sólo era eso, no entendía la razón de sus caras de sorpresa…
-Pero hay otra diferencia esencial entre las dos cosas –mi madre dudó un segundo y luego soltó todo de corrido como si de esa forma los sentimientos que acarreaban esas palabras también pasasen más rápidamente –. Solo los hombres pueden ser arcángeles.
-Pero yo… – ¿acaso no era yo un arcángel? ¿Acaso no explica eso el porqué de que yo fuese distinta? –Yo creía que yo…
Mi madre asintió y dijo con voz firme:
-Ajá. Tú eres un arcángel. La única chica arcángel posiblemente. La energía que tu padre envió a mi cuerpo colisionó con la tuya y, luego, se fundieron en una sola. Y eso fue lo que te convirtió en lo que eres –su voz era fría y, al ver la mi mirada temblorosa a causa de tales descubrimientos, suavizó el tono y me habló en susurros, como si el hecho de que hablase en voz alta pudiese dañar mis sentimientos. Su voz era compresiva cuando dijo: –¿Comprendes, amor?
Asentí con la cabeza. En  aquel momento me sentía bien, a decir verdad. No me gustaba el hecho de que mi madre hubiese sufrido por mí, pero me gustaba la idea de ser especial. Ahora era eso: especial, no la rarita diferente. Sonreí a la luna, que había sustituido al sol en el firmamento e iluminaba todo con una tenue luz blanquecina.


Me desperté del sueño a las tres de la madrugada. No, del sueño no, del recuerdo. Y, al igual que siempre que lo recodaba, me enfurecí conmigo misma por haberme sentido afortunada por ser como soy. Desde que empecé a darme cuenta de lo que acarreaba ser así (dolor, ante todo), había comenzado a sentirme como una idiota por haber sacado el tema de conversación a mi madre.
“La ignorancia hace la felicidad” Pensé acurrucándome en la cama, pero sin taparme. “Sí, señor, una gran frase”            
      

11 comentarios:

  1. Acabo de leer los tres capítulos y me encanta tu manera de redactar. Te aconsejo a que sigas escribiendo :)!

    ResponderEliminar
  2. Gracias, de verdad. Me alegra mucho que hayas pasado por mi blog, ¡y más que te haya gustado! Subiré el siguiente capítulo dentro de poco :)

    ResponderEliminar
  3. Coincido con Alba, tú manera de redactar tiene tanto gancho como los buenos libros (Crónicas de la Torre, Los Juegos Del Hambre...) y la historia tambien es bonita, creativa.
    De hecho, creo que si alguien me diera este libro escrito en papel, con tapas y todo; no solo me habria creido que estaba publicado ya, sino que lo habría incluido entre mis favoritos.
    Por ahora no le veo defectos :) sigue asi!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias! Ya he dicho muchas veces que los comentarios me hacen sonreir, pero este casi me hace llorar;) Sé perfectamente que nunca podré compararme con grandes nombres como los de Laura Gallego o Suzanne Collins (las adoro a ambas) y no puedes hacerte una idea de lo que significan para mí comentarios como este.

      Eliminar
  4. Si mis comentarios hacen que no dejes de escribir, nunca dejaré de comentar ;D
    tienes talento!!!

    ResponderEliminar
  5. Qué hermoso capítulo... Así que es un arcángel. La madre de Kat es un amor, realmente... hay que estar dispuesto a hacer tanto por un hijo :). Pero me imagino que Kat tiene una vida complicada a causa de sus poderes... aunque estos, espero, le vayan a traer felicidad... porque espero que lo hagan.
    Tu forma de relatar me tiene muy atrapada.

    ResponderEliminar
  6. Toma ahí!!!!Ves como se kero podo ler o teu blog lista :s .Bueno,mola,ta ben,teño q seguir lendo pero esa nena é moi rara fijo.E cando puxeches q solo os chicos podian ser arcangeles,pensei q ela era un neno jajaaj.Bicos NoeLiam ;)

    ResponderEliminar
  7. Hola Laura! Me encantó el capítulo, y debo felicitarte por la gran imaginación que posees, y ahora después de leer este capítulo, puedo decir que el padre de Kat no es tan malo xD. Me gusto muchísimo la explicación que diste sobre el porqué ella es diferente. La madre de nuestra protagonista es adorable, sin embargo, cuando la escucho hablar en mi mente (se entiende no xD), es como sí hubiese mucha tristeza acumulada dentro de ella. Quizá, me equivoque pero eso es lo que siento :)
    Te seguiré leyendo :)
    Hasta pronto!

    ResponderEliminar
  8. Hola de nuevo ^-^

    Creo que este pasa a ser mi nuevo capítulo favorito (wierd, porque solo llevo 3 .-. Pero en fin jajaja). Bueno, que me ha gustado bastante. La verdad es que en algún momento he conseguido meterme de lleno en la historia, así que te felicito.

    No tengo nada que objetar por el momento, pero el nivel de suspense e intriga que había en el primer capítulo ha disminuido con creces, así que te aconsejo que tengas cuidado con eso ^^ Sin embargo, no te preocupes, porque está muy interesante.

    En mi novela, la verdadera acción no empieza hasta el capítulo 7 más o menos, así que... jajaja xD

    Un saludo,
    Unlimited World.

    ResponderEliminar
  9. Oh, así que Kat es una "rarita" esté donde esté.... La fluidez con la que pasas del recuerdo al presente es impresionante ^^ Yo lo he intentando muchas veces, pero al final siempre me veo obligada a utilizar otro tipo de fuente porque me confundo hasta yo!

    ResponderEliminar
  10. Aiis, me encanta la verdadera historia de Kat

    ResponderEliminar

¿Qué te ha parecido? Deja tu opinión, es importante :))