¿Dolor o
paranoia?
N
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o sé por qué lo hice, o
qué pretendía lograr al salir corriendo de la clase, pero lo hice. Me apoyé
contra la pared del servicio de chicas y me restregué las manos mojadas por la cara.
El agua fresca me ayudó a calmarme, respiré un par de enormes bocanadas de aire
y salí del aseo, a sabiendas de que Simon estaba fuera, esperándome. Empujé la
puerta con suavidad y lo vi, efectivamente, aguardando a que me relajase. Mi
amigo levantó ligeramente la cabeza para poder mirarme a los ojos. Le bastó esa
mirada para saber que no me apetecía darle explicaciones en aquel momento, por
lo que me dijo que había vigilado el pasillo y que el profesor todavía no había
llegado. Él seguía hablando, pero yo no escuchaba. Los últimos dos minutos se
le antojaban borrosos a mi mente confundida e intenté ordenar los sucesos:
Después de salir corriendo de clase me había dirigido al baño. Por el camino me
había chocado con Simon y los dos nos habíamos desplomado en el suelo. Yo me
levanté y seguí corriendo mientras que él gritaba mi nombre con un destello de
preocupación en la voz. Pero no paré. Seguí corriendo hacia los lavabos,
impulsada por aquel ataque de repentina locura y pánico, y no me detuve hasta
alcanzar mi meta y cerrar la puerta de un portazo tras de mí, en las narices de
Simon. Jadeaba cuando por fin me apoyé contra la puerta de uno de los cubículos
y cerré los ojos, intentando que la estancia parase de dar vueltas a mi
alrededor. Tras respirar lentamente el aire cargado del aseo, mi mente recuperó
lucidez, pero también hizo que el miedo se hiciese más palpable. No me sentía
segura.
Atravesamos
el umbral de la clase y Simon me dio una palmadita en el brazo antes de ocupar
su asiento. Yo miré con desconfianza el mío, pero caminé hacia allí de todas
formas. No respiré aliviada hasta que miré por la ventana y vi el patio
completamente vacío. Ahora que no podía verle, me volví racional y me pregunté
por qué me había asustado tanto. ¿Qué tenía ese chico? ¿O es que acaso me había
vuelto loca? ¿Había sufrido un ataque de pánico repentino? Eso sonaba tan
dramático… Decidí que lo mejor sería olvidarlo, cuanto antes mejor. Pero no
pude evitar seguir dándole vueltas. ¿Por qué? Era un chico alto, su pelo corto
era de color ceniza y vestía una camiseta gris con pantalones caquis, ambos
demasiado anchos para su esbelto cuerpo. Y sus ojos… me pregunté como unos ojos
tan pequeños podían haberme intimidado tanto. Ni siquiera había podido
distinguir de qué color eran, pero eran profundos como un pozo sin fondo y
estaban vacíos. La palabra “loca” flotó de nuevo por mi mente. Tal vez fuese
así. Tal vez…
-Hola,
¿este sitio está ocupado?
Di
un respingo al escuchar una voz tan cerca y me giré en la silla, sacada de mis
ensoñaciones. Levanté la vista para mirar a Samuel desde toda su altura,
mientras que negaba con la cabeza, dándole a entender que podía sentarse. Él
tomó asiento a mi lado mientras yo observaba sus movimientos. Me devolvió la
mirada y sonrió. Después dijo:
-¿Estás
mejor?
No
contesté, no sabía a qué se refería.
-Antes
te vi ir corriendo hacia los lavabos –aclaró –. Tenías mala cara y estabas muy
pálida, por lo que supuse que te habías mareado. Pero ahora se te ve mucho
mejor, has recuperado color.
-Sí,
bueno… Me mareé un poco, pero ya estoy bien. Estoy perfectamente –dije,
agradeciéndole interiormente que hubiese preparado una excusa por mí.
Le dirigí
una sonrisa agradecida y me dejé llevar por una amena conversación hasta que el
profesor de ética irrumpió en clase. No pude reprimir una risita cuando comenzó
a explicar la lección a toda prisa, recordando lo que había dicho Cassie.
Ciertamente, el hombre se había pasado con los cafés: hablaba a una velocidad
de vértigo, escupiendo cada vez que pronunciaba las letras te y pe, se retorcía
las manos hasta que le crujían los dedos y abría tanto los ojos que parecía que
se le iban a salir de las cuencas. Tenía la sensación de que la primera
impresión que recibiría de mí no sería buena. Y todo por culpa de Cassie.
Suspiré. Todavía no me había acostumbrado a no ir en su misma clase, este era
el primer año que nos separaban y mi decepción era notable. Le debía tanto a
Cassie… Ella era mi mejor amiga desde que me mudé aquí. Cuando vivía en Natonville no podía
imaginarme nada que no fuese aquello: la playa, el sol, el parque que estaba a
apenas dos manzanas de casa, donde Isaac y yo solíamos quedar con nuestros
amigos… Y de una semana a otra todo había desparecido. Yo tenía ocho años e
Isaac diez, por lo que papá quería comenzar a entrenarnos de manera seria. En
ocasiones se llevaba a mi hermano a hacer prácticas al bosque más cercano, pero
no le parecía suficiente. Además mamá había conseguido un puesto fijo en un
colegio de primaria, papá un empleo en un banco en la misma zona y habían
comprado una casa en los lindes de un pueblo. Codeeral. Pero mi primera impresión
de Codeeral no fue precisamente buena. Era un pueblo pequeño, aislado,
diferente a todo lo que conocía. ¿Dónde estaba el sol? Todo lo que se veía en el cielo eran
nubarrones grises, charcos en el suelo… “Las cosas mejorarán con el tiempo,
Kat. Te acostumbrarás a tu nueva casa, tus nuevos amigos”, decían. Pero las cosas no
mejoraban con el tiempo: el entrenamiento me hacía sentir tan mal por fuera
como por dentro, lloraba por las noches en la habitación de la casa a la que no
podía llamar hogar y no tenía amigos. Hasta aquel día. Estaba en el patio del
colegio y sentí algo chocando contra mi pierna. Un balón. “¡Eh, tú!” dijo una
voz infantil a mis espaldas “¿Me lo pasas?” Cogí la pelota y se la lancé a la
niña. Estaba muy pálida y me pregunté si sería así de pálida desde siempre o si
la falta de sol le habría arrebatado color poco a poco. Cogió el juguete del
suelo y se dio la vuelta para irse, pero
se paró en seco y dijo: “¿Quieres venir?”
La
letra de Alison era redondeada e infantil, pero aún así, la libreta estaba
perfectamente organizada y todo se podía leer con claridad, aunque todas las
letras pareciesen círculos. Era de ética, debía de ser lo mismo que yo había
copiado, pero no podría jurarlo, porque lo hice sin prestar la mas mínima
atención. “Para conocernos a nosotros mismos necesitamos a los demás”, ponía. “En
ocasiones es difícil percibir nuestras debilidades y virtudes, así que
necesitamos acudir a los demás para…”
-…Definirnos
mejor a nosotros mismos a través de sus opiniones. Para conocernos–recité en
voz alta.
-¿Qué?
–preguntó Alison desde dentro del cubículo del aseo.
-Nada…
¡Sí! Oye, tengo que irme… te dejo aquí la libreta –exclamé, dejando caer la
libreta al suelo -¡Y date prisa o perderás el autobús!
Eso
lo dije ya atravesando la puerta y dejándola con la palabra en la boca,
mientras me abría camino entre la gente. Salí al patio y por fin localicé a
quién estaba buscando. Le agarré de un brazo y le obligué a girar.
-Quiero
pedirte un favor –le dije, sin darle tiempo ni a saludar.
Me
miró confuso, pero aún así asintió.
-Dime.
-Sé
que te sonará a locura… pero me apetece quedar contigo. Para charlar –me
apresuré a aclarar –. Necesito hablar con alguien y creo que tú eres la única
persona con la que puedo hablar de todos los aspectos de mi vida. Quiero que me
ayudes a conocerme –hasta que lo dije no me di cuenta de que lo que estaba
diciendo no tenía ni pies ni cabeza- ¡Ay, Dios! ¿Qué digo? Debes de sentirte
acosado. Acabamos de conocernos y te estoy pidiendo que escuches mis penas.
Olvídalo ¿vale? Es solo que el otro día… me sentí muy bien después de hablar
contigo, pero ya lo aguantaste una vez, no volveré a hacerte aguantar mis
paranoias, lo siento, Samuel, yo…
-Me
encantaría.
-¿Qué?
–estoy atónita.
-Me
encantaría aguantar tus paranoias, hacerte de psicólogo, ayudarte a conocerte.
Como quieras llamarlo. ¿Qué tal mañana mismo? Podrías venir a comer a mi casa,
cocinar no es mi fuerte, pero puedo esforzarme para una ocasión especial.
-Yo
no tengo ni idea de cocina. Mis padres nunca se interesaron en enseñarme.
Preferían que me centrara en el entrenamiento, o tal vez pensaban que como soy
insoportable no me iría nunca de casa y que serían ellos quienes tendrían que…
No
era posible.
No
podía volver a pasarme otra vez.
Me
quedé de hielo, con los ojos fijos en el joven que me observaba inexpresivo a
unos cuantos metros, con la boca entreabierta y el labio inferior temblando. El
desconocido me escrutó con sus pequeños ojos ¿grises? En realidad no me
importaba el color, sino el significado de aquellos ojos.
No
tardé en darme cuenta de que no era el único par de ojos que me observaba. Un
chico bajito y pálido estaba a su lado, dirigiéndome una mirada curiosa con sus
enormes ojos oscuros. La mata de pelo negro estaba perfectamente organizada
sobre su redonda cabeza, con la raya al lado. Toda su ropa era del mismo color
y recalcaba su extrema palidez.
Mi
corazón daba botes dentro de mí y mi respiración había pasado de agitada a
entrecortada, porque la enorme opresión sobre mi pecho hacía imposible que el
aire entrase correctamente en mis pulmones, como si tuviese una roca sobre la
caja torácica. Les miré con desesperación e impotencia. Algo dentro de mí me
decía que eran ellos los que me hacía esto, que yo no estaba loca, que de
alguna manera ellos me torturaban. “¡Parad!”, quería gritarles “¡Dejadme, no he
hecho nada!”. Pero lo único que conseguí articular fue un débil gemido. Se me
nubló la vista y sentí nauseas, pero alcancé a ver como el más alto de los dos
fruncía el ceño. Un dolor intenso me perforó las sienes y me agarré la cabeza
con las manos, encogida sobre mí misma. Unas manos me sujetaban por los brazos
de forma férrea, me incorporaban y me sacudían. Pero yo no podía hacer nada.
Seguía suplicándoles piedad con la mirada. “Que alguien lo pare, que alguien lo pare…”
Y
alguien lo paró. Mi corazón seguía latiendo como loco, pero podía respirara
bien y aquel insoportable y agudo dolor había parado. Miré al lugar donde se
encontraban los dos jóvenes y descubrí, alucinada, que no estaban. Habían
desparecido. Todo había acabado.
Pero en ese momento, en el que podía pensar otra vez, sentí un miedo tan intenso como el dolor que
había sentido segundos antes.
-¡Kat!
–chilló Samuel, zarandeándome todavía. Seguramente llevaba sacudiéndome y
gritando mi nombre desde hacía tiempo.
Le miré
con miedo y confusión, parpadeando con rapidez para evitar derramar las
lágrimas que se abrían paso en mis ojos. Él me observaba con preocupación y
expresión seria. Tenía la mandíbula tensa y el ceño fruncido. Enfadado, sí, era
mejor palabra que serio. ¿Había percibido él lo mismo que yo? ¿Aunque solo
fuese una pequeña parte? ¿O su expresión era solo por preocupación por mí?
-¿Quiénes
eran? –pregunté en un susurró.
Su
rostro se suavizó al percibir mi miedo, mientras me acariciaba la cara con las
yemas de los dedos y me susurraba palabras tranquilizadoras.
-No
lo sé, Kat, pero no volverá a pasar. No lo permitiré. No volverán a hacerte
daño ¿vale? Confía en mí –susurró, atrayéndome hacia sí y pegando sus labios a
mi oreja.
-¿Tú
sabes lo que me han hecho?
-No
–musitó mientras negaba con la cabeza.
Sus
manos se cerraron a mi alrededor, acariciando mi cintura con ternura. Me rendí
a sus brazos y le rodeé el cuello, porque hay ocasiones en las que no te puedes
resistir a un abrazo. Así que saqué a los jóvenes desconocidos de mi cabeza y
descansé la cabeza sobre el hombro de un joven que, en el fondo, era otro
desconocido.
Pero
pronto dejaría de serlo.
Hola Laura!! Perdón por no comentar. Lo siento.
ResponderEliminar1º Gracias por nominarme.
2ºEl capitulo está magnífico.
3ºHace poco abrí un blog con mis amigas, te puedes pasar? Su dirección es esta:
3-ladies-al-teclado.blogspot.com
Esperamos que te guste!
Muakis
¿Qué quieres que te diga? Sencillamente me encanta :)
ResponderEliminarMe encanta!!
ResponderEliminarSimplemente lo AMO!!
Por cierto, HOLA!! Soy una nueva lectora, he leido todo los caps. TODOS!! Y me han ENCANTADO!
AH! También me hago segui, porque quiero seguir cada cap tuyo!!
Besitos:)
PD: Si quieres, pasate por mi blog. Es este: amistadcononedirection.blogspot.com
"Pronto dejaría de serlo" Oh, señor!!!!! ajajjajajajajajajja Pero ¿Samuel saben quienes son, al menos?
ResponderEliminaray! madre!!! pero quienes son?estoy segura de que el lo sabe...
ResponderEliminarmuy emocionante!! me gustó muchoo!!!
Un besooo
Aaaa que intriga quiero seguir leyendo, por favor sube pronto que estoy que se me sale en corazón de la expectación!!!!
ResponderEliminarMuchos Besos :D
:OOOOOO *O*
ResponderEliminargenial como siempre, es, es... :O ha sido increíble. Y yo pensaba que se me daba bien escribir.
sigue así!! ;D
¿Podría ser que sean demonios? Digo, si hay ángeles, tiene que haber demonios... ¿no?
ResponderEliminarQué capítulo tan maravilloso :) Me muero por conocer más a Sam.
Interesante, ya va a llorar en el hombro de Samuel, eso es precioso :) Que pasará con esas personas??
ResponderEliminarHola Laura! Y ¡ahh! que capítulo más emocionante, y pienso igual que Kuroneko podrian ser demonios o angeles malos ¿no? Aww, que hermoso fue ese abrazo. Me agrada Samuel *-*
ResponderEliminarTe seguiré leyendo, y hasta pronto.
Me ha gustado mucho :) Lo que no me ha quedado muy claro es por qué a Samuel no le pasa lo mismo que a Kat...
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