Rompiendo
corazones
as dos semanas
siguientes fueron básicamente iguales en todos los aspectos. El patrón era
siempre el mismo: Iba al instituto, venía a casa e intentaba entretenerme con
cualquier cosa. Las paredes de mi habitación se reían de mí. Me encerraban.
Y lo que pasaba en el
instituto era siempre lo mismo. Estaba con Nathan y me sentía como si estuviese
flotando entre las nubes y luego veía a Samuel y ese cálido cosquilleo me
recorría de arriba abajo y sentía que no podría separarme de él aunque quisiese.
Y, claro está, cuando volvía junto a Nathan, tenía esa típica sensación de
traición que siempre me deja un mal sabor de boca.
Tenía que aceptarlo.
Quisiera o no, la cosa era cada vez más obvia y difícil de ignorar. Pero me
negaba a creérmelo. ¿De verdad me gustaba tanto Samuel? La respuesta era de lo
más evidente: sí, mucho. Lo más complicado de
la situación era que sin duda también quería a Nathan. Aunque ciertamente ya no
del mismo modo de antes, era mi mejor amigo y lo último que quería era hacerle
daño. Él siempre había estado a mi lado cuando lo había necesitado.
Sabía lo que debía
hacer. Por mucho que disfrutase del contacto de sus labios en mi mejilla, de su
mano sobre la mía o de su cuerpo rodeando el mío en un abrazo, no podía
aprovecharme de él. Haría lo correcto aunque eso significase que se enfadase
conmigo. Estaba en su derecho, yo no se lo podía prohibir. En cuanto se me
acabase el castigo hablaría con él.
Mis dedos temblaban
mientras intentaba escribir el mensaje para Nathan. Me había pasado una hora
pensando en que poner en el SMS. No pensaba decirle lo que le tenía que decir a
través de un mensaje, sería una cobardía. Tras pensarlo un instante escribí:
Hola, Nathan. Quiero hablar contigo. Voy a bajar hasta el
parque. Pásate por allí si puedes. ¿Vale?
Adiós.
Miré el icono de
“enviar” con dudas. No me lo pensé más y lo pulsé.
Me encaminé hacia el
parque. Al vivir a las afueras de la ciudad tenía aproximadamente tres
quilómetros de camino y, aunque podría haberle pedido a mi madre que me
llevase, me apetecía caminar. El aire fresco siempre me aclara la mente.
No tardé en llegar al
parque.
Al ver que no estaba
allí, compré un paquete de pipas y caminé amparada por las sobras de los
arboles, mientras niños a mí alrededor corrían, gritaban y jugaban, hasta que di
la vuelta entera al parque. Y lo vi.
Allí estaba, sentado,
con su típica melena alborotada y sus ojos de color marrón grisáceo entornados
a causa del sol, a pesar de que estábamos a principios de otoño. En cuanto me
vio me sonrió mostrando su hoyuelo y me hizo un gesto con la cabeza para que me
sentase a su lado.
-Hola, Kat –dijo una
vez que me senté a su lado -¿Qué tal estás? Últimamente no te he visto mucho
por tu castigo. Pero ya está ¿no? –me tomó la mano y me miró a los ojos con una
sonrisa, pero su expresión se puso seria al ver la mía –Eh, ¿te encuentras
bien? ¿Te pasa algo? ¿Qué era lo que querías decirme?
Entonces reparé en
algo: no tenía ni idea de qué decirle.
Miré a Nathan con
ojos sombríos. Él me sostuvo la mirada, se levantó y me tendió una mano. Agarré
la mano que mantenía extendida ante mí y me erguí.
Comenzamos a caminar,
uno al lado del otro y en silencio durante unos minutos. Tras unos momentos de
completa tranquilidad Nathan comenzó a caminar más despacio. Me adapté a su
paso y me puse tensa al escucharle decir:
-Kat, sé que te pasa
algo. No tengo ni idea de lo que puede ser, pero hay algo que quieres decirme y
no tengo intención de dejar de insistir hasta que me lo digas.
-Yo… -comencé a
decir. Pero no pude continuar, me había quedado completamente en blanco.
Ninguna palabra acudía a mi cabeza, así que me limité a mirar mis pies, que se
movían de forma perezosa sobre el suelo de piedra, levantando una ligera
nubecilla de polvo. Finalmente decidí que lo mejor era ir improvisando sobre la
marcha, dejar que mi mente y mis sentimientos se uniesen en un conjunto de
frases que, con un poco de suerte, ganarían una mínima parte de coherencia –Es
cierto, hay algo que tengo que decirte, pero… no puedo, no hay forma fácil de
decirlo. Soy una persona horrible ¿sabes? Nathan, sé que cuando termine no
querrás volver a hablarme. Pero tengo que decirlo. Hay algo que ha cambiado
dentro mí. Yo no quería, pero en ocasiones hay cosas que pasan sin que
nosotros lo queramos consentir, y yo… necesito tomarme un tiempo…
-¿Qué? –dijo él
confuso –No entiendo a donde quieres llegar, Kat. Explícate ¿vale?
-Mira, sabes que me
gustas mucho. Pero últimamente nos… me he ido distanciando y sé que todo ha
sido culpa mía. Además, desde hace un tiempo yo estoy un poco confundida y…
necesito tomarme un respiro. Necesito estar sola una temporada para ordenar mis sentimientos.
Nuestro tranquilo
paseo se detuvo en seco. Levanté la vista y vi su expresión ensombrecida y su
cuerpo tenso. Sus ojos de color grisáceo estaban clavados fijamente en los míos
con una expresión tan fría que me resultaba insoportable.
-Estás rompiendo
conmigo –dijo él. No lo preguntaba y eso fue algo que no pasé por alto. Sonaba
como algo tan horrible al salir de sus labios que me estremecí al oírlo –Pero,
¿por qué, Kat? ¿Qué te he hecho yo para que me hagas esto? –se le quebró la voz
un par de veces mientras que hablaba y su mirada a penas era capaz de sostener
la mía.
-Nathan –comencé –.
No es por tu culpa, es todo por la mía. No estoy pasando por uno de mis mejores
momentos y… yo no… -frené en medio de la frase. No sabía cómo continuar – Yo
no… quiero hacerte daño. Lo último que quiero es estropear nuestra amistad y sé
que no te puedo pedir que me perdones ahora mismo, pero espero que te lo
pienses y seas capaz de hacerlo antes o después.
Su mirada vagaba por
los árboles, los niños que corrían, las madres que charlaban, las piedras del
suelo… cualquier lugar excepto mis ojos.
-Kat… -dijo él. Su
voz sonaba temblorosa y ronca, así que carraspeó un par de veces antes de
añadir -: necesito… pensármelo. Yo... tengo que irme.
Asentí como si me lo
creyese, a pesar de que sabía perfectamente que no tenía una hora programada
para marcharse. Se habría quedado a charlar hasta el anochecer de no haber roto
con él.
La seguridad de que
estaba haciendo lo correcto que había sentido por el camino hasta el parque se
había esfumado por completo. Unas ganas locas por perseguirle, por decirle que
me arrepentía de todo lo que había dicho, por suplicarle que me perdonase, me
atacaron por dentro, como un torrente de ansiedad que se arremolinaba en lo más
profundo de mi ser, provocándome un incómodo cosquilleo en el estómago, algo
similar a las náuseas.
Me senté en el banco
más próximo y le seguí con la mirada hasta que dobló la esquina de la calle más
próxima, no era la ruta más corta hasta su casa, pero era la que antes
haría que le perdiese de vista.
La señora Moss
explicaba con su típica voz uniforme el final del imperio romano. Yo no
escuchaba. Solamente observaba a Nathan, sentado un pupitre por delante de mí,
mientras hacía dibujos en la última página de la libreta. Era consciente de que
Samuel se encontraba también muy cerca de mí. Debo admitir que sí crucé alguna
mirada con él, pero mis ojos se desviaban tan velozmente que apenas podía
percibir el verde de sus ojos.
Todo lo que me importaba
en aquel momento era Nathan. Pero él me ignoraba por completo. Y la cosa
no fue a mejor.
En el recreo me
acerqué a él de forma insegura. Al llegar, me senté a su lado y permanecí
callada unos segundos, mientas que él me hacía el vacío.
-Hola –murmuré.
-Oye, –dijo él,
mirando una libreta que tenía sobre el regazo –necesito repasar esto, tengo
recuperación de matemáticas. Así que te agradecería que me dejases un poco en
paz ¿vale?
-No, –negué yo con
dureza –no vale, Nathan. Tenemos que hablar.
Entonces sí levantó
la vista y me miró fijamente a los ojos. Su mirada era fría como el agua de un
arrollo en primavera, cuando toda el agua proviene del hielo recién derretido.
-¿Ahora tenemos que
hablar, Kat? Después de lo que me dijiste el otro día, ¿ahora quieres hablar?
Por favor… Mira, Kat –dijo serenando un poco la voz –, si no me equivoco, me
dijiste que necesitabas tiempo. Te lo estoy dando. Por si no te habías
enterado, esto no es un juego en el cual puedes entrar y salir cada dos por
tres. No se te puede tener contenta, eres una adicta al “ni contigo, ni sin
ti”. ¿Qué tengo que hacer para que me dejes un poquito en paz, Kat? –dijo él.
Había ido levantando la voz hasta el punto de que casi chillaba –Me dijiste que
necesitabas un tiempo que, por lo visto, ya no necesitas. Pues ahora soy yo el
que necesita tiempo, así que si me haces el favor de irte, te lo agradecería.
Las palabras me
atacaron como golpes, me sentía como si me hubiesen estado lanzando
piedras. Un golpe tras otro, destrozándome por dentro, desmodelando nuestra antigua amistad hasta dejarla irreconocible, muerta.
Me fui de allí. Las
siguientes horas pasaron muy lentas hasta que, por fin, terminaron las clases.
Recogí mis cosas a toda prisa y salí casi corriendo de la clase, con la
esperanza de no cruzarme con nadie en el camino de vuelta a la moto. Solo quería un rato de tranquilidad para poder relajarme, aislarme de todo lo que me rodeaba o, en caso de no ser posible, llorar en silencio, sin ser vista. Pero no
fue así.
-¡Kat! ¡Kat, espera!
–gritó una voz a mis espaldas. No necesité girarme para saber a quién
pertenecía. Podía oír sus pasos rápidos, que intentaban alcanzarme, y cuando
por fin lo logró, la respiración de Cassie era ligeramente agitada.
Respiró hondo un par de veces y me miró a los ojos, levantando ligeramente la
cabeza – ¿Dónde te has metido en el recreo? Te he estado buscando y no te he
visto –el simple recuerdo de lo que había sucedido en el recreo me hizo
estremecer e hizo que mi cara se ensombreciera. Y, por supuesto, Cassie, mi
mejor amiga desde los ocho años, no lo paso por alto. Me agarró el brazo con
suavidad y me obligó a pararme en seco –. Kat, dime lo que te ha pasado.
-Tengo que irme.
-No, dile a tu
hermano que espere, o que vas en el autobús, o lo que sea. Pero tú no te mueves
de aquí hasta que me lo cuentes todo ¿vale? –dijo con voz severa. Me sorprendió
que una cosa tan pequeña como ella pudiese ser tan intimidadora.
Finalmente dije a
Isaac que iría andando y se lo conté todo a Cassie de camino a su casa. Es
increíble lo mucho que se puede contar en un trayecto de menos de un kilómetro.
Hubo algún que otro momento en el que las lágrimas asomaron a mis ojos,
pero pude controlarme.
-¿Quieres que te
llevemos a tu casa? –preguntó cuando llegamos al portal de su casa –Ya es la
hora de comer y te llevará un tiempo llegar si vas andando.
-No es necesario
–contesté yo –, no tengo hambre y me apetece caminar.
Cassie insistió un
par de veces, pero finalmente cedió y entró en su casa. En cuanto me aseguré de que mi amiga no
podía verme eché a correr hacia el bosque, que empezaba a aflorar
apenas cien metros más allá de donde yo me encontraba. Me adentré en la maleza
y al llegar a una zona lo suficientemente alejada, desplegué las alas y
eché a volar entre los árboles como una exhalación, dispuesta a enterrar todos mis sentimientos y a seguir adelante, como si no estuviesen ahí.
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eyyy ya tengo para que me sigan... si no te importa pasate y sigueme. la verdad es que si que he pensado hacer una novela y la empezare pronto creo, me encanta la tuya por cierto :)
ResponderEliminaroye y donde puedes poner lo de las ventanitas esas con indice pagina principal y eso? es que no se como añadirlo a mi blog
gracias y un beso :)
te sigo ;)
._.... maldito niño nuevo... no me da buena espina... Creo que ha hecho mal dejando a Nathan :(
ResponderEliminarAiisshh pobre Nathan :(! Espero que Kat haga lo correcto.
ResponderEliminarHola, me encanta tu historia, está muy bien hecha y muy bien pensada. Debo admitir que tengo una debilidad por Nathan, me ha enamorado :3Sigue así, vas a llegar lejos ;) Por cierto, ¿No te gustará The Wanted?, ¿Verdad?
ResponderEliminarMuchas gracias! Me alegran mucho este tipo de comentarios, espero que te suscribas si te apetece ;) En lo de The Wanted, me gusta su música pero no soy una gran fan, los escucho de vez en cuando y admito que tienen talento, pero hay otros grupos que me gustan más :))
Eliminar*-*
ResponderEliminarDios!
P.D: Pásate por mi blog :3 Que hace tiempo que no tengo comentarios ni nada xD
Creo que tomó la decisión correcta. Lo único que sí, creo que debería haberlo cortado mucho más directamente que como lo hizo. Pero es así, cuando una se enamora de un "segundo", es porque no ama al primero.
ResponderEliminarEspero que las cosas vayan mejorando con el tiempo...
Hola! Me gusto muchísimo el capítulo, y a mi sinceramente me agrada un poco más Nathan que Samuel :) Aunque me alegro que Kat hubiese sido sincera, sólo que debió ser más clara :D Hasta pronto!
ResponderEliminarPobre Nathan. Y aunque me duele que trate de esa manera a Kat, también lo comprendo.
ResponderEliminarPooobre Kat, que penita me da :( Pero también entiendo la postura de Nathan
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