viernes, 1 de febrero de 2013

Capítulo 6


 Rompiendo corazones


L
as dos semanas siguientes fueron básicamente iguales en todos los aspectos. El patrón era siempre el mismo: Iba al instituto, venía a casa e intentaba entretenerme con cualquier cosa. Las paredes de mi habitación se reían de mí. Me encerraban.
Y lo que pasaba en el instituto era siempre lo mismo. Estaba con Nathan y me sentía como si estuviese flotando entre las nubes y luego veía a Samuel y ese cálido cosquilleo me recorría de arriba abajo y sentía que no podría separarme de él aunque quisiese. Y, claro está, cuando volvía junto a Nathan, tenía esa típica sensación de traición que siempre me deja un mal sabor de boca.
Tenía que aceptarlo. Quisiera o no, la cosa era cada vez más obvia y difícil de ignorar. Pero me negaba a creérmelo. ¿De verdad me gustaba tanto Samuel? La respuesta era de lo más evidente: sí,  mucho. Lo más complicado de la situación era que sin duda también quería a Nathan. Aunque ciertamente ya no del mismo modo de antes, era mi mejor amigo y lo último que quería era hacerle daño. Él siempre había estado a mi lado cuando lo había necesitado.
Sabía lo que debía hacer. Por mucho que disfrutase del contacto de sus labios en mi mejilla, de su mano sobre la mía o de su cuerpo rodeando el mío en un abrazo, no podía aprovecharme de él. Haría lo correcto aunque eso significase que se enfadase conmigo. Estaba en su derecho, yo no se lo podía prohibir. En cuanto se me acabase el castigo hablaría con él.


Mis dedos temblaban mientras intentaba escribir el mensaje para Nathan. Me había pasado una hora pensando en que poner en el SMS. No pensaba decirle lo que le tenía que decir a través de un mensaje, sería una cobardía. Tras pensarlo un instante escribí:
Hola, Nathan. Quiero hablar contigo. Voy a bajar hasta el parque. Pásate por allí si puedes. ¿Vale?
Adiós.
Miré el icono de “enviar” con dudas. No me lo pensé más y lo pulsé.
Me encaminé hacia el parque. Al vivir a las afueras de la ciudad tenía aproximadamente tres quilómetros de camino y, aunque podría haberle pedido a mi madre que me llevase, me apetecía caminar. El aire fresco siempre me aclara la mente.
No tardé en llegar al parque.
Al ver que no estaba allí, compré un paquete de pipas  y caminé amparada por las sobras de los arboles, mientras niños a mí alrededor corrían, gritaban y jugaban, hasta que di la vuelta entera al parque. Y lo vi.
Allí estaba, sentado, con su típica melena alborotada y sus ojos de color marrón grisáceo entornados a causa del sol, a pesar de que estábamos a principios de otoño. En cuanto me vio me sonrió mostrando su hoyuelo y me hizo un gesto con la cabeza para que me sentase a su lado.
-Hola, Kat –dijo una vez que me senté a su lado -¿Qué tal estás? Últimamente no te he visto mucho por tu castigo. Pero ya está ¿no? –me tomó la mano y me miró a los ojos con una sonrisa, pero su expresión se puso seria al ver la mía –Eh, ¿te encuentras bien? ¿Te pasa algo? ¿Qué era lo que querías decirme?
Entonces reparé en algo: no tenía ni idea de qué decirle.
Miré a Nathan con ojos sombríos. Él me sostuvo la mirada, se levantó y me tendió una mano. Agarré la mano que mantenía extendida ante mí y me erguí.
Comenzamos a caminar, uno al lado del otro y en silencio durante unos minutos. Tras unos momentos de completa tranquilidad Nathan comenzó a caminar más despacio. Me adapté a su paso y me puse tensa al escucharle decir:
-Kat, sé que te pasa algo. No tengo ni idea de lo que puede ser, pero hay algo que quieres decirme y no tengo intención de dejar de insistir hasta que me lo digas.
-Yo… -comencé a decir. Pero no pude continuar, me había quedado completamente en blanco. Ninguna palabra acudía a mi cabeza, así que me limité a mirar mis pies, que se movían de forma perezosa sobre el suelo de piedra, levantando una ligera nubecilla de polvo. Finalmente decidí que lo mejor era ir improvisando sobre la marcha, dejar que mi mente y mis sentimientos se uniesen en un conjunto de frases que, con un poco de suerte, ganarían una mínima parte de coherencia –Es cierto, hay algo que tengo que decirte, pero… no puedo, no hay forma fácil de decirlo. Soy una persona horrible ¿sabes? Nathan, sé que cuando termine no querrás volver a hablarme. Pero tengo que decirlo. Hay algo que ha cambiado dentro  mí. Yo no quería, pero en ocasiones hay cosas que pasan sin que nosotros lo queramos consentir, y yo… necesito tomarme un tiempo…
-¿Qué? –dijo él confuso –No entiendo a donde quieres llegar, Kat. Explícate ¿vale?
-Mira, sabes que me gustas mucho. Pero últimamente nos… me he ido distanciando y sé que todo ha sido culpa mía. Además, desde hace un tiempo yo estoy un poco confundida y… necesito tomarme un respiro. Necesito estar sola una temporada para ordenar mis sentimientos.
Nuestro tranquilo paseo se detuvo en seco. Levanté la vista y vi su expresión ensombrecida y su cuerpo tenso. Sus ojos de color grisáceo estaban clavados fijamente en los míos con una expresión tan fría que me resultaba insoportable.
-Estás rompiendo conmigo –dijo él. No lo preguntaba y eso fue algo que no pasé por alto. Sonaba como algo tan horrible al salir de sus labios que me estremecí al oírlo –Pero, ¿por qué, Kat? ¿Qué te he hecho yo para que me hagas esto? –se le quebró la voz un par de veces mientras que hablaba y su mirada a penas era capaz de sostener la mía.
-Nathan –comencé –. No es por tu culpa, es todo por la mía. No estoy pasando por uno de mis mejores momentos y… yo no… -frené en medio de la frase. No sabía cómo continuar – Yo no… quiero hacerte daño. Lo último que quiero es estropear nuestra amistad y sé que no te puedo pedir que me perdones ahora mismo, pero espero que te lo pienses y seas capaz de hacerlo antes o  después.
Su mirada vagaba por los árboles, los niños que corrían, las madres que charlaban, las piedras del suelo… cualquier lugar excepto mis ojos. 
-Kat… -dijo él. Su voz sonaba temblorosa y ronca, así que carraspeó un par de veces antes de añadir -: necesito… pensármelo. Yo... tengo que irme.
Asentí como si me lo creyese, a pesar de que sabía perfectamente que no tenía una hora programada para marcharse. Se habría quedado a charlar hasta el anochecer de no haber roto con él.
La seguridad de que estaba haciendo lo correcto que había sentido por el camino hasta el parque se había esfumado por completo. Unas ganas locas por perseguirle, por decirle que me arrepentía de todo lo que había dicho, por suplicarle que me perdonase, me atacaron por dentro, como un torrente de ansiedad que se arremolinaba en lo más profundo de mi ser, provocándome un incómodo cosquilleo en el estómago, algo similar a las náuseas.
Me senté en el banco más próximo y le seguí con la mirada hasta que dobló la esquina de la calle más próxima, no era la ruta más corta hasta su casa, pero era la que antes haría  que le perdiese de vista.


La señora Moss explicaba con su típica voz uniforme el final del imperio romano. Yo no escuchaba. Solamente observaba a Nathan, sentado un pupitre por delante de mí, mientras hacía dibujos en la última página de la libreta. Era consciente de que Samuel se encontraba también muy cerca de mí. Debo admitir que sí crucé alguna mirada con él, pero mis ojos se desviaban tan velozmente que apenas podía percibir el verde de sus ojos.
Todo lo que me importaba en aquel momento era Nathan. Pero él me ignoraba  por completo. Y la cosa no fue a mejor.
En el recreo me acerqué a él de forma insegura. Al llegar, me senté a su lado y permanecí callada unos segundos, mientas que él me hacía el vacío.
-Hola –murmuré.
-Oye, –dijo él, mirando una libreta que tenía sobre el regazo –necesito repasar esto, tengo recuperación de matemáticas. Así que te agradecería que me dejases un poco en paz ¿vale?
-No, –negué yo con dureza –no vale, Nathan. Tenemos que hablar.
Entonces sí levantó la vista y me miró fijamente a los ojos. Su mirada era fría como el agua de un arrollo en primavera, cuando toda el agua proviene del hielo recién derretido.
-¿Ahora tenemos que hablar, Kat? Después de lo que me dijiste el otro día, ¿ahora quieres hablar? Por favor… Mira, Kat –dijo serenando un poco la voz –, si no me equivoco, me dijiste que necesitabas tiempo. Te lo estoy dando. Por si no te habías enterado, esto no es un juego en el cual puedes entrar y salir cada dos por tres. No se te puede tener contenta, eres una adicta al “ni contigo, ni sin ti”. ¿Qué tengo que hacer para que me dejes un poquito en paz, Kat? –dijo él. Había ido levantando la voz hasta el punto de que casi chillaba –Me dijiste que necesitabas un tiempo que, por lo visto, ya no necesitas. Pues ahora soy yo el que necesita tiempo, así que si me haces el favor de irte, te lo agradecería.
Las palabras me atacaron como golpes, me sentía como si me hubiesen estado lanzando piedras. Un golpe tras otro, destrozándome por dentro, desmodelando nuestra antigua amistad hasta dejarla irreconocible, muerta.
Me fui de allí. Las siguientes horas pasaron muy lentas hasta que, por fin, terminaron las clases. Recogí mis cosas a toda prisa y salí casi corriendo de la clase, con la esperanza de no cruzarme con nadie en el camino de vuelta a la moto. Solo quería un rato de tranquilidad para poder relajarme, aislarme de todo lo que me rodeaba o, en caso de no ser posible, llorar en silencio, sin ser vista. Pero no fue así.
-¡Kat! ¡Kat, espera! –gritó una voz a mis espaldas. No necesité girarme para saber a quién pertenecía. Podía oír sus pasos rápidos, que intentaban alcanzarme, y cuando por fin lo logró, la respiración de Cassie era ligeramente agitada.  Respiró hondo un par de veces y me miró a los ojos, levantando ligeramente la cabeza – ¿Dónde te has metido en el recreo? Te he estado buscando y no te he visto –el simple recuerdo de lo que había sucedido en el recreo me hizo estremecer e hizo que mi cara se ensombreciera. Y, por supuesto, Cassie, mi mejor amiga desde los ocho años, no lo paso por alto. Me agarró el brazo con suavidad y me obligó a pararme en seco –. Kat, dime lo que te ha pasado.
-Tengo que irme.
-No, dile a tu hermano que espere, o que vas en el autobús, o lo que sea. Pero tú no te mueves de aquí hasta que me lo cuentes todo ¿vale? –dijo con voz severa. Me sorprendió que una cosa tan pequeña como ella pudiese ser tan intimidadora.
Finalmente dije a Isaac que iría andando y se lo conté todo a Cassie de camino a su casa. Es increíble lo mucho que se puede contar en un trayecto de menos de un kilómetro. Hubo algún  que otro momento en el que las lágrimas asomaron a mis ojos, pero pude controlarme.
-¿Quieres que te llevemos a tu casa? –preguntó cuando llegamos al portal de su casa –Ya es la hora de comer y te llevará un tiempo llegar si vas andando.
-No es necesario –contesté yo –, no tengo hambre y me apetece caminar.
Cassie insistió un par de veces, pero finalmente cedió y entró en su casa. En cuanto me aseguré de que mi amiga no  podía verme eché a correr hacia el bosque, que empezaba a aflorar apenas cien metros más allá de donde yo me encontraba. Me adentré en la maleza y al llegar  a una zona lo suficientemente alejada, desplegué las alas y eché a volar entre los árboles como una exhalación, dispuesta a enterrar todos mis sentimientos y a seguir adelante, como si no estuviesen ahí.

10 comentarios:

  1. eyyy ya tengo para que me sigan... si no te importa pasate y sigueme. la verdad es que si que he pensado hacer una novela y la empezare pronto creo, me encanta la tuya por cierto :)
    oye y donde puedes poner lo de las ventanitas esas con indice pagina principal y eso? es que no se como añadirlo a mi blog
    gracias y un beso :)
    te sigo ;)

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  2. ._.... maldito niño nuevo... no me da buena espina... Creo que ha hecho mal dejando a Nathan :(

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  3. Aiisshh pobre Nathan :(! Espero que Kat haga lo correcto.

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  4. Hola, me encanta tu historia, está muy bien hecha y muy bien pensada. Debo admitir que tengo una debilidad por Nathan, me ha enamorado :3Sigue así, vas a llegar lejos ;) Por cierto, ¿No te gustará The Wanted?, ¿Verdad?

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    1. Muchas gracias! Me alegran mucho este tipo de comentarios, espero que te suscribas si te apetece ;) En lo de The Wanted, me gusta su música pero no soy una gran fan, los escucho de vez en cuando y admito que tienen talento, pero hay otros grupos que me gustan más :))

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  5. *-*
    Dios!
    P.D: Pásate por mi blog :3 Que hace tiempo que no tengo comentarios ni nada xD

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  6. Creo que tomó la decisión correcta. Lo único que sí, creo que debería haberlo cortado mucho más directamente que como lo hizo. Pero es así, cuando una se enamora de un "segundo", es porque no ama al primero.
    Espero que las cosas vayan mejorando con el tiempo...

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  7. Hola! Me gusto muchísimo el capítulo, y a mi sinceramente me agrada un poco más Nathan que Samuel :) Aunque me alegro que Kat hubiese sido sincera, sólo que debió ser más clara :D Hasta pronto!

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  8. Pobre Nathan. Y aunque me duele que trate de esa manera a Kat, también lo comprendo.

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  9. Pooobre Kat, que penita me da :( Pero también entiendo la postura de Nathan

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