Nuevas dudas
Q
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uería dejar de mirar.
Lo deseaba con toda mi alma y, sin embargo, mis ojos se mantenían fijos en la
sangrante herida de la mujer. La sangre emanaba del lugar donde el arma se
había hundido violentamente y la mancha escarlata se había extendido por la chaqueta
hasta manchar el pelo y los pantalones vaqueros de ella. El olor metálico
inundó mis fosas nasales, creando un espantoso regusto en mi boca que me
produjo arcadas. Necesitaba parar de mirar, alejarme de aquello. Di gracias
porque hubiese caído boca abajo y no pudiese contemplar su muerta expresión.
Aquello era demasiado.
Conseguí,
finalmente, apartar mi llorosa y pesada mirada del cuerpo de la que había sido
mi mayor esperanza en meses y encontrarme con la mirada de él. Del asesino.
Nuestros
ojos se encontraron mutuamente y permanecimos quietos durante unos segundos que
aproveché para examinarle.
Vestía
una larga capa oscura que, seguramente, ocultaba sus otras armas. Era alto y
fornido, de expresión dura y fría con rasgos firmemente marcados; todo su
rostro parecía estar construido con líneas rectas. Tenía el ceño fuertemente
fruncido y esto, junto a la capucha que llevaba puesta y bajo la que pude
adivinar una cabellera rapada de color ceniza, creaba una negra sombra sobre
sus ojos. Pero estos destacaban de todas formas, al ser el único punto de color
en todo su ser. Rodeados de tez grisácea, sus ojos brillaban como un rayo en la
tormenta. Eran dorados, de un tono tan vivo que algunos lo hubiesen denominado
de amarillo. En el iris me pareció distinguir motas verde eléctrico, pero
estaba demasiado lejos para asegurarlo. Cualquiera habría pensado que con esas
pintas tan extravagantes llamaría mucho la atención, pero no lo hacía: se
fundía con las sombras hasta el punto de que parecía desaparecer entre ellas.
Temblaba
de miedo, rabia y frustración, pero deseaba con todas mis fuerzas abalanzarme
sobre él y arrancarle la cabeza con mis propias manos. El instinto bullía
dentro de mí más fuerte que nunca, lo que, a pesar de indicar una amenaza
mayor, aumentaba mi sed de venganza. Le odiaba.
Y
todo pasó en un segundo. En medio segundo todo mi odio se vio reducido a nada.
Y, en la mitad que restaba, la nada se convirtió en miedo y sufrimiento. Fue
parecido a las veces anteriores, con el chico desconocido, pero unas veinte
veces más intenso. Chillé, agarrándome la cabeza con las manos al sentir el
golpe del dolor. Era como si alguien golpease el interior de mi cabeza con un
demoledor martillo. Mis piernas temblaban con violencia pero aún así eché a
correr, intentando, de manera inútil, alejarme de aquel dolor. Trastabillé y
caí al suelo en varias ocasiones, vomitando y aullando por el daño que mi
cuerpo soportaba. En una de esas ocasiones ya no puede levantarme. Me quedé
retorciéndome en el suelo, sintiendo como todos mis músculos se contraían más
de lo que creía posible. Lloraba y chillaba, deseando que eso parase, al igual
que de las otras veces. Pero no paró. Sufrí en soledad hasta perder el
conocimiento.
Desperté
en una mullida cama, mirando a un techo sumamente conocido. Pero me sentía
desorientada, ¿dónde me encontraba? “Estoy en mi habitación”, caí en la cuenta
al reconocer mi pared llena de fotos y dibujos. Un agudo dolor se clavaba en
mis sienes y tenía el cuerpo dolorido, además de una horrible sensación de
alerta.
—Kat.
Kat, ¿te encuentras bien? —di un respingo al escuchar la voz y me giré. Al lado
de mi cama, había una silla. En ella estaba Samuel, quien alargó una mano para
tomar la mía. El gesto me reconfortó, pero no me pasó desapercibido el brillo
serio y preocupado de sus ojos.
Eso
me hizo plantearme en serio su pregunta. ¿Estaba bien? Sí, lo estaba. ¿Por qué
no iba a estarlo?...
La
ola de recuerdos llegó en ese momento. Reviví cada momento como si estuviese
pasando en ese instante y las lágrimas afloraron de nuevo a mis ojos. Al
percibirlas, Samuel se inclinó sobre la cama y me abrazó con cuidado,
estrechándome contra su pecho y besando mi coronilla.
—Ya
pasó, estás bien. No pueden hacerte daño ahora. Oh, Kat, ¡estaba tan preocupado
por ti! —el temblor de su voz hizo que le abrazara con más fuerza. No quería
separarme nunca de él.
—Fue
terrible —sollocé contra su pecho —Yo… Creía que…
—Shh
—me interrumpió —No hace falta que hables de ello ahora. Hay tiempo, no te
preocupes. Lo mejor será que descanses —me mecía suavemente contra su pecho y
dejé que sus palabras me arrollasen. En apenas un minuto caí sometida al sueño.
Me
desperté por segunda vez sintiendo un agradable cosquilleo en las rodillas. Parpadeé
un par de veces para acostumbrar mis ojos a la luz y estiré el cuello para ver
qué era aquella sensación y descubrí a Samuel aplicándome un ungüento en los
cortes que tenía en la pierna.
Cuando
percibió mi movimiento y alzó la mirada para clavarla en mi rosto, me obligué a
sonreírle con falsa seguridad. Ya no estaba confusa y lo recordaba todo con
dolorosa lucidez, pero no conseguiría nada mostrando mi temor. Él pareció
satisfecho con el gesto y me devolvió la sonrisa, haciendo menguar el tono
preocupado de sus ojos.
—
¿Cuánto he dormido? —le pregunté, frotándome los ojos con el dorso de la mano.
—Una
hora y media desde la última vez que te despertarte —respondió—. Y… cinco antes
de eso.
Abrí
mucho los ojos, sorprendida por la cifra. Él tomó mi mano y se acercó a besar
mi frente, pero un carraspeo le interrumpió antes de que sus labios llegasen a
tocar mi piel y solo en aquel momento reparé en las dos figuras que esperaban
en una esquina del cuarto. Tras su oportuna y sin duda provocada tos, mi padre
se decidió a hablar.
—Katrina
—comenzó. No me gustaba que me llamase por mi nombre completo, pero siempre
recurría a él cuando trataba asuntos serios —. Deberías contarnos lo que ocurrió
esta mañana.
Antes
de lo que pudiese articular palabra, Samuel objetó:
—Debería
dejarla descansar un poco más, señor Myder. No debemos forzarla después de lo
que ha pasado.
La
mirada fulminante de mi padre no requería palabras. Aunque el comentario del
joven no había sido más que una inocente opinión, el enfado de papá era
palpable. Nadie le daba órdenes y mucho menos en su propia casa. Que un
muchacho de dieciséis años intentase llevarle la contraria era algo que le
frustraba y le ofendía. Su orgullo nunca le había permitido aceptar sugerencias
y aquella vez no sería la primera. Temerosa de lo que podría responder,
intercedí en la conversación:
—Tranquilo,
Samuel. Estoy bien —mentía, pero llevaba demasiados años en ese oficio como
para fallar ahora. Le dediqué una de mis mejores sonrisas y apreté su mano para
infundirle una confianza que estaba muy lejos de sentir. No parecía muy
convencido, pero asintió de todos modos.
Incorporándome
un poco en la cama, comencé mi narración. Rememorar todo lo sucedido me
ocasionaba unas inmensurables ganas de llorar, pero no quería derramar más
lágrimas ante mi padre y mi hermano. Nunca me había considerado especialmente
fuerte en el sentido emocional, pero me gustaba que los demás me viesen como
tal. No habituaba a llorar en público y este último mes había demostrado mucha
más debilidad de la que me gustaría. Si había algo que mi ego me impedía por
encima de todo, era permitir que mi familia me viese vulnerable. No importaba
lo destruida que estuviese por dentro,
debía mostrarme fuerte y segura.
Mi
historia llegó al oscuro momento en el que el cuerpo de la mujer cayó como un
lastre a mis pies y mi voz se quebró a causa del gigantesco nudo de mi
garganta. Demasiados pensamientos bullían en mi cabeza y me vi forzada a
respirar profundamente antes de continuar.
Ya
era el segundo (que yo tuviese constancia) anónimo que moría por la misma
causa. Por mi causa. No debería importarme demasiado, dada la situación que
estaba viviendo, pero mi corazón se encogía al pensar en ella. A diferencia de
la anterior persona que me había atacado con el pretexto de conseguir algo de
mí, ella no era un sicario, era una ciudadana más. Ciertamente, en su día había
odiado lo suficiente como para que sus alas reflejasen la oscuridad de esa ira,
pero, momentos antes de morir, había podido apreciar en sus ojos un brillo
especial. La esperanza. Y yo sabía que donde había esperanza podía haber amor.
Ella había odiado, pero también podía amar. De no haberse encontrado conmigo,
podría haberse forjado una vida, con personas a las que querría y que la
querrían. Tal vez pudiese crear una familia. Y ahora ella estaba muerta. Muerta
por mi culpa. Sí, había intentado matarme, pero ¿acaso no quería yo también
acabar con su vida? No la conocía de nada, pero el simple hecho de ser un ángel
negro había provocado en mí un odio irracional. ¿Y si no eran todos iguales? ¿Y
si había algunos entre ellos que no querían participar en aquella guerra sin
fundamento? ¿Podrían arrepentirse de haber sentido el odio que los había
convertido en lo que eran?
Pero
el encuentro con ella había provocado en mí otro tipo de pensamientos que
también remoloneaban en mi cabeza sin descanso. Eran ciertas. Esas sospechas
que otros habían mostrado pero yo tachaba de inútiles, eran ciertas, fuesen
cuáles fuesen. Ella lo sabía y su asesino también. Todos mis pensamientos
lógicos apuntaban a ello y, aún así, algo en mi interior se negaba a aceptarlo.
¿Quién me iba conocer mejor que yo misma? ¿Cómo podían saber cosas de mí que yo
no supiese? De haber tenido algo tan poderoso en mis manos ¿no lo habría
descubierto ya?
Aquello
me desconcertaba y me asustaba a partes iguales. Quería creer que las cosas
mejorarían, pero mi intuición me decía que no sería así. Que lo peor estaba por
venir.
... :S El padre de Kat... pufff, debe ser insoportable...
ResponderEliminarMe gustaria que los padres de Kat tuvieran mas participación en su vida, casi no los ven o no hacen planes para ayudarla... me gusto mucho el capitulo, ya quiero salir de la duda. Saludos *-*/
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo escribes y siempre me ha gustado. Una duda: en el primer párrafo, creo que te has confundido al decir "fosas metálicas" en vez de "nasales". A mí también me pasa mucho cuando escribo por ordenador:)La trama de la historia está muy bien, siempre que crees desentrañar un misterio, aparece otro aún maás complejo. Ojalá hubiese más capítulos en los que la familia de Kat tuviese más participación, creo que le puedes sacar un gran partido. Sigue escribiendo así, y cada vez mejoraras más.
ResponderEliminarNunca me cansaré de darte las gracias y de decirte que soy fan de tu historia. Y gracias por avisarme, ya lo he cambiado (Eso me pasa por intentar hacer demasiadas cosas a un tiempo ;D) Intentaré la familia participe un poco más en los próximos capítulos.
EliminarLo mismo te digo, espero poder seguir leyéndote durante mucho tiempo :)
Pobre Kat... Me gustaría saber más detalles de cómo llegó a casa.
ResponderEliminarDescribes las escenas genial :))
¡Espero leerte pronto!
¿Quién será ese asesino? ¿Qué es lo que quiere de Kat? ¿Mantenerla viva o acabar con ella más adelante?
ResponderEliminarY eso de que lo peor está por venir... Como si ahora mismo todo fuera perfecto (nótese la ironía). ¿Eso significa que a partir de ahora, la cosa se pondrá peor? :O
Al principio de la historia no he podido apartar los ojos de la pantalla, si es que escribes genial!
ResponderEliminarEspero el siguiente con impaciencia!
Muakss! :3
Te he nominado a un premio en mi blog unaolaenderivaconalgoquecontar.blogspot.com
ResponderEliminarYo también te he nominado, creo que a tres xD
ResponderEliminarMuakss! :3
Y eso que lo último que Kat necesitaba era otro ángel negro más buscando su cabeza... mi cabecita no deja de preguntarse cuál es el poder del que es dueña...
ResponderEliminarQué lindo que, por lo menos, haya tenido a Samuel al lado suyo a la hora de despertarse, aunque luego haya tenido que entrar el padre, que tan mal me cae.
Kat tiene demasiado corazón hasta para su propio bien, no muchos sentirían esa gran compasión por alguien que estuvo a punto de matarlos. Es una de las razones por las que tan bien me cae, probablemente.
Hermoso capítulo, espero que el próximo revele un par de cosas... aunque no van a faltar más preguntas que agregar a la lista, de seguro.
Vaya, menos mal que Samuel siempre está ahí para ayudar a Kat y apoyarla :)
ResponderEliminarAún así me parece que no se avecina nada bueno :(
En fin, estoy deseando seguir leyendo *-*
Vaya... entonces, ¿quién habrá sido el otro?? ¿Qué las cosas van a ir a peor....? Ay, miedo me da...
ResponderEliminarEspero que en los siguientes capítulos los misterios se vayan resolviendo.. que estoy muy intrigadaaaa!!!