Búsqueda
E
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l teléfono sonó de
nuevo y, simplemente por si acaso, dado que ya tenía serias dudas, comprobé
quién llamaba. Estaba acertada con mis sospechas, así que dejé el móvil sonar
por enésima vez. Enterré la cabeza entre
las manos y ahogué un suspiro de frustración. Sabía para qué me llamaba Cassie.
Sabía que quería quedar conmigo, pero había decidido evitarla todo lo posible
por el momento y no daría mi brazo a torcer tan pronto.
Hacía
casi dos semanas que había tenido lugar el asesinato de la mujer del jardín
botánico. Desde entonces, el miedo me calaba hasta los huesos y evitaba a toda
costa salir de casa sin estar acompañada.
Y con acompañada me refería, por supuesto, a Samuel, Isaac o papá. La
idea de salir con humanos me resultaba incluso más terrorífica, si cabe, que la
opción de ir sola. Si habían podido dañarme a mí de esa forma, ¿cómo de fuerte
podría resultar la tortura para ellos? Se me encogió el corazón ante la simple
idea de que alguno de mis amigos sufriese por mi culpa. Era esa la causa de que
hubiese decidido mantenerme tan distante con Cassie, tanto en el tema de las
llamadas, como en el instituto, en el cual había pasado dos largos y
aburridísimos recreos en la silenciosa compañía de mi hermano.
Unos
gritos me devolvieron a la realidad. Dos pisos más abajo, en la cocina, mamá y
papá discutían de nuevo. Últimamente lo hacían mucho más de lo normal y,
llevada por la curiosidad, fui a las escaleras a husmear. Desde donde me
encontraba no podía verles, pero los difusos gritos habían tomado forma de
palabras.
—… es
cierto? Debemos arriesgarnos, Grace. ¿Y si realmente encierra el poder que la
otra decía? Podemos poseer un arma poderosa. ¡No podemos quedarnos de brazos
cruzados! —bramaba mi padre a mi madre.
—
¡Escúchate, Kevin! Hablas Katrina como si se tratase de un objeto. No es un
arma, es nuestra hija. Solo es una niña y no pienso exponerla a ningún riesgo
—le respondió ella. Agudicé más el oído al caer en la cuenta de que era de mí de
quién hablaban.
—Tú
no lo entiendes.
—Entiendo
todo lo que necesito entender. Quieres arriesgarte a experimentar dios sabe qué
con nuestra hija porque una loca dijo que escondía un gran poder. Me parece que
el que no lo entiende eres tú—la voz de mamá sonaba fuertemente exasperada—.
¿Cómo pretendes que deje que hagas eso a mi niña?
—También
es mi hija, Grace —cortó mi padre.
La
respuesta de mamá tardó un par de segundos en llegar.
—En
ocasiones no lo parece.
Se
escuchó un golpe seco, puño contra cemento. Acostumbrada como estaba, sabía que
había sido papá el que había golpeado la pared para evitar decir cosas de lo
que luego se arrepentiría.
—De
todas formas, hoy mismo retomaré la búsqueda —declaró él con voz contenida—.
Isaac y yo haremos un nuevo barrido al pueblo.
—Y yo
iré con vosotros.
Mientras
mis padres hablaban, yo me había acercado a la cocina y, en ese momento, hablé
apoyada en el marco de la puerta. Ambos se giraron al escucharme y, aunque ni
siquiera había pasado un segundo desde que esas palabras salieron de mi boca,
la negación estaba inscrita en sus ojos, como las letras en las páginas de un
libro.
—No
—rugieron con total compenetración.
Apreté
los puños a los costados, en un intento por contener la furia, preguntándome
cómo podían estar tan ciegos.
—Voy
a ir. Soy el centro de todo esto y no lograreis nada sin mí —sentencié
rechinando los dientes para evitar gritar.
—No
irás. Ninguno de vosotros irá. Habéis recorrido el pueblo entero varias veces y
no lo habéis encontrado. ¿Por qué creéis que esta vez será diferente? ¿Dónde
vais a buscar? —argumentó mi madre. El nudo de su garganta estaba patente en su
voz, que temblaba. Podía ver el reflejo del miedo en sus ojos, pero había
tomado una decisión. No podía quedarme de brazos cruzados, temblando como una
hoja ante el simple recuerdo de los ojos color oro de aquel hombre. En mí
residía la causa y, esperaba, la solución de los problemas.
—Me
necesita. No debemos buscar, simplemente debemos dejarnos encontrar. Si
realmente le intereso, vendrá a nosotros —mi padre parecía bastante satisfecho
con mi razonamiento y las comisuras de sus labios se elevaron un poco,
representando la cosa más cercana a la sonrisa había conseguido de él en mucho
tiempo —. Además —agregué con picardía —, puedo ser un arma poderosa, ¿no es
cierto?
—Katrina,
no irás.
Ante
las insistencias de mamá, mi padre, que por una vez me consideraba útil, le
lanzó una mirada de reproche. Sin embargo, fui yo quien habló.
— ¿Y
quién me lo va a impedir?
Mis
palabras tuvieron sobre ella un impacto mayor del que esperaba. Su mirada se tornó en un profundo foso de preocupación e impotencia. Las lágrimas oscilaron en sus
ojos, aunque parpadeaba con rapidez tratando de retenerlas, al tiempo que daba
rítmicos golpecitos con el pie en el suelo. Entendía su preocupación. El día
que me atacaron, ella había sido la primera en sospechar que podía haberme
pasado algo. Había llamado a Cassie y Samuel, preguntando por mí hasta que,
desesperada, salió en mi busca. Recorriendo marcha atrás el camino que yo
debería haber hecho, se topó con un enorme charco de sangre. Samuel (quien luego
me contó todo esto) se topó con ella allí y juntos siguieron buscándome hasta
encontrarme unas calles más lejos, sin sentido. Él me detalló después que, cuando
había encontrado a mamá, ella estaba apoyada contra un muro, con lágrimas de amargura corriendo por sus mejillas,
mirando a la mancha escarlata. En aquel momento habían pensado que provenía de
mi muerte y no de la de la otra mujer y, según decía Samuel, hubiese sido un
golpe demasiado duro como para que mi madre lo superase. Ahora ella se
encontraba ante la posibilidad de volver a sentir aquello, de vivir la
desaparición de su hija y eso provocaba una fuerte sombra de penumbra en sus
ojos.
—Sé
que soy un lastre. Pero ¿qué queréis que haga? No puedo inmiscuirme en vuestros
asuntos de ángeles, soy consciente. Pero creía que al menos podría cumplir mi
obligación como madre humana, que podría cuidar de vosotros hasta cierto punto.
Ya veo que no es así. ¿Cómo voy a protegerte si no puedo conseguir que no
vayas?
Ver a
mi madre así me destrozaba por dentro, más que cualquier tortura que aquellos
ángeles pudiesen ocasionarme, pero no podía echarme atrás ahora. Avancé un par de
pasos inseguros y la abracé con fuerza.
—Estaré
bien, mamá. Te lo prometo.
—Kat
—interrumpió mi padre—, deberías subir a cambiarte.
Al
separarme de mamá, asentí en dirección a papá y me marché, no sin antes apretar
con fuerza la mano de mi madre para reforzar mi promesa.
Avanzábamos
los cuatro al mismo paso por calles poco transitadas, unos al lado de los
otros. Isaac y mi padre cerraban nuestra pequeña fila, protegiendo los lados.
Samuel (a quien mi familia había avisado en el último momento argumentando que
estaríamos más seguros siendo más) y yo caminábamos con los hombros pegados,
cubriéndonos la espalda el uno al otro. En ocasiones intentaba adelantarse para
ocultarme mejor, pero siempre volvía a igualarme a él, recelosa a mostrarme
inferior.
Llegamos
a un cruce de calles, tras un par de horas caminando.
—Separémonos.
Acabaremos antes y, si realmente está buscándonos, nos encontrará a pesar de
que la concentración de energía sea menor —propuso Isaac.
—Es
más peligroso —replicó Samuel.
—Es
más útil —le respondió el aludido con tono corrector.
Cuando
estaba a punto de marcharme por una de las calles con Samuel, mi padre me
llamó.
—Tú y
yo vamos por aquí. Ellos, por la otra —decretó en un tono que no admitía
reproches.
Fijamos
una hora y un lugar de encuentro y nos dividimos en las improvisadas parejas.
El
tiempo que pasé a solas con mi padre discurrió lenta e irritantemente.
Acostumbrada a mi alianza con Samuel, a tener alguien cubriéndome las espaldas,
no podía evitar notarme vulnerable ante el individualismo de mi nuevo compañero.
Me sentía desprotegida y a alerta en todo momento, lo que provocaba que
apretase la pequeña navaja que tenía medio escondida en la manga de mi abrigo
hasta el punto de provocar cortes en mi propia mano. Incómoda y vulnerable… no
me parecía la mejor situación para participar en una lucha.
Me
tomé un segundo para pensar en cómo les iría a los otros y la preocupación me
abatió como una ola, calándome hasta los huesos. Aunque mi padre y yo nos
encontrábamos distantes, en caso de lucha nos protegeríamos: los lazos de
sangre tienen mucho influjo. Pero ¿y si les atacasen a ellos? Nada los unía y
podía asegurar con total seguridad que esa frialdad estaba viviendo estaba
mucho más presente en ellos. Si fuesen víctimas de una emboscada, lucharían por
separado. Y eso no beneficiaría a ninguno de ellos.
Estos
pensamientos me atormentaron largo rato, hasta que, por fin, llegó la hora de
reunión. Mi padre y yo fuimos los primeros en llegar y la ausencia de los otros
dos no hizo más que alimentar mi inquietud, que se calmó minutos después, con
sus apariciones. Me acerqué a Samuel y le tomé la mano, decidida a no separarme
de él de ese momento en adelante. Un intercambio de miradas nos bastó para
mostrarnos el mutuo alivio.
Pero
lo que sentí tras eso me hizo cambiar de opinión y marcharme corriendo de allí
sola, sin dar explicaciones. Una extraña sensación acababa de recorrer mi
cuerpo, algo que nunca había sentido antes pero a lo que pude poner nombre de
inmediato: una llamada. Corrí la calle a lo largo y doblé la esquina con
decisión. El pulso resonaba tan fuerte en mis oídos que amortiguaba el sonido de mis pasos. Torcí a la derecha en una calle, jadeando y sabiendo de antemano qué me iba a encontrar allí Podía percibir el origen de esa llamada como algo vibrante y poderoso
flotando en el aire, algo que me llevó hasta… él.
. Vestía la misma capa negra que había visto en nuestro otro
encuentro y su rostro, tan severo y aterrador como siempre, desvelaba que me
había estado esperando. No lo habíamos encontrado, pero tampoco había venido a
nosotros. Me había arrastrado a él.
Fijando
sus ojos en mí, avanzó dos firmes pasos en mi dirección. Pero se detuvo en
seco. El resto de mi improvisado grupo apareció entonces tras de mí y nuestro
contrincante ladeó la cabeza recorriéndoles con la mirada.
—Humm…
Hay más —su voz era áspera, grave y muy intimidante. Tras eso fijó sus iris
dorados en mi persona y murmuró —: Volveremos a vernos.
Luego
todo estalló como una bomba. Sería mejor decir que fue una bomba. La ola de
oscura energía llegó a mí apenas medio segundo más tarde que esas palabras.
Chillé cuando me abatió, cayendo rendida al suelo, en el que me retorcí
intentando recuperar el aliento. El sufrimiento no fue permanente, como la vez
anterior, pero el daño de la onda de dolor que chocó contra mí fue suficiente
como para dejarme sin fuerza para moverme a voluntad. Al conseguir girar
lentamente el rostro vi a mi padre doblado sobre sí mismo intentando recuperar la respiración y a Isaac a su lado, de rodillas, agarrándose la cabeza con fuerza.
Samuel, por su parte, corrió a socorrerme sin perder un segundo. Me ayudó a
incorporarme ligeramente y me estrechó contra su pecho, murmurando palabras de
aliento.
—Él…—musité
con un hilo de voz rasposa. Luché por girarme hacia el lugar donde debía estar
el atacante, convirtiendo el dolor en odio. Pero no había nadie. Samuel
confirmó mis pensamientos:
—Se
ha ido, Kat.
Qué pena me da saber que tiene que volver a apartarse de todos sus amigos... ¡y qué decir de la pobre madre! No me puedo imaginar la impotencia que siente al tener que quedarse a un costado, viendo cómo no sólo su hija, sino también su hijo y su marido arriesgan la vida. Me gustó mucho que el capítulo se centrase en la familia, también.
ResponderEliminarY la parte de misterio... wow. Me encantó la forma en la que describiste aquella "llamada" que ella siente, y no veo el momento en que este nuevo personaje deje de huir...
Un capítulo excelente, como lo son todos a su propia manera en tu maravillosa historia <3.
D: Quiero más....
ResponderEliminarEstoy muy impresionada ya quiero saber el final de la novela Ajkashdjas me gusto el capitulo quiero mas
ResponderEliminarHola Lauraaa :) Te he nominado a un premio en mi blog:
ResponderEliminarhttp://asiescomocoxalocuenta.blogspot.com.es/2013/09/premio.html
Ese tío me pone de los nervios. Y encima dice que volveremos a vernos y todo explota de repente. quién es y qué quiere. ¿Qué arma tiene Kat? El padre de ella parece que prefiere el poder que el proteger a su hija, al menos tenemos a la madre, que es más razonable.
ResponderEliminarHoli, tienes un premio en mi blog :)! http://antelitem.blogspot.com.es/2013/09/mas-premios.html
EliminarUyyyyyyss, quiero el siguiente cap ya!! ;D
ResponderEliminarMuy chulo.
Laura, jaja ya veo que te han nominado a varias premios, pues, yo también te he nominado.
Pásate cuando puedas
Muakis
pobre la madre de Kat, debe de ser muy frustrante para ella... ¿Quién será aquel malo? Espero que puedan acabar con el...
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