La foto
H
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acía frío y la niebla
nacarada se arrastraba perezosa a ras de suelo, haciendo que el oscuro asfalto
pareciese más claro de lo habitual. Cassie se arrebujó en su chaquetón y enterró
la cabeza en su bufanda para que la gruesa lana le tapase las orejas. Un mechón
de pelo cayó sobre sus ojos y ella lo apartó con una mano entumecida por el
frío; a pesar de que había dejado crecer el pelo y ya le llegaba a los hombros,
el flequillo todavía era demasiado corto para recogerlo en la coleta que se
había hecho al salir de los ensayos de danza.
Había
empezado a bailar un par de meses atrás y, aunque nunca había estado
especialmente interesada en ello, en aquellos momentos las clases eran una de
las cosas a las que más tiempo dedicaba. La decisión de dejar crecer el pelo la
había tomado después de ver como contribuía la melena a enfatizar ciertos pasos
y, a pesar de que su pelo seguía siendo el más corto de su clase, estaba
bastante satisfecha con los resultados: había mejorado su técnica de baile y
cambios pequeños como aquellos la hacían destacar aún más. Era buena, y lo
sabía. Pero también era exigente con lo que hacía y le gustaba ir siempre un
paso más allá, y por eso aquel día, en lugar de volver a su casa al terminar
los ensayos, cogió un camino para alejarse del centro de la ciudad.
Le
hubiese gustado ser lo suficientemente normal como para poder aplicar aquella
ley de esfuerzo únicamente al baile, pero, ni siquiera en aquellos momentos, su
vida era simple. Porque, a pesar de la marcha de Kat, ella seguía sabiendo
todo. Cassie lo sabía.
Y,
sin embargo, algo en su mente resonaba de manera molesta; aquella sensación era
tan fuerte que en ocasiones ni la fuerte música de las clases de baile era
capaz de acallarla.
«No
es cierto», le decía. «No lo sabes todo. No sabes lo suficiente».
Durante
días, Cassie había intentado evitar que aquella vocecilla hastiosa la
controlase, pero finalmente había cedido a ella. Quería saber más, necesitaba
saber más.
Y,
tras un largo rato andando, sus botas se detuvieron sobre la tierra del camino
que había recorrido y sus ojos castaños se fijaron en la pequeña edificación en
la que esperaba encontrar alguna de las respuestas que le exigían sus
constantes preguntas.
—¿Por
qué, Kat? —se atrevió a preguntar en voz baja, como si aquella vieja casa en la
que Samuel había vivido durante su estancia en Codeeral representase a su
propia amiga —. ¿Por qué te marchaste con él?
Nadie
respondió, y Cassie se acercó a la fachada para buscar una forma de entrar.
Descubrió con satisfacción que una de las ventanas no estaba bien cerrada y,
tras un par de intentos y bastante esfuerzo debido a su reducida estatura,
consiguió deslizarse al interior de la casa. Las luces no se encendieron cuando
Cassie pulsó los interruptores, así que se conformó con la luz blanquecina que
entraba por las ventanas. Con dudas y sin saber por dónde empezar o qué buscar,
la joven abrió puertas y cajones, con la esperanza de encontrar algo que le
llamase la atención. Sin embargo, la búsqueda en el salón y en la cocina
terminó rápido y sin más resultados que una foto de un niño rubio, que debía de
ser Samuel, con una mujer adulta.
La
muchacha sacó la foto del marco y se la guardó en el bolsillo de la chaqueta,
sin importarle que se doblase. Luego, se plantó ante las tres puertas de la
pared opuesta a la entrada, con gesto inseguro y sin saber a cual dirigirse
primero. En su mente resonó una de sus múltiples charlas con Kat y se dijo que
lo más práctico sería empezar por aquella habitación extraña de la que su amiga
le había hablado, pero no conseguía recordar que puerta era, así que las fue
abriendo una por una. La primera, una habitación. La segunda, un baño.
Miró
a la tercera puerta, sintiendo el corazón latirle con fuerza contra el pecho y
la cabeza bullirle con todos sus recuerdos. Mientras apoyaba la mano en el pomo
de la puerta, no pudo evitar preguntarse si en aquella habitación, que su mejor
amiga le había descrito como un lugar lleno de maravillas y horrores,
encontraría lo que había ido a buscar. Lo que fuese que había ido a buscar,
aunque ni siquiera ella supiese qué era.
Aunque
no quisiese admitirlo, en lo más profundo de ella ardía una incandescente llama
de desconfianza hacia Samuel. ¿Cómo confiar en él después de que mintiese a Kat
e hiciese que lo pasase tan mal? ¿Cómo confiar en un ser de naturaleza maligna
como lo era un ángel negro? ¿Cómo confiar en la persona que había hecho que su
amiga se fuese? Cassie quería creer que Samuel era realmente el agradable chico
al que ella creía conocer, pero nadie podía asegurarle aquello. Nadie podía
asegurarle que Kat, que como ella sabía había actuado de manera precipitada y
con confusión, estuviese bien a su lado.
Con
la decisión de encontrar algo que calmase su preocupación, abrió la tercera
puerta.
En
la pequeña estancia no había ventanas, y toda la luz con la que contaba Cassie
era la que se colaba por la puerta. Al principio sus ojos no veían nada más que
siluetas borrosas, pero a medida que se fue acostumbrando a la ausencia de luz,
cayó en la cuenta de que apenas había nada que ver.
Las
estanterías estaban casi vacías, muy faltas de los libros, botes, cajas y armas
de las que Kat le había hablado. Apenas quedaban un par de libros, una caja y
tres o cuatro botes, aunque no había ni rastro de armas. Cassie estaba segura de
que aquel cambio no se debía a que su amiga hubiese mentido en su descripción
del lugar; alguien había estado allí y se lo había llevado todo. Y, al escuchar
unos pasos a su espalda, un sudor frío se deslizó por su columna y una certeza
igual de fría cayó sobre ella: ese alguien estaba allí.
Cassie
se giró con rapidez e instintivamente se apresuró a pegar la espalda a una
pared, consciente de que la única salida de aquella estancia estaba bloqueada
por el recién llegado. Intentó diferenciar su cara, pero al alzar la vista
hacia él, la luz que entraba por la puerta la cegó, ahora que estaba
acostumbrada a la oscuridad, y todo lo que pudo ver era que se trataba de un
hombre de complexión fuerte. De manera que fue su voz la que hizo que le
reconociese:
—¿Qué
haces aquí, joder? Te lo dejamos muy claro cuando ella se fue: No te metas.
Cassie
aflojo un poco la tensión de su cuerpo, pero solo un poco.
—Isaac
—dijo, en algo que pretendía ser un saludo frío —. Yo también hablé contigo en
ese momento y sigo firme a lo que dije.
Su
voz pretendía ser firme, pero la mera presencia del ángel hacía que se
estremeciese. El recordar aquella conversación de la que hablaban no contribuía
a tranquilizarla, pues cada una de las palabras pronunciadas en ella se había
quedado gravada a fuego en la mente de Cassie.
Recordaba
los gritos de Kevin, el padre de Kat e Isaac, al descubrir que su hijo le había
ocultado que estaba al tanto de que Cassie conocía la existencia de los
ángeles. También recordaba, y con mayor claridad si cabe, como le habían
ordenado que se olvidase de todo y se mantuviese al margen.
«No
puedo olvidarme. Aunque quisiese, no puedo. Kat era mi mejor amiga y estoy
tan preocupada como vosotros o más. No voy a mantenerme al margen». En el
momento en el que había pronunciado esas palabras, un extraño convencimiento la
había invadido por dentro. Sin embargo, la mano férrea de Isaac apenas tardó
unos segundos en caer sobre su brazo, para aferrarlo con fuerza, y su voz siseó
junto al oído de Cassie: «He dicho que te olvides de todo, Cassandra».
La
joven seguía decidida a no mantenerse al margen, pero Isaac le daba miedo,
incluso más del que le causaba Kevin, que se había desentendido de Cassie tras
gritarle unos minutos en aquella ocasión. Pero Isaac no; él seguía ahí, para
atormentar a Cassie. Era una emoción tan primaria que ella no conseguía que
ningún argumento racional aplacase aquel temor y, en aquel mismo momento, tuvo
que cruzar los brazos sobre el pecho para disimular un poco el temblor que los
atacaba.
Isaac
se separó del marco de la puerta, donde estaba apoyado, y avanzó unos pasos en
dirección a Cassie, que intentó inútilmente retroceder más.
—Puede
—murmuró Isaac con voz fría mientras seguía avanzando hacia la chica —que en
nuestra última conversación no me explicase con claridad —cuando terminó de
hablar estaba tan cerca de Cassie que podía ver el resplandor amenazador de sus
ojos azules en la oscuridad.
La
muchacha no sabía muy bien cómo interpretar la fría mirada de su acompañante.
Sentía el labio inferior temblarle con inseguridad y empezó a arrepentirse de
haberle replicado: aunque siguiese siendo fiel a Kat, le hubiese gustado evitar
aquel tipo de desafíos. El silencio que se extendía entre ellos era tenso,
tanto que la chica pensó que ninguna de las palabras de Isaac podría
incomodarla más. Bastó con que él abriese la boca para comprobar que no era
así.
—Eres
estúpida.
Cassie
intentó mantener la boca cerrada, pero no pudo evitar enrojecer de enfado y
decir con la mandíbula apretada:
—¿Por
qué?
—Porque
—respondió él, con una media sonrisa burlona — a Kat no le importaste lo
suficiente para decidir quedarse, y aún así tú sigues preocupándote por ella.
Cassie
frunció el ceño. Sabía que aquello no era cierto, que Kat se había preocupado
por ella de igual manera que ella por Kat. Pero una parte de la joven se sintió
incomodada. Por mucho que su amiga la apreciase, había preferido marcharse con
Samuel… Sacudió la cabeza para deshacerse de aquel pensamiento; era a Isaac a quien
debía odiar, no a Samuel, y mucho menos a Kat.
—Tú
sí que eres estúpido —le dijo.
Él
dejó escapar una risita desdeñosa, pero su mirada evidenciaba que no encontraba
nada divertido en aquella situación. Se acercó aún más a Cassie y agarró su
barbilla con la mano con más fuerza de la necesaria.
—No
deberías hablarle mal a un ángel cuando nadie sabe que estás en una casa
abandonada en medio del bosque —dijo con voz seca. Cassie se estremeció
asustada y contuvo el aliento hasta que él le soltó el rosto —. Ahora,
márchate.
—¿Por
qué no le contaste a tu padre que yo sabía lo de los ángeles cuando te
enteraste?
Hasta
que no hubo formulado la pregunta, no fue totalmente consciente de que lo había
dicho. Incluso en ese momento sentía las palabras como algo ajeno a ella, aunque
no dijo nada más, sino que guardó silencio para esperar la contestación del
chico.
—Te
he dicho que te largues —fue toda su respuesta.
Cassie
no dijo nada. Desvió su mirada de la de Isaac y se hizo a un lado para dirigirse
hacia la puerta. Salió primero de la habitación y luego se escurrió por la ventana para salir de la casa y, cuando se
aseguró de que Isaac ya no podía verla desde la casa, echó a correr.
Cuando
el cansancio pudo con ella y se detuvo a recobrar el aliento, algo se encendió
en su mente. Introdujo la mano en el bolsillo y sacó la fotografía que había
cogido antes de que llegase Isaac. Frunció el ceño al descubrir que, por la
parte de atrás, había algo escrito.
Un
número de teléfono.
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Antes de nada, siento haber tardado tanto en subir el capítulo; intentaré ser más rápida a partir de ahora.
Como veis, este capítulo es algo diferente a los demás: en tercera persona, desde el punto de vista de Cassie... Pero bueno, no quería dejar atrás Cooderal mientras que Kat no está allí. Así que de vez en cuando introduciré más capítulos de estos.
Y por último, quería avisaros de que he abierto un nuevo blog, De mi mente a las letras. Por ahora solo tengo una entrada, pero intentaré actualizar a menudo.
Me ha encantado el capítulo. La verdad es que hacía falta saber algo sobre Codeeral, Cassie y su familia en general. Me ha gustado bastante, espero impaciente el siguiente :))
ResponderEliminarUn saludo :D
Un capítulo cortito, desde un POV diferente, que con sinceridad no me acaba de gustar. Por una parte me encanta, porque echaba de menos a Cassie y a ese misterio que la envuelve junto a Isaac, y por otra lo odio porque me aleja del núcleo de Katrina ;)
ResponderEliminarPD: Si te apetece echar un vistazo a mi blog, no dudes en visitarnos!
Tras una larga temporada sin pisar blogger he vuelto, con nuevo blog y nombre. Me leeré la segunda parte de la historia cuando tenga tiempo.
ResponderEliminarPor si te interesa, soy la antigua Miss Navegante/Melissie.
Ya me lo leí todo, como veo sigues manteniendo la intriga :) Isaac, esconde algo, sí, me encantaría saber más de él, capítulos en los que ahondemos en su mente, por favor.
ResponderEliminarAhora me pasaré por tus otros blogs, y decirte que yo abrí también uno nuevo con una historia que estoy escribiendo desde hace poquito y me apetecía compartir, pásate, si quieres :)