viernes, 19 de julio de 2013

Capítulo 24

De madrugada
A
 pesar de que cada vez que pensaba en todas las armas que tenía guardadas, en su finalidad y en la historia de su descarriada vida me recorría un escalofrío, sabía que la persona que tenía delante no era malvada. Sus labios recorrían mi cuello con intensidad y provocaba que una cascada de calor palpitante me recorriese por dentro. Sentía el peso de su cuerpo sobre el mío, pero no era, en absoluto, desagradable; así que amoldaba mi cuerpo al suyo, haciendo desaparecer toda la distancia que pudiese existir entre ellos. Sus dedos forcejaron un segundo con la cremallera de mi sudadera, hasta que consiguieron descorrerla por completo y separar la prenda de mí, rápida pero suavemente, haciéndola caer en algún rincón de mi habitación. No era la primera prenda de ropa que salía por los aires; nuestros zapatos, varias chaquetas (no sabría decir cuántas, dado el frío que hacía en la calle) y un jersey se encontraban desperdigados por el suelo, a pesar de que los dos estábamos muy lejos de la desnudez.
Atapó mi labio inferior entre los suyos pero, repentinamente, se separó de mí. Levanté una ceja, para mirarle interrogante.
-¿No lo has oído? –consiguió preguntar entre jadeos. Ante mi negación, aclaró –: Tus padres han llegado.  
Ambos nos incorporamos sobre la cama y él comenzó a recoger su ropa del suelo y a vestírsela de nuevo.
-Será mejor que me vaya –comentó tras vestirse, acercándose a mí para depositar un beso rápido de despedida en mis labios.
-¿Por qué? ¿Tienes miedo de mis padres? ¿Y si te quiero presentar como novio oficial? –bromeé sonriéndole.
-El día que me presentes como novio oficial –respondió, también sonriendo –prefiero que ambos tengamos mejores pintas.
Me reí e intenté, inútilmente, peinar con los dedos la maraña que había formado mi pelo. Samuel se acercó a la ventana, la abrió y, tras lanzarme una última sonrisa, se fue. Me quedé observando el exterior durante unos instantes y tardé varios segundos en asimilar que había caído la noche.
No me apetecía estar con mi familia, así que me puse el pijama todo lo rápido que pude y, sin cenar, me metí entre las revueltas sábanas. Junto con estas, me rodeó el cansancio y, a diferencia de otras ocasiones, no necesité hacerme la dormida cuando mi madre subió a mi habitación.

No sabría concretar a qué hora desperté. Era noche cerrada y creo recordar que eran altas horas de la madrugada, pero todo parecía estar envuelto en una espesa nube de confusión. Sintiendo la boca seca, palmeé la pared hasta topar con el interruptor de la luz. Con los ojos entrecerrados, lo presioné y me incorporé en la cama a duras penas, tanteando la mesilla de noche en busca de la botella de agua. Para cuando hube satisfecho mi sed, mis ojos ya se habían acostumbrado a la luz y, en una esquina de la habitación, diferencié algo en lo que no había reparado anteriormente. Tirada y hecha un ovillo, una fina chaqueta descansaba en el suelo. Me pareció que era negra, pero podría haber sido de cualquier otro color oscuro.
Una sonrisa pícara asomó a mis labios al pensar en cómo había acabado allí. No recordaba habérsela visto a Samuel, pero sí haberle quitado varias prendas de ropa con los ojos cerrados.
El sueño se había esfumado de mi persona, así que con una repentina decisión, recogí la chaqueta del suelo y salí afuera, a respirar el fresco aire de la noche oscura.
En la oscuridad de la noche, cualquiera hubiese descrito el bosque como lúgubre. Pero sin embargo, los rayos de la luna sobre las danzantes ramas de los árboles provocaban en mí un atractivo irresistible. Sin más demora, me adentré en la floresta. Mi abrigado pijama, combinado con unas deportivas, no era el atuendo más cómodo para introducirme entre los árboles, pero eso no hacía que mi repentina alegría menguase. Estaba tan sumida en mí misma que desplegué las alas nada más llegar a una zona que suficientemente despejada, recordando demasiado tarde mi pijama, que desde ese momento luciría un considerable desgarrón. Ignorando esto, seguí mi vuelo hacia la pequeña casa de piedra, recorriendo el camino que tantas veces había sobrevolado en las últimas semanas.
Súbitamente, algo me detuvo. Una brisa congelada rozó mi rostro, de derecha a izquierda, y dirigí mi mirada a donde el viento parecía señalar. Entre los altos troncos y las espesas ramas, era difícil distinguir algo que no fuese la oscuridad, pero algo de lo que había allí parecía llamarme. Esa repentina llamada, mezclada con el insistente viento que parecía empujarme hacía allí, consiguió, sin un por qué aparente, cambiar mi ruta.
A pesar de no saber hacia dónde me dirigía, volaba con decisión, siguiendo una línea recta que solo quebraba para evitar los árboles. Los escasos rayos de luz que conseguían sortear todas las ramas del bosque se reflejaban en mis alas, haciéndolas brillar y provocando un mayor contraste entre estas y la oscuridad del lugar. A pesar de no haber descansado mucho, me sentía llena de energía y vitalidad, mucho más fuerte de lo que era normalmente.
De un segundo a otro, el viento se paralizó y yo, guiada por mi instinto, me detuve con él, desvaneciendo las alas de mi espalda. A apenas unos metros de dónde yo me encontraba había una zona ligeramente despejada de árboles, pero no lo suficientemente amplia como para ser considerada claro. Sabía que debía avanzar sigilosamente y, a pesar de que no sabía qué era lo que me indicaba eso, lo hice.
Protegida por las sombras y la maleza, me acerqué allí e intenté divisar el lugar sin ser vista. El aliento se me atascó en la garganta. Desde mi escondrijo podía divisar a dos siluetas, ambas de figura esbelta y, lo más importante, aladas. Sus cuerpos al completo estaban envueltos en la sombra de la noche, pero esto no era lo único oscuro que los rodeaba. Sus enormes abanicos de plumas eran más oscuros que el azabache y casi podía percibir una aureola tenebrosa a su alrededor.
Quería dejarme llevar por el pánico y volar muy lejos de allí, pero aquel instinto que tan fuertemente me había gobernado me impedía irme. Luché por relajarme y me centré en la escena de la que era espectadora. La noche no me permitía diferenciar gran cosa de ellos. El que tenía de frente era el más robusto, tenía el pelo corto y oscuro, los rasgos parecían rectos, aunque no podía asegurarlo por la distancia que nos separaba, y vestía ropa ancha y de colores apagados. Del que tenía más cerca y de espaldas a mí, solo pude adivinar que era alto y rubio.
Parecían discutir, si bien no acaloradamente. Estaba demasiado lejos para escuchar su conversación y solo pude diferenciar algunas palabras que no me ayudaron a descubrir el tema del diálogo. A medida que avanzaban en su riña, esta parecía volverse más seria.
En cierto momento, el rubio hizo un gesto de desdén y soltó un grito de frustración, ladeando un poco su cuerpo.
Ahogué un grito. El ángel, de perfil e iluminado por la luz difusa luz de la luna, mostraba un bello rostro que conocía a la perfección. Era Samuel.
El miedo me golpeó como si de un puñetazo se tratase. Empecé a retroceder a duras penas, cegada por el pánico. Avanzaba a rastras, sin conseguir levantarme de mi posición agazapada, hasta que, con la ayuda de un tronco, me puse en pie.  Y cuando comencé a huir precipitadamente, las ramas bajo mis pies causaron demasiado estruendo.
-¡Ahí hay alguien! –escuché gritar al desconocido a mis espaldas.
Me habían descubierto y sabía que no me dejarían marchar. Por detrás de mí oí pasos rápidos. Desplegué las alas para escapar con mayor rapidez y la velocidad de mi vuelo hizo que las lágrimas de terror rodasen velozmente por mis sienes. Me sentía mareada y desorientada y las ramas de los árboles eran simples manchas difusas que parecían imposibles de olvidar. Demasiados pensamientos bullían en mi cabeza, lo que me confundía y me hacía sentir torpe. Por eso, cuando vi la gran muralla de ramas que se alzaba ante mí, era demasiado tarde. No podía parar y, desesperada, hice desaparecer las alas de mi espalda, cayendo brutalmente en los helechos del suelo. Tardé un par de segundos en asimilar la caída y hubiese chillado de dolor de haber tenido voz. Me levanté con la mayor agilidad que pude y seguí mi carrera, que apenas unos metros más adelante se vio interrumpida de nuevo. El ángel que no conocía me había adelantado y me observaba con crueldad a apenas unos metros. Sin pensármelo dos veces y sin saber dónde estaba o hacia dónde me dirigía, me escurrí entre los árboles que tenía a mi derecha. No pude correr mucho más porque una nueva figura se interpuso en mi camino. En esta segunda ocasión, no seguí corriendo.
Estaba agotada, me acabarían atrapando de todas formas. Levanté mi mirada vidriosa para enfrentarme a la de Samuel y me topé con unos fríos ojos verdes, faltos de emoción.
-Samuel… -sollocé -¿por qué?
Su mirada no varió lo más mínimo y, aunque sus labios apenas se movieron, me pareció escuchar:
-Lo siento…
Luego todo se desvaneció.

Me desperté al amanecer, arropada de nuevo en mi cama. Imágenes confusas golpearon mi memoria: una chaqueta en el suelo, el bosque, los ángeles negros, Samuel… Todo estaba borroso y me costaba recordar.
Había sido un sueño, una pesadilla. Una aterradora pesadilla.
Me levanté y eché una ojeada a mi reflejo en el espejo. Mi pelo estaba revuelto, pero no más de lo que lo estaba una mañana normal; mi pijama, completamente limpio y entero. Tenía el cuerpo dolorido, pero podía culpar a mis entrenamientos de eso.
Miré el reloj: las seis y media de la mañana. Era demasiado temprano, pero no pude resistir el impulso de coger mi móvil y mandar un mensaje a Cassie que ponía: Avísame en cuanto despiertes. Necesito hablar contigo. Es muy urgente.

8 comentarios:

  1. ¿Qué tramará esta vez Samuel? No sé si seguir confiando en él...

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  2. Mmmm el pijama estaba entero.... No estaba rasgado... ¿Era un sueño o era verdad?

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  3. Me encanta, pero estas palabras se quedan cortas. ¿Cómo eres capaz de dejarnos así? Eres mala... jajaja es broma. En fin estoy esperando a que subas más capítulos y cuando puedas pásate por mi blog (http://proyectodeotromundo.blogspot.com.es/2013/07/un-premio-mas.html). Tienes un premio esperándote :)

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  4. que misterioso capitulo.. habrá tenido un sueño premonitorio... Yo no me fiaría de Samuel, por mucho que le quieras... pero bueno, ya veremos que pasaaa..

    un besoo

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  5. Este capítulo ha sido simplemente alucinante >.< El momento entre Kat y Samuel fue hermoso, luego, cuando Kat iba a la casa de Samuel fue emocionante y finalmente me dejaste en vilo con un final tan misterioso. ¿Era todo un simple sueño? Es increíble como puedes hacer que las emociones del lector cambien según lo que narras avanza :3
    Me ha gustado mucho, aunque me haya sabido a poco ;) Espero el próximo capítulo :))
    Un beso ^^

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  6. ¡Y yo que estaba ilusionada de que todo estaba yendo bien con Samuel! ¡Estaba tan felíz por ellos al leer el comienzo ¿Qué hacía allí en el bosque...? ¿Y tiene las alas negras? Parece que fue sólo un sueño, y espero que así sea... sino, me pongo a llorar xD.
    Me fascinó este capítulo, ¡y ya quiero saber qué pasa con Kat! Y la pobre Cassie que se dedica a escucharla, claro xD.

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  7. Mmmm...misterioso capitulo.
    Está muy chulo.
    Muakis

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  8. El capítulo ha estado genial Laura :) Sigue asi guapa. Espero con ansias el siguiente.
    Tambien queria decirte que acabo de empezar un blog de reseñas te paso el link por si quieres pasarte :)
    http://www.deliriumnervosa.blogspot.com.es
    Besos

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