Oscuridad
N
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egro. Todo lo que mi
mirada alcanzaba a ver era un enorme mar de oscuridad que parecía girar a mi
alrededor, produciéndome nauseas y, ante todo, un terror colosal. Me sentía
perdida en una nada oscura, más que la misma noche, de la que no podía salir
por más que buscase una escapatoria. Esa negrura se quedó gravada a fuego en mi
retina, cegándome y destrozándome por dentro. Mis piernas temblaban y dudé
seriamente de mi estabilidad. Me sentía débil, pequeña e indefensa y, cuando
creía que no sería capaz de dar un solo paso, una tenue luz iluminó mi mente:
el instinto.
Me
separé de un empujón del cuerpo que me retenía y salí corriendo de la estancia,
arrastrada por aquella fuerza ancestral, superior a mi entendimiento. En un par
de zancadas alcancé la puerta principal y salí al exterior, exponiéndome a la
llovizna.
Y
tras eso corrí. Corrí todo lo lejos que pude, entre los árboles que me rascaban
la cara con sus afiladas ramas y las raíces que parecían empeñadas en hacerme
tropezar. Pero seguí corriendo, mientras sentía las lágrima rodar por mis
sienes. El cuerpo me reprochaba el ejercicio y los músculos de mis piernas
estaban cada vez más contraídos, provocándome un agudo dolor. Pero no podía
parar. En medio de tanta confusión ni siquiera alcanzaba a entender por qué no
podía detenerme.
¿Por
qué corría? Para huir. ¿Huir de qué? Del miedo.
Eso
podía comprenderlo. Pero, ¿qué era lo que me provocaba un miedo tan irracional?
Sentí un enorme estremecimiento al caer en la cuenta de la respuesta: Samuel, sus
enormes alas negras.
Pero
eso era imposible, me dije, yo había visto sus alas en otras ocasiones. Había
contemplado sobrecogida el espectáculo que ofrecía su plumaje blanco al
reflejar el sol, las había tocado, y había sostenido sus blanquecinas plumas
entre mis dedos. Y, después de todo lo que había sucedido, veía ahora que lo
que había creído vivir estos últimos meses eran mentiras. Todos los momentos
que había vivido con el chico al que quería, con el ángel al que quería, no
habían existido realmente. Eso me
asustaba y, sobre todo, me hería en proporciones inimaginables.
Demasiados
pensamientos recorrían mi mente al mismo tiempo y esta daba vueltas y más
vueltas sobre sí misma, intentando encajarlos todos.
Seguí
avanzando a trompicones y mi memoria evocó de forma refleja algo que había
creído soñar, un “sueño” demasiado parecido a lo que estaba viviendo ahora, y
mi estómago se encogió ante la extraña sensación de déjà vu. Ya había podido verle como realmente era en otra ocasión,
pero me había convencido para cerrarle la puerta a la verdad. ¿Podría hacerlo
una segunda vez? El miedo que sentía no podía compararse al dolor que manaba de
mi corazón y eso me hacía pensar hasta qué punto ese descubrimiento cambiaba
mis sentimientos. De no quererle, no me dolería. Pero dolía; dolía mucho. Y,
pese a ello, cuando oí como me llamaba por mi nombre ni siquiera pensé en
parar, sino que apreté el paso de manera desesperada.
La
dañina foresta era cada vez menos espesa y, al sentirlo todavía más cerca,
desplegué las alas y eché a volar. No me importó estar cerca del pueblo y, al
ver el primer edificio a lo lejos, no oculté mis alas, sino que las batí con
más fuerza.
Aquel
edificio era uno de los locales sociales del pueblo y el conserje que se
encargaba siempre de cerrarlo al caer la noche era el abuelo de Nathan. Recé a
cualquier Dios dispuesto a escucharme para que el anciano continuase allí y
para que el monstruo en el que se había convertido Samuel tuviese el sano juicio de no hacer nada
estando el hombre presente. El miedo me cegaba demasiado como para plantearme
siquiera la posibilidad de que nos atacara a ambos. Era posible que estuviese
poniendo al señor Walker en peligro, pero en aquel momento necesitaba verme
acompañada, saber que habría alguien conocido a mi lado, dispuesto a
defenderme, aunque fuese de forma ineficaz.
Al
llegar al edificio, ni siquiera me molesté en buscar la puerta sino que, al ver
una ventana abierta, me di un último impulso con las alas, que después hice
desaparecer para entrar lanzada como una flecha por ella. Caí sobre el frío
suelo de baldosas blancas, manchándolas con mi ropa empapada, y rodé sobre mí
misma. El impacto me quitó el aliento durante unos segundos que me parecieron
eternos. Mi cuerpo suplicaba quedarse allí, tumbado en el frío suelo, y la
tentadora idea de poder respirar profunda y tranquilamente, cerrar los ojos y
dormir hasta que mi cuerpo se recuperara inundó mi mente unos momentos. Pero no
tardé en desechar la idea al ver una silueta oscura que entraba por la ventana,
imitando mi estrategia. De nuevo, su
cercanía desató mi instinto y luché por levantarme. Pero el cansancio empezaba
a igualar en proporciones a aquella extraña fuerza y mis movimientos eran
torpes y lentos. Cuando por fin me puse en pie, Samuel se aferró con firmeza a
mi pierna derecha y volví a caer. Mi mano alcanzó el marco de la puerta y me
así a ella con desesperación, intentando arrastrar mi cuerpo lejos del de él al
tiempo que pataleaba violentamente por soltarme. Pude oír su voz, pero no
llegué a escuchar sus palabras, que quedaron ahogadas por un gemido de dolor
cuando el talón de mi pie izquierdo golpeó sus dedos. Tiré nuevamente del marco
de la puerta y aproveché ese impulso para levantarme del suelo por fin. Salí
del cuarto en el que había ido a caer y huí por un largo pasillo que veía
difuso por las lágrimas que anegaban mis ojos. Los pasos de mi perseguidor se
escuchaban distantes y supuse que el cansancio también empezaba a hacer mella
en él. Justo antes de doblar la esquina más próxima, me permití el lujo de
echar una mirada atrás. Apenas llegué a ver nada, porque recibí un fuerte
impacto de frente, que frenó mi carrera y me obligó a retroceder un par de
pasos temblorosos. La figura a la que había embestido en medio de mi carrera
había caído de espaldas y me observaba con perplejidad. Mi suspiro de alivio se
mezcló con un nuevo sollozo al reconocerlo: Nathan.
—Kat
—dijeron dos voces al unísono. Una, la de Nathan, que me miraba confuso
mientras se levantaba. La otra, la de
Samuel, que se encontraba cada vez más cerca.
—¡Nathan,
corre! —grité, al tiempo que comenzaba una nueva carrera, agarrando a mi amigo
por un brazo y tirando de él. Pero el golpe nos había quitado mucho tiempo y la
confusión de Nathan no contribuía a un avance rápido.
Conocía
bastante bien el edificio, pero al haber entrado por la ventana me sentía
desorientada y el miedo hacía que me sintiese todavía más perdida, así que
acabamos por llegar a una puerta cerrada. Forcejeé un par de veces para
abrirla, pero mi tiempo se acabó.
—Kat,
escúchame —murmuró una voz jadeante tras de mí.
Mi
amigo y yo nos volvimos y los ojos de Nathan se abrieron como platos cuando se
detuvo a examinar la escena. Samuel, completamente empapado por la lluvia, se
alzaba imponente ante nosotros, con el torso desnudo, y me escrutaba con ojos
llameantes, al tiempo que resollaba para recuperar el aliento. Yo, por mi lado, temblaba de frío y terror, sintiéndome
indefensa y estúpida.
—¿Qué
está pasando aquí? —susurró con un claro tono de confusión en su voz.
No
respondí de inmediato. Clavé mi mirada en Samuel, quien habló en mi lugar.
—Nathan
—a pesar de dirigirse a él, no separó su
mirada de mí en ningún momento —, Kat y yo tenemos cosas de las que hablar. ¿Te
importaría dejarnos a solas?
Agarré,
casi de forma involuntaria, el brazo de Nathan, suplicándole en silencio que no
me dejase sola. Podía percibir su desconcierto e incluso un ligero rastro de
temor como si me estuviese proyectando sus emociones. Ciertamente, mi amigo era
como un libro abierto. Pero, ante mi gesto, una nueva sensación afloró en él. Enderezó
la espalda y dio un paso al frente para cubrirme lo mejor que pudo, con
confianza.
—Parece
obvio que ella no quiere hablar contigo —replicó con voz firme.
Samuel
entornó los ojos.
—Kat,
tienes que escucharme —me apeló, ignorando por completo a Nathan.
—Ve…
vete —alcancé a murmurar.
—No
hasta que me escuches —sentenció, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Te
ha dicho que te vayas —dijo Nathan con los dientes apretados.
—Y yo
te he dicho que esto no va contigo.
Cruzaron
una tensa mirada, retándose mutuamente. Nathan apretó los puños y cambió el
peso de su cuerpo de un pie a otro. Le di un apretón en el brazo y, cuando giró
el rostro para observarme, negué suavemente con la cabeza. Si las cosas
llegaban a las manos, nada mejoraría y, por otro lado, temía demasiado al nuevo
Samuel como para osar levantar un dedo en su contra. Pero no permitiría que
hiciese daño a Nathan, deseo que estaba explícito en su rostro.
Me
tragué las lágrimas y la cobardía y di un paso al frente.
—No
hay nada que hablar. Vete de aquí y déjame en paz. Yo… no soy especial, lo has
visto con tus propios ojos. Díselo a quién haga falta, pero… ten compasión
—supliqué con la voz cortada por el miedo —. No puedo hacer nada por ti… por
vosotros. Dejadme vivir con normalidad. Por favor…
Entrecerró
los ojos un segundo, como si estuviese analizando a fondo mis palabras. Apretó
la mandíbula con fuerza y desvió su mirada, fijándola en el suelo. Inspiró
profundamente y me dedicó una última mirada indescifrable antes de dar media
vuelta y marcharse por donde había venido. Mis ojos permanecieron fijos en los
tatuajes de su desnuda espalda hasta que, por fin, dobló la esquina y
desapareció de mi campo de visión.
Como
si repentinamente alguien hubiese absorbido todas mis fuerzas, caí de rodillas
en el suelo, con la cara enterrada en mis manos. Mi amigo se arrodilló a mi
lado y abrazó mi encharcado y tembloroso cuerpo con delicadeza. Pegó mi cabeza
a su hombro y lloré sin demora sobre él. Él me susurraba palabras de ánimo,
aunque eso no calmaba mi llanto. Ni siquiera estaba segura de por qué lloraba, pero
una parte de mí se sentía aliviada al hacerlo, así que dejé a los lloros salir
hasta que no me quedaron lágrimas que llorar.
Cuando
conseguí calmarme e hice amago de separarme de Nathan, solo me dejó alejarme lo
suficiente como para poder verme el rostro.
—¿Qué
os ha pasado, Kat?
Aparté
la mirada de sus ojos.
—Es…
difícil de explicar —al parecer, la incomodidad estaba suficientemente patente
en mi voz, así que no hizo más preguntas y se limitó a susurrar:
—Está
bien. Ten presente que puedes contar conmigo.
Asentí,
cerrando los ojos de nuevo, como si ese gesto pudiese alejar todas las imágenes
desagradables que habían tenido lugar ese día. Pero sus tatuajes, de los que
salían sus imponentes y peligrosas alas negras, se habían quedado gravados en
el interior de mis párpados.
Lo amo. lo amo... que sexy tiene que ser Samuel 7u7 .... volviendo al tema! me encanta tu historia, me gustaría que adelantaras un poquito mas por que todos nos desesperamos ;-;
ResponderEliminarAy que aun no he leido este capitulo y no quiero spoilers.
ResponderEliminarBueno que te he nominado a un premio ^^
http://asiescomocoxalocuenta.blogspot.com.es/2013/10/premio-tu-blog-es-el-mas-cuqui.html
Aunque ya me imaginaba que Samuel esconde demasiadas cosas, no sé, en verdad no creo que sea del todo malo, sino, la hubiera dañado cuando hubiese querido.. no sé...
ResponderEliminarVeremos que pasa, cuales son sus explicaciones y cual es la verdad que se esconde detrás de todo...
Menos mal, que se encontró a un amigo con el que apoyarse..
Sigue así, estoy intrigada con saber que pasa...
Un besoooo
Qué interesante... *-*
ResponderEliminarMe quedo por aquí a la espera de más, y espero que puedas pasarte por nuestro blog.
También te dejo el enlace de una de nuestras administradoras que escribe pensamientos y relatos cortos: http://angelacorredor-escritora.blogspot.com.es/ y puede que te guste :)
Besos, Angela♥
Yo no termino de creer que Samuel sea malo... como dijo antes Kat, cuando ella lo conoció aun era un ángel común y corriente, así que necesariamente pasó algo de por medio... Entiendo su miedo y su reacción, pero ojalá hubiese podido quedarse a escuchar sus explicaciones, a ver qué era lo que tenía para decir.
ResponderEliminarFue un capítulo emocionante, me encantó :).
¡Me encanta!
ResponderEliminarEn serio, escribes genial guapa.
Muakis
Holaa! :)
ResponderEliminarTe he nombrado en mi blog en una iniciativa :3
unaolaenderivaconalgoquecontar.blogspot.com
AISH QUE TENSIÓN Y ACCIÓN ASDFGHJKL
ResponderEliminarSamuel no puede ser así de malo :( :( :( :( Que tú sabes que yo le quiero mucho. Ojalá que al final se haga bueno y que durante todo este tiempo él no quería hacer esas cosas y todo volverá a la normalidad. POR QUÉ TIENES QUE SER ASÍ DE MALVADA. Al menos, no se te ha ocurrido matarle, entonces sería cuando me romperías el corazón en millones de trocitos y te odiaría con toda mi alma, pero que seguiría leyendo porque tu historia me tiene completamente atrapada desde los primeros capítulos :3
Un beso! :)
Holaaaa ^^ Bueno, te comento éste y el anterior, porque asdjaskdjsadlas! En serio, es que escribes tan bien!!! Es que no sé, como que tienes una especie de red embrujadora, porque no he tardado ni 2 minutos y ya veo el final. Y yo: ¿Ya? xD
ResponderEliminarBueno, a lo que iba: En el anterior era todo tan bonito, el paseo entre Kat y Samuel con esas cosas irrelevantes, pero bonitas al fin y al cabo. La madre de Kat... XD. Y ese final, que me quedé pasmada cuando leí lo de: Grité. No me esperaba el por qué había gritado, realmente...
Y en éste: Bff!!! Es que no, no me puedo creer que Samuel sea malo. Con todas las cosas que ha pasado con Kat... No, me niego a creerlo. Él no puede ser así... Y además yo creo que debería haber escuchado lo que él quería decir, porque tiene que haber una explicación lógica y racional para todo ésto, estoy segura :). Y Nathan... awwww!! Es un gran amigo <333
Sigo leyendooo, que estoy súper intrigada!!! xD
Besitoooos :)