sábado, 5 de octubre de 2013

Capítulo 30

Revelación
M
ordisqueé la tapa de mi bolígrafo mientras intentaba concentrarme en el ejercicio de matemáticas que tenía delante. Hinqué los dientes con más fuerza, estresada. Ayer mismo me había enfrentado a un ángel negro que pretendía obtener un poder desconocido de mí, ¿no era suficiente excusa como para no hacer los deberes? Suspiré con frustración, respirando la suave brisa que entraba por mi ventana abierta  y clavé de nuevo mi mordida en el plástico.
—Morder los bolígrafos es una manía muy fea, Kat.
Pegué un respingo al escuchar la alegre voz. Samuel. Me giré hacia la ventana, con una sonrisa pintada ya en mi rostro y enarqué una ceja.
—Entrar por la ventana también lo es —repliqué. Sus ojos y su boca, así como los míos, reflejaban su diversión, pero no tardaron en adquirir un matiz más serio y preocupado. Se acercó a mí y me abrazó con cariño, mientras susurraba en mi oído:
— ¿Estás mejor? —froté mi cabeza contra su cuello, en un gesto de asentimiento —En ese caso, vámonos a dar una vuelta. Nos vendrá bien para despejarnos.
—No estoy con ánimo, Samuel. No me apetece hacer nada…
Me costaba contradecirle cuando me hablaba con tanto entusiasmo, pero realmente me sentía sin ganas. Él se separó para mirarme e hizo una mueca, pero pronto su gesto se tornó en uno pícaro.
—En ese caso… tendré que llevarte a la fuerza —el final de la frase lo dijo al tiempo que me alzaba en volandas y me tendía sobre su hombro. Me retorcí inútilmente y pataleé al tiempo que chillaba para que me soltase. Por otro lado, mis súplicas no resultaban muy convincentes al estar mis palabras ahogadas por la risa. Samuel se carcajeó de mí y comenzó a caminar hacia la entrada, bajando las escaleras. A cada paso que daba, mi cuerpo sufría una pequeña sacudida y hacía que me resultase difícil protestar.
Al llegar a la puerta principal, Samuel dijo en voz suficientemente alta, pero entrecortada por la risa:
— ¡Señora Myder! ¡Kat y yo nos vamos!
— ¡Samuel, bájame! —exigí— Iré, pero al menos déjame ir caminando.
Ignorándome por completo, Samuel siguió andando. Le golpeé la espalda con los puños al tiempo que soltaba un agudo gruñido de frustración.
—Bájame o te juro que…
—¿Kat?
La voz femenina proveniente de la puerta de entrada era, inconfundiblemente, la de mi madre. Noté como mi cuello y mis mejillas se coloreaban de escarlata y, apenas medio segundo después, como mi cuerpo se deslizaba sobre el hombro de Samuel hasta que mis pies tocaron el suelo. Miré a mamá, ruborizada.
—Mamá, vamos a dar una vuelta —dije simplemente.
—¿A qué hora volverás? —inquirió ella.
Miré a Samuel, sin saber la respuesta. Él se la dio por mí, esbozando una de esas sonrisas que no admiten un “no” por respuesta:
—Tarde. Si no es molestia, claro.
Mamá pareció dudar un segundo y me sorprendí al ver la seriedad de su rostro.
—Tened cuidado, chicos. Recordadlo bien.
—Mamá, no te preocupes. No nos harán daño. Estamos… —no pude terminar de responder, porque ella me cortó.
—Me refería a otro tipo de cuidado.
Eso fue todo lo que dijo, antes de dar media vuelta e irse, cerrando la puerta tras de sí. No tardé en entender a qué se refería y, a juzgar por la expresión cohibida de mi compañero, él tampoco. Incómoda, miré al suelo y comencé a caminar. Samuel me siguió en silencio.


El parque por el que paseábamos no tenía el esplendor o la grandeza de otras ocasiones, dado que la luz apagada procedente de aquel cielo cubierto de nubes lo hacía parecer marchito. El invierno estaba llegando y empezaba a notarse en la gente. Todo parecía más triste y silencioso. Unos niños correteaban por allí, bajo la atenta mirada de sus madres, y un grupo de adolescentes charlaban mientras que un pequeño y pomposo perrito se movía entre ellos. Todos ellos vestían ropas abrigadas y hacían gestos de frío.
—No me gusta el invierno —dije, rompiendo el silencio que había establecido con Samuel. No era un silencio incómodo y hubiese aguantado así todo el tiempo del mundo, amparada bajo su brazo. Pero me gustaba hablar de cosas irrelevantes, porque eso significaba que no había ningún problema preocupante que tratar.
—A mí sí me gusta. Prefiero el frío y adoro la nieve. ¿Tú no? —replicó. También me gustaba escucharle hablar de cosas sin importancia. Además de corroborar la falta de problemas, me gustaba saber sobre él. Desde mi corta conversación con Simon en la casa de Cassie, aprovechaba la más mínima excusa para sacar información sobre él. Poco a poco había conseguido sonsacarle bastantes cosas y me sentía bastante satisfecha con ello.
—No —le respondí, negando con la cabeza — ¿Cómo te puede gustar la sensación del hielo que se te mete por dentro de la ropa y te empapa entero? Y, por otro lado, no te esperes encontrar nieve en Codeeral. Aquí nunca nieva. El frío te calará hasta los huesos, si eso también te gusta, pero no verás un solo copo de nieve —le informé, rodando los ojos. Mi pueblo no era gran cosa. El mar estaba muy lejos como para disfrutar de la playa en verano y la nieve nos evitaba en invierno.
Él suspiró. Luego, sus labios se curvaron de manera extraña, como si intentase contener la sonrisa.
—No me esperaba el comentario de tu madre —rió, respondiendo a mi muda pregunta.
Sentí como me sonrojaba de nuevo, pero esta vez puede acompañar mi rubor con una risotada.
—Yo tampoco, a decir verdad. No me puedo creer que insinuara… bueno, eso. Cuando quiere, mamá es muy… impredecible.
—Hablando de ella —comentó Samuel entonces —¿Cómo se tomó lo de ayer? Debe de estar muy preocupada.
Aparté mi mirada de sus ojos y la fijé en un punto borroso del horizonte. Mi expresión se había vuelto, una vez más, seria y mi cuerpo se había tensado, como cada vez que hablaba de aquel hombre. Como si de un cubo de agua helada se tratase, su recuerdo se clavaba en lo más profundo de mí, haciéndome tiritar. Al notarlo, Samuel me apretó contra él con más fuerza.
—No se  lo hemos dicho. No necesita saberlo, lo único que conseguiríamos sería que se preocupase más —sentencié, con decisión. Había sido mi hermano quién había tomado esta decisión y, por una vez, no le contradije. Tal vez el ego de toda mi familia estuviese demasiado alto como para aceptar que, al final, ella había tenido razón y habíamos salido mal parados.
—Lo entiendo —murmuró. Súbitamente, se sacudió, como si se quitase el tema de encima—Pero no deberíamos hablar de esto. A partir de ahora, está prohibido pensar en cosas relacionadas con ángeles de ningún tipo, ¿de acuerdo?
—¿Y si nos atacan?
—En ese caso, sí te permito pensar en ello —dijo por toda respuesta. Sabía que él había entendido mi pregunta, con la que pretendía saber qué debíamos hacer en caso de lucha, pero, supuse que ya se estaba aplicando su improvisada norma.
Así que me limité a asentir y a murmurar entre dientes, al sentir las primeras gotas de una ligera lluvia rozando mi piel:
—Así que te gusta el invierno….


El hecho de alcanzar por fin la casa de Samuel supuso para mí una pequeña victoria y, el calor que esta guardaba, una pequeña recompensa. Me quité mi empapada chaqueta impermeable y me sacudí la cabeza, haciendo que mi pelo lanzase gotitas de lluvia.
—¿Estás muy mojada, Kat? —preguntó él, cerrando la puerta tras de sí.
—No… solo los pies. A diferencia de ti, por lo que veo —añadí, riendo, al verle. Estaba empapado de arriba abajo, y su ropa, que había absorbido toda el agua, se pegaba a su cuerpo. Sacudió la cabeza, como yo acababa de hacer, pero de su cabello salió despedido el doble de agua. Caminó hacia su cuarto, dejando tras él un húmedo rastro de huellas.
Rebuscó en unos cajones y me lanzó un par de calcetines calentitos. Me los puse rápidamente, agradeciendo la calidez que aportaban a mis pies. Al alzar la cabeza pude ver a Samuel dentro de su cuarto, de espaldas a mí, rebuscando en un armario. Se había quitado el jersey y su espalda lucía descubierta. A pesar de lo ancha y musculosa que era, mis ojos no tuvieron lugar de explorarla como me habría gustado, pues se vieron absorbidos por un único punto. Bajo sus omóplatos, en el lugar exacto en el que sus alas aflorarían, había dibujados con tinta negra dos intrincadísimos tatuajes. Los trazos se entrelazaban y formaban complejas imágenes. Por momentos me parecía ver alguna letra o imagen en aquel negro mar de líneas, pero mi mente no alcanzaba a adivinar lo que significaban. Y, a pesar de no saber nada de ellos, esos tatuajes parecían llamarme. Cuando quise darme cuenta, me encontraba a un paso de Samuel y mi dedo acariciaba ya el recorrido de las líneas de uno de ellos.
Percibí su estremecimiento ante mi contacto.
—¿Cuándo te los hiciste? —pregunté sin lograr despegar la vista de ellos. Involuntariamente, había hecho la pregunta en voz baja, sintiéndome intimidada por los trazos.
—Ya hace mucho, poco después de irme de casa —respondió él sin girarse, en mi mismo tono de voz, como si compartiese la sensación que estaba experimentando en ese momento.
—¿Tienen algún significado?
—Por supuesto. Te lo explicaré algún día… Es una larga historia.
—Tenemos toda la noche.
—Lo sé —en ese momento sí se giró y, aunque algo me pedía seguir observando los tatuajes, en seguida me vi envuelta por su verde mirada —Pero prefiero emplearla en otras cosas.
Y me besó. Me besó como nunca lo había hecho. Sus labios comenzaron a moverse sobre los míos, de forma brusca pero, a la vez, armónica, como si de un baile se tratase. Los míos tardaron en reaccionar, pero pronto se unieron a la danza. Fue un beso frenético y ansioso, hasta el punto en el que parecía que no nos habíamos visto durante años. Y, a pesar de no comprender las razones de ello, bebí de él como si fuese la única fuente de agua en un enorme desierto.
Enredé mis manos en su rubio pelo, pero no tardé en bajarlas a su espalda, a sus tatuajes. El tiraba de mí contra él y me acariciaba con ansias, dejando un rastro de fuego por donde su piel tocaba la mía. Tiraba de mi suéter, sin llegar a quitármelo por falta de espacio para deslizarlo.  
Estaba obteniendo de sus besos más de lo que había obtenido nunca y, sin embargo, quería más. Sin poder aguantarlas por más tiempo, mis alas salieron despedidas de mi espalda. Las manos de Samuel se deslizaron por ellas con suavidad, al tiempo que yo besaba su cuello. Noté cómo echaba la cabeza hacia atrás cuando sus alas se extendían también. Las acaricié y, por un segundo, abrí los ojos para mirarlas. Para admirar ese enorme abanico de alas…
Grité.

7 comentarios:

  1. OMG! Qué intriga al final!!! Estoy deseando leer el próximo capítulo!!!
    El momento del beso me ha encantado, me encantan las escenas románticas!
    Me he quedado :O con este capítulo, sigue así!!
    Muakss! :D

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  2. Sabes que a mí me encanta la relación Kat/Samuel y esas escenas súper asdfghjkl entre ellos me encanta pero...¿Por qué habrá gritado Kat al abrir los ojos? ¿Tal vez Samuel no es como ella creía? ¿POR QUÉ ME DEJAS ASÍ?
    ¿Tiene algo que ver con los tatuajes? ¿Con el pasado de él?
    Aiisshh... No me dejes así :(

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  3. Akjkjasl me gusto mucho este capitulo, valió la pena la espera, saludos o/

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  4. Me ha encantado el capítulo, Samuel me parece taaaan cuqui...
    Eso sí, el final me ha dejado muerta. ¿Qué pasa con esos tatuajes? ¿Por qué grita Kat? Quiero leer el próximo yaaaa!!!

    ¡Un besazo! Sigue así

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  5. creo que me hago una idea del grito de Kat y si es lo que yo creo... o.o
    me ha gustado mucho y espero que no tardes mucho en subir un capitulo nuevo :)

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  6. espero que el hombre de negro no esté espiándoles (sería un pervertido) Que momento tan bonito el de esta pareja... esos tatuajes serán algo malo? quiero saber que significan!!!

    Ya quiero leer el siguiente capítulooo!! estoy muy intrigadaa!! Pero supongo que toca esperar.. ^^

    Sigue a´siii

    Un besooooo

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  7. Ohhh, pero qué capítulo.
    La parte inicial fue muy tierna, me mató la forma en la que se llevó a Kat como si fuese una bolsa de papas, pobre xD. Y su mamá sí que es sabia...
    ¡No puedo creer que a Kat no le guste el invierno! Pero la comprendo en eso de que no nieva en su ciudad -.-" en la mía nieva, literalmente, una vez cada ochenta o noventa años. Imaginate.
    Así que tiene algo en las alas... me muero por saber qué. Y ese sí que fue un beso pasional... parece que la madre de Kat estaba bastante en lo cierto xD.

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