Reflexión
P
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egué las rodillas con
más fuerza a mi cuerpo y, de nuevo, enterré la cara entre mis manos. Era
consciente de que mis hombros se sacudían con delicadeza, al tiempo que mis
mejillas se empapaban en lágrimas. Ya no me importaba llorar. Había pasado
demasiado tiempo fingiendo ser fuerte, intentando ganar el pulso contra mis
problemas. Pero todo esto estaba por encima de mí y no podía hacer nada para
evitarlo. ¿Para qué luchar en una guerra que ya estaba perdida pudiendo
acurrucarme a un lado y, simplemente, aceptar la derrota? Era como si, de
repente, el mundo se hubiese hecho demasiado grande para mí, demasiado
imponente. No podía hacer nada contra él, aparte de apartarme del campo de
batalla en el que se había convertido mi vida para evitar los daños. Además de
no querer combatir, tampoco estaba muy segura de poder hacerlo. ¿Contra qué
debía luchar? ¿Contra los posibles supervivientes del grupo de ángeles que me
había atacado tiempo atrás? ¿Contra aquel extraño hombre que tanto miedo me
provocaba? ¿Contra Samuel? ¿Contra mi propia naturaleza? En mi mente, numerosas
imágenes se sucedían con velocidad, intentando asociar mi difuso concepto de
“mal” y “peligro” a una única persona. Pero cuando creía poder encasillarlo en
un rostro, este cambiaba a velocidad de vértigo. Y, a pesar de ser un peligro
demasiado abstracto, no había ninguna otra cosa capaz de producirme un miedo
tan real.
Mi
boca se abrió en un involuntario bostezo. Había intentado dormir, pensando que
eso me ayudaría a olvidarme de los crecientes problemas durante unas horas.
Pero cada vez que cerraba los ojos me veía sumida en una espiral de miedo,
dolor, frustración, impotencia… y soledad. A lo largo de mi vida había estado
sola a la hora de tratar mi doble naturaleza, pero hasta el momento no había
tenido problemas realmente serios. Y, finalmente, cuando estos aparecieron,
Samuel había estado a mi lado para apoyarme. “Y para traerme más problemas” pensé con suspiro. Y
ahora que él no estaba la enorme carga que creía compartir con él, había caído
por completo sobre mis hombros. Mi único apoyo era Cassie, que, como muchas
otras veces, actuaba de bálsamo con mis problemas. Pero, aunque no me gustaba
admitirlo, ni siquiera ella podía compararse a Samuel (al menos al que yo creía
conocer) en ese aspecto. Ella no lo había vivido.
No
sé cuánto tiempo pasé así. Podrían haber sido minutos, horas, días. Nada en mi
oscura y hermética habitación me indicaba el paso del tiempo y mi cuerpo no
sentía hambre, sed o sueño. Solo sentía dolor.
Fue
en algún momento de mi reflexión cuando escuché unos suaves golpes en mi
puerta. Sin esperar respuesta, esta se abrió, arrojando un potente chorro de
luz dentro de la habitación y dañándome los ojos. Deshice el ovillo que había
formado con mi cuerpo y entrecerré los ojos, consiguiendo discernir por fin la
figura de Isaac.
—Eh
—susurró. Su voz sonaba más suave de lo habitual, pero no llegaba a mostrar
ningún sentimiento —, papá dice que debes explicarnos ya las cosas. Lleva un rato esperando abajo y me mandó a
llamarte. ¿Bajarás?
—¿Tengo
otra opción? —repliqué en tono cansado.
Por
toda respuesta, mi hermano esbozó una sonrisa extraña, dio media vuelta y se
fue. A duras penas, me levanté y estiré mis agarrotados músculos, produciendo
chasquidos en varias de mis articulaciones. Hice una parada en el baño para
adecentarme un poco antes de bajar, miré el espejo con desgana y este me
devolvió la imagen de una chica con el largo pelo revuelto, la piel
excesivamente pálida y ojos de mirada cansada bajo los cuales se habían
dibujado un par de oscuras medias lunas. En mis mejillas todavía se podía
adivinar la ligera marca que habían dejado las lágrimas.
Tras
asegurarme de que había mejorado mi aspecto todo lo posible, me armé de falso
valor y fui al encuentro de mi padre.
Se
encontraba en el salón, junto a mi hermano, cada uno de ellos sentado en un
extremo del sofá. La idea de sentarme entre ellos me parecía poco tentadora,
así que opté por el sillón que se encontraba enfrente a ellos.
—Katrina
—dijo mi padre, rompiendo el silencio —, ¿cómo estás?
Me
encogí de hombros a modo de respuesta. Ni yo me sentía cómoda hablando de mis
sentimientos con mi padre, ni él sentía real interés por mi estado de ánimo, así
que lo mejor era ahorrarnos la conversación.
A
mi padre no le costó entender mi silencioso razonamiento y se apresuró a
preguntar:
—¿Me
contarás ahora lo que pasó ayer? —no era difícil percibir el tono de
impaciencia de su voz y noté que cargaba exageradamente el “ahora”. Cuando
ayer, al llegar a casa, me había preguntado por lo sucedido, no me había visto
capaz de rememorarlo. Y sabía que en esta ocasión no podría evitar la
conversación.
Con
un asentimiento, comencé a contar todo lo ocurrido el día anterior, evitando
los momentos más comprometidos que no estaba dispuesta a compartir con mi padre
y mi hermano. Puse especial empeño en
que mis emociones no se fusionasen con mis palabras, a fin de ocultar todos los
sentimientos encontrados que aquella situación había producido en mí. Aun así,
en ocasiones no podía evitar que mi voz temblase ligeramente.
El
rostro de mi padre apenas cambió a lo largo de la historia. Tampoco respondió
de inmediato. Un largo y pesado silencio se instaló en la habitación y me
limité a observar el suelo con agotamiento. Tras toda una noche en vela, mi
cuerpo empezaba a sufrir los efectos del cansancio. Finalmente, mis dos
parientes intercambiaron una significativa mirada y mi padre habló.
—¿Cuándo
fue la última vez que viste sus alas… blancas?
Me
paré a pensarlo unos segundos.
—Anteayer,
si no fallan mis cuentas. De hecho, vosotros también estabais. Fue cuando volvíamos
a casa por el bosque, después de habernos encontrado con… el hombre de la capa
negra.
—¿Crees
que es posible que… cambiara desde eso? —preguntó mi hermano, hablando por
primera vez en toda la conversación, a mi padre.
—Tal
vez —respondió él, no muy convencido —. Por lo que sé, un cambio normal dura un
día, pero los efectos son notables unos días antes y después de que ocurra. El
individuo está más inestable y se puede predecir sin problema lo que pasará
observando su conducta…
—No
cambió ahí —me atreví a decir por fin. Fue un suave susurró, pero tanto mi
padre como mi hermano se volvieron hacia mí como resortes, con el interés
pintado en el rostro.
—¿Qué?
—Yo…
lo vi hace tiempo, un par de semanas, como es. Entonces pensé que no había sido
real… —vi las miradas interrogantes de ellos, y me apresuré a añadir —: Pero
esa es otra historia. No sé si es posible que el color cambie… Puede que esté
diciendo una estupidez…
Miré
al suelo, cohibida, y mi voz fue descendiendo de volumen hasta morir. Ni
siquiera estaba segura de que se pudiese hacer eso.
—¿Es
posible, papá? —murmuró Isaac, dudoso.
—Puede
ser, puede ser… —parecía que mi padre hablaba más para sí mismo que para
responder a mi hermano —Tendría que consultar un par de libros, pero lo
arreglaré. No te preocupes más por él, Katrina. Nosotros nos ocuparemos. Todo
saldrá bien.
“Todo
saldrá bien”, murmuró una vocecita en mi interior. Apreté los dientes, con
frustración, harta de que todo el mundo dijese lo mismo. “Todo saldrá bien”,
había asegurado Nathan de camino a mi casa, cuando su abuelo, a petición de él,
había accedido a llevarme en coche; “todo saldrá bien”, había repetido mi madre
mientras me arropaba con una cálida manta; “todo saldrá bien” había llegado a
decirme a mí misma en mi larga noche de reflexiones.
—No,
papá. Nada saldrá bien, ¿es que no lo ves? Todo, absolutamente todo, está mal.
Y tú no puedes cambiarlo. ¡Nada saldrá bien! –chillé, al borde de la histeria.
—He
dicho que todo saldrá bien —cortó él con voz fría.
—¡Deja
de decir eso! Llevas diciéndolo desde que empezaron los problemas y nada ha
salido bien. ¿Por qué había de mejorar ahora?
Sacudiendo
la cabeza, mi padre salió del salón. Mi hermano me miró largamente, con
expresión inescrutable.
—Kat
—me llamó tras un rato. Di un respingo y me sorprendí, una vez más, al
escucharle pronunciar mi nombre. Por toda respuesta, elevé la mirada para
encontrarme con la suya. Al percibir que tenía mi atención, continuó —, tienes
que relajarte. Duerme un rato o llama a Cassie…
—No
—le interrumpí —. No quiero meterla más en todo esto, así que no quiero que se
acerque a aquí.
—De
acuerdo. La verdad, me importa bien poco lo que hagas. Pero tienes que entender
que hacemos lo que podemos. Así que, si no vas a ayudar, intenta no armar
escándalo, ¿quieres?
Me
limité a asentir en silencio, resignándome a mirar al suelo. Isaac se levantó
del sofá y, como había hecho mi padre, se fue; dejándome, de nuevo, sola.
Se me ha hecho súper corto el capítulo. YO QUIERO MÁS.
ResponderEliminarAún sigo en shock por lo de Samuel. Él no puede ser malo. No, no y no. Espero que des una buena razón por qué haces esto :( Con lo asdfghjkl que era... Aishh, yo sigo creyendo que él volverá a ser como antes.
Y la pobre Kat. Todo se solucionará, sólo hay que esperar!
Un beso :)
Es completamente entendible el cómo se siente Kat, me da tanta bronca que el hermano y el padre la traten así: no se lo merece...
ResponderEliminarAun no me convenzo de que Samuel sea "malo"... No tengo idea de lo que podría estar pasando, pero espero que sólo sea alguna especie de treta para espiar a los ángeles oscuros, o algo.
Y yo que pensé que Isaac iba a acompañarla, pero me equivoqué. A veces lo quiero, pero la mayoría del tiempo trata demasiado fríamente a Kat...
Hermoso capítulo, no puedo esperar para ver su continuación :).
Pobrecilla, debe de estar con un auténtico lío mental por todo..
ResponderEliminarA ver que pasa, espero que no haga ninguna locura y se esté quietecita..
un besooo
Hola que tal ♥
ResponderEliminartus escritos son muy buenos me encantaria que te pasaras para compartir un poco mas y estar en comunicación de escritora a escritora *w* besos y felicitaciónes por tu bello y encantador blog ♥
POBRE KAT!! En serio, me da muchísima pena. Está fatal por todo lo que ha pasado, es que Samuel, él era (y es, porque lo sigue siendo) un chico genial.
ResponderEliminarYo pienso que todo esto es una confusión o qué se yo, porque Samuel no puede ser mal, ¡no es malo!
La charla de Kat con sus padres ha sido algo fría, se podía notar un poco el tenso ambiente y todo. El padre de Kat siempre dice lo mismo, ella tiene razón, con un simple: Todo estará bien. No va a hacer que cambien las tornas y todo estará bien de momento. Es difícil....
Isaac es... demasiado insensible con su hermana, en serio. Ojalá fuese más tierno con ella, como en otras escenas.
Pobrecita, de nuevo sola. Aii, qué pena, de verdad!!
Espero descubrir la verdad de Samuel pronto!! Leo el siguiente, que sigo intrigada xD
Besitoooos :)