domingo, 15 de diciembre de 2013

Capítulo 33

El sótano
N
o volví a ver a papá e Isaac hasta el día siguiente, por la mañana. Ambos estaban pálidos y lucían unas oscuras medias lunas bajo sus ojos rojizos; no cabía duda de que se habían pasado la noche en vela. Ninguno de los dos dijo nada durante el desayuno y tampoco yo hice ningún esfuerzo por iniciar una conversación. Sabía de sobra que no me informarían de sus descubrimientos, porque siempre ocurría así. Con todo, yo había aprendido a recoger pequeños indicios para lograr hacerme una idea de cómo iban las cosas. Mi hermano vestía como lo hacía habitualmente y mordisqueaba una tostada sin prestar mayor atención a nada. Me atreví a aventurar que iría a clase hoy, así que un par de opciones se barajaron ya en mi mente: O bien ya habían acabado lo que tuviesen que hacer, o bien no tenían ninguna pista que les ayudase a seguir adelante. Un rápido vistazo a mi padre, que estudiaba unos papeles con atención y gesto frustrado, me hizo decantarme por la segunda. Dudaba que hubiesen encontrado a Samuel (o algún rastro de él), lo más posible era que se hubiese marchado del pueblo después de ver descubierto su secreto.
Me estremecí imperceptiblemente. Ahora que el dolor se había apaciguado, veía las cosas de otra manera. Me sentía traicionada. Había confiado plenamente en él… Demasiado, y muy rápido. Debí ser más precavida y, sin embargo, corrí directamente hacia el peligro. Ahora, al pensar en eso, el miedo y el dolor eran substituidos por el enfado y la rabia. Me arrepentía de mis decisiones, pero era conscientes de que ya no podía cambiarlas, por lo que intenté no pensar en nada hasta que llegase al instituto, donde, con suerte, las clases me obligarían a centrarme en cosas más… humanas.
En un primer momento, la idea de ir al instituto me produjo inquietud, pero enseguida descarté la posibilidad de que Samuel estuviese por allí. No se dejaría ver con tanta facilidad ahora, ni por mi familia, ni por mí, ni por nadie. Sería como si Samuel Holt hubiese desaparecido de la faz de la tierra.

Como ya me había imaginado, Samuel no fue a clase. Pero, a diferencia de lo que yo esperaba, no se me permitió el lujo de no pensar en él. Clase tras clase, los profesores preguntaban si alguien conocía el motivo de su ausencia. Entonces, los chicos y las chicas sentados por delante de mí se giraban para mirarme y podía sentir los ojos de los que se sentaban por detrás clavados en mi nuca, exigiendo una respuesta. A ojos de ellos, yo seguía siendo su novia y, por tanto, no sería de extrañar que lo supiese. Pero, por toda contestación, bajaba la vista y me encogía de hombros, esperando a que dejasen de observarme. Por fin, sonó el timbre que anunciaba el comienzo del recreo. Cassie me estaba esperando en la puerta de mi clase. Salí, acompañada por Simon. Él anunció que iba a la buscar a los demás y Cassie y yo nos dirigimos a los aseos.
—¿Sabes qué le ha pasado a Samuel? —preguntó mientras caminábamos.
Seguí andando, sin saber qué contestar. No quería implicar a Cassie más de lo necesario, pero me sentía incapaz de mentirle u ocultarle cosas cuando hablaba con ella. Ella espero unos segundos por una respuesta que no llegaba. Pero no insistió en ese momento, sino que esperó a llegar al baño y cerrar la puerta tras de sí para decir:
—Kat, sigo esperando a que contestes.
Vi como sus ojos hacían un pequeño recorrido por el baño, asegurándose de que no había nadie, como si ya supiese que mi respuesta no debía ser escuchada por oídos indiscretos. Sonreí para mis adentros al pensar en lo mucho que me conocía y no pude evitar pensar que ella aportaba a nuestra amistad mucho más de lo que yo aportaría nunca. Apenas recordaba haberla ayudado con problemas serios nunca. Ni siquiera había vuelto a hablarme del divorcio de sus padres. Sin embargo, estaba constantemente haciendo todo lo posible para que yo no lo pasase mal. Me prometí que cuando todo aquel revuelo acabase, compensaría todo lo que ella había hecho por mí.
Solté un prolongado suspiró y procedí a explicarle lo que había ocurrido un par de días atrás.
—No puede ser posible —murmuró empalideciendo, cuando acabé de hablar. Me mordí el labio inferior, pero no le respondí porque dudaba que el ardor de mi garganta me permitiese hablar. Ella me abrazó con sus finos brazos, murmurando que lo sentía.
—¿Has vuelto a saber algo de él desde entonces? —preguntó al separarse de mí.
—No. Isaac y mi padre se ocupan de esas cosas.
—¿Y no te dicen nada?
Negué con la cabeza.
—Pues deberían —continuó —. Al fin y al cabo, vosotros dos estabais… —calló de repente, como si acabase de comprender el sentido de sus palabras —. Lo siento, es que… no puedo creerlo. Parecía tan real. Lo siento —repitió.
Guardé silencio una vez más y miré al suelo.
—Si tu padre y tu hermano no te van a decir nada, puede que sea hora de empezar a investigar otra vez por nuestra cuenta. ¿Qué puedo hacer? —inquirió.
Levanté la mirada con brusquedad.
—Nada —dije cortante. Ella puso los ojos en blanco.
—Kat… esto ya lo hemos hablado. No puedo defenderte de un asesino, pero puedo leer libros, buscar información. Dijiste que tu padre tenía montones de ellos, y podría intentar…
—No, Cassie, lo que quiero decir es que no vas a hacer nada. No quiero que lo hagas —hizo amago de decir algo, pero continué antes de que ella pudiese hablar, continué —. ¿Recuerdas lo que pasó cuando creímos que la mujer del jardín nos había seguido hasta tu casa? Si no quieres mantenerte al margen por ti, hazlo por Travis. Si te implicas en ello, es posible que también le arrastres a él. No lo hagas, Cassie. No llames su atención.
Vi como fruncía los labios y supe que había dado en el blanco. Cassie estaba dispuesta a hacer muchas cosas por mí, pero entre ellas no se incluía poner en peligro a su hermano.
—Está bien —concedió finalmente —. Pero al menos no me ocultes las cosas, ¿quieres? Yo… entiendo que no quieras implicarme, pero no pareces comprender que, en cierto modo, ya lo estoy.
—Lo sé, Cassie —murmuré pesadamente —. Lo sé, y me arrepiento por ello.
No dijo nada, porque justo en ese instante una chica bajita entró en el aseo. 
—¿Vais a ir? —preguntó, subiéndose las gafas que  se le habían resbalado casi hasta la punta de su respingona nariz.
Ambas negamos con la cabeza y salimos del baño, dejando atrás la conversación.
                                                                                 

Caminé silenciosamente mientras bajaba la escalera. No debían pillarme allí, pero mamá nunca  entraba en aquella habitación y mi padre e Isaac estaban fuera, así que contaba con tener, al menos, media hora antes de tener que salir de ahí. Seguía negándome rotundamente a dejar que Cassie se inmiscuyese más, pero realmente veía el sentido de sus palabras, así que allí estaba ahora, en el sótano (supuestamente inexistente) de mi casa, intentando  obtener algo más de información.
Eché una mirada alrededor. Mi padre había mandado construir ese sótano cuando construyeron la casa, pero había escondido la puerta en el interior de un armario repleto de ropa que ya nadie utilizaba. Tras bajar las empinadas y estrechas escaleras, se llegaba a una sala amplia, cuya decoración se guiaba únicamente por el criterio de la utilidad, dejando de lado completamente la belleza. Una mesa rectangular, sobre la que reposaban un par de carpetas repletas de papeles, ocupaba el centro de la estancia. En una de las paredes se encontraba una enorme puerta que nunca había cruzado, puesto que mi padre nos lo había prohibido a Isaac y a mí mucho tiempo atrás. Sin embargo, sabía que él entraba a menudo allí, porque cada vez que la gran puerta se cerraba, producía un estruendo fortísimo que alcanzaba mi habitación. Nuca había preguntado que se escondía tras la puerta, porque de todos modos, no me respondería.
El resto de las paredes estaban cubiertas de estanterías. En ellas se acumulaban, perfectamente organizados por etiquetas, montones de libros y carpetas. Solo una de las estanterías contenía cajas, también etiquetadas, y dedicaba uno de sus estantes a la decoración. Me acerqué y tomé una de las figuras entre mis manos para examinarla. No era muy grande, apenas un poco más que la palma de mi mano. Miniaturizada y hecha en cerámica, Dheam, la diosa de Loryem, extendía los brazos sobre la cabeza y las alas tras de sí, en actitud de poder y grandeza. En su frente se apreciaba un tercer ojo, con el cual podía ver y controlar todo, y que representaba la sabiduría; también sonreía, en señal de cordialidad. Su delicada y esbelta figura estaba cubierta por un elegante vestido blanco que simbolizaba la pureza.
Siempre me había contrariado que un mundo tan machista como Loryem, en el que los altos cargos, el poder y la fuerza residían en los hombres, en el cual incluso la naturaleza parecía otorgar el poder absoluto a ellos, considerase la divinidad como un ente femenino. No recordaba ninguna religión mayoritaria de la tierra que barajase la posibilidad de que Dios fuese una mujer, por muy feminista que fuese la sociedad.
Dejé la figura en su sitio y me dispuse a empezar mi búsqueda. No sabía que buscaba exactamente, así que paseé la vista por las etiquetas. “Ángeles negros. Características y poderes”, leí. Justo al lado se extendía la sección de “Ángeles negros. Historia”, que me prometí que examinaría si tenía tiempo.
Al final de cada sección, al lado de los libros, había una carpeta en la que mi padre había sintetizado el contenido de todos ellos. No podía arriesgarme a coger más libros, porque ya me había jugado bastante la última vez que había bajado allí, para intentar obtener información (cosa que casi no había conseguido). Tampoco podía coger toda la carpeta porque sería demasiado obvio. Decidí que lo mejor sería examinar en ese momento la carpeta para llevarme algunas hojas sueltas que después examinaría más a fondo. Cogí la carpeta y me dirigí a la mesa, pero entonces el estridente sonido del timbre llegó a mis oídos. Me quedé de piedra. 

4 comentarios:

  1. oh!! ¿habrá puesto alguna alarma su padre? Como me gustaría que tuviera todo el tiempo del mundo para leer todos esos libros y que nos los contara ^^

    Un besooo

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  2. Pobrecita Kat, tiene un lio en la cabeza.... Que Samuel no es malo, jo. Es que... vaya tela probrecita.
    Cassie es tan genial!! Realmente adoro a este personaje, es uno de mis favoritos sin lugar a dudas. Es una gran amiga :)
    Y la alarmaa????? NO!! NO PUEDEN ENTERARSE DE QUE ESTÁN AHÍ!!! Ojalá tenga tiempo de coger algo o yo que sé!! Aii, no le hagas esto a Kat!
    Sigue pronto <333
    Besitooooos :)

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  3. OMG!!! Sigue pronto, no nos dejes así! ¿Qué pasará con Kat? ¿La descubrirán? D:
    Tienes un premio en mi blog, pásate cuando puedas ;)
    Muchos besoos!

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