Último mensaje a casa
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ayaba el alba. Todavía
no alcanzaba a verse el sol, pero el manto de oscuridad que reposaba sobre el
bosque en aquella noche sin estrellas empezaba a difuminarse y ante mis ojos
aparecían las difusas siluetas de los árboles. En aquel momento todo era gris,
más oscuro en los troncos, más claro en las hojas, pero gris al fin y al cabo,
como si viviese en una película en blanco y negro. Agucé el oído, intentando
percibir cualquier cosa que escapase a mi poco efectiva vista, pero el silencio
se convirtió en el sinónimo del gris.
Convencida
de que tenía a la soledad como único acompañante, me senté en el suelo a
esperar el retorno de mi compañero. Aunque solo llevábamos una semana de viaje,
ya me había acostumbrado a sus desapariciones nocturnas y ya no me asustaba
despertar y verme sola, pues sabía que él se estaba ocupando de “asuntos en los
que era mejor no inmiscuirme” y que volvería de un momento a otro.
El
sol fue asomando vergonzosamente tras las copas de los árboles lejanos y los
colores se mostraron ante mí, muy pálidos, creándome la extraña sensación de
tener la vista cansada. Y, entre los árboles, me llegó el suave crujido de las
hojas rompiendo bajo los pies de una persona. Me puse en pie y desplegué las
alas, convencida de que Samuel sería la única persona que podría estar en una
zona del bosque tan alejada de cualquier cosa y, después de mi larga espera,
estaba ansiosa por continuar el viaje.
Supe
que algo iba mal al sentir aquel escalofrío. Me puse en tensión.
Pero
era demasiado tarde.
Una
figura se lanzó hacia mí como una flecha y yo retrocedí al intentar evitarla.
Trastabillé y caí, haciendo desaparecer mis alas para no dañarlas en la caída.
Nunca me había considerado especialmente fuerte, pero era ágil y rápida, así
que tenía la esperanza de poder esquivar los golpes de mi atacante el tiempo
suficiente. Pero antes de que pudiese llegar a sentarme con la espalda recta,
él había embestido nuevamente en mi dirección y algo me golpeó la nariz. Caí
tendida en el suelo, gruñendo de dolor, ¿con que me había golpeado? ¿Con la
rodilla? ¿Con el pie? Un sabor metálico llegó a mi boca y supuse que sería la
sangre que goteaba desde mi nariz. Mi vista estaba nublada, como mi mente, y no
pude hacer nada para evitar que aquella figura de alas blancas me inmovilizase
en el suelo, colocándose sobre mí. Me retorcí inútilmente y farfullé cosas que
no sonaban a palabras y que nunca conseguirían convencer a mi adversario para
que me soltase, mientras que él gruñía sobre mí, por el esfuerzo de mantenerme
apresada. Mi vista, ahora más clara, alcanzó a ver como el hombre (era lo único
que había conseguido distinguir de él, que era un hombre) levantaba un brazo
por encima de su cabeza, mientras que con el otro sujetaba mis manos. Y, en su brazo
elevado, un juramento de muerte: un enorme cuchillo.
El
miedo que sentía en ese momento, sabiendo que no podría evitar el impacto del
arma, me inundaba de manera indescriptible y recordé una frase que Samuel me
había dicho poco más de una semana antes: Es asquerosamente irónico que para
apreciar las cosas que realmente valen la pena en esta vida tenga que estar a
las puertas de la muerte.
Era
cierto. Solo en ese momento era capaz de valorar verdaderamente todo lo que
amaba, todo lo que me había dado la vida y todo lo que estaba a punto de serme
arrebatado de las manos sin que yo pudiese hacer nada.
Un
repentino ataque de rabia me inundó ante esa impotencia y decidí que, si iba a
morir, lo haría mirando a los ojos de mi asesino y no ocultando la cara. Así
que aunque mi sentido común solo quería cerrar los ojos con fuerza y desear que
todo acabase rápido, clavé mi mirada en el muchacho (entonces vi que no sería
mucho mayor que yo) que estaba sobre mí, con sus enormes alas blancas tapando
la luz del sol que ya estaba más alto sobre nosotros.
Tenía
la cara alargada y de rasgos delicados, con nariz fina que resaltaba aún más la
suavidad de su rostro. Su boca, de labios delgados, estaba apretada en muestra
de tensión. El liso pelo azabache caía desordenado a causa de la pelea sobre
una frente de piel morena y sus cejas se fruncían sobre unos ojos grandes igual
de oscuros, que, aunque supuse que deberían transmitirme miedo e ira, no lo
hacían. Sentí un escalofrío ante la extraña sensación de haberlo visto antes
que me inspiraba su mirada y me preparé para recibir el golpe.
Su
brazo no descendió y la presión que él ejercía sobre mí disminuyó. Sus ojos,
que estaban clavados en los míos, se abrieron aún más y esa mirada, que parecía
toda pupila, mostró una emoción que no llegué a distinguir. Sus labios se
entreabrieron y temblaron un segundo antes de decir:
—¿Kat?
Abrí
la boca en un extraño arrebato de convencimiento, pero antes de que pudiese
articular una palabra, una nueva flecha alada, esta vez negra, arremetió contra
el muchacho, quien dejó caer el cuchillo e hizo desaparecer sus alas para caer
de espaldas sobre el suelo, con Samuel sobre él. Forcejearon, intentando
golpearse al contrincante antes de recibir su golpe. Me incorporé en la hierba,
confundida. Todo había pasado muy rápido. Un grito de dolor proveniente de uno
de los chicos me trajo de vuelta a la realidad; Samuel había golpeado en la
nariz al otro chico.
—¡Samuel,
para! —o bien o me escuchó, o bien optó por ignorarme. Así que cogí aire y
grité con fuerza —: ¡Samuel, detente, es amigo mío!
Samuel
se quedó congelado y giró lentamente la cabeza para mirarme, claramente
confuso. El otro chico aprovechó el momento para apartarlo de encima de él y
escurrirse de su agarre. Ambos se pusieron en pie, mirándose mutuamente con
desconfianza.
—¿Amigo
tuyo? —repitió Samuel — ¡Si iba a matarte! —añadió, haciendo un gesto con la
mano hacia el cuchillo que descansaba en el suelo. El muchacho moreno miró
primero al cuchillo, luego a Samuel y, finalmente, a mí. Le sostuve la mirada y
sentí como mi respiración temblaba.
—Ethan…
—susurré. Tenía ganas de correr hacia él y abrazarle, pero temía que se
asustase, lo que no me extrañaría, teniendo en cuenta todo lo que acababa de
ocurrir.
—Yo…
no sabía que eras tú. No quería hacerte daño —me dijo, mirando al suelo. No era
difícil ver que se encontraba incómodo y no podía culparle. Sin embargo, el
hecho de verle así, frotándose los brazos simplemente porque no sabía qué hacer
con las manos, me hizo avanzar hasta su lado y, lentamente, para demostrarle
que no era peligrosa, lo abracé. Vaciló un segundo antes de corresponder mi
abrazo con fuerza. Aspiré su aroma con fuerza y, aunque había cambiado, todavía
me pareció diferenciar el olor que yo identificaba con el sol y mi, por llamarla
de algún modo, primera vida.
—Ethan…
—repetí, incapaz de decir ninguna otra cosa. Estaba empezando a sentir un nudo
en la garganta.
Se
separó ligeramente de mí, pero todavía me agarraba por los brazos. Me escrutó
con cuidado y masculló:
—¿Qué
te ha pasado, Kat? No me lo puedo creer. Yo te conozco, Kat, sé que no podrías
odiar tanto como para… —su voz se apagó poco a poco y en sus ojos vi reflejado algo
similar al dolor.
Abrí la boca para responder, pero la cerré con
rapidez, sin saber qué decir.
—Y
no lo es.
Ethan
se giró para mirar a Samuel, quien había hablado.
—¿Quién
eres tú? —preguntó el moreno con desconfianza mirando a las enormes alas negras
que Samuel todavía lucía. Parecía que el simple hecho de la interrupción de
Samuel le había impedido reparar en el significado de las palabras. El rubio
sonrió ligeramente, como para intentar demostrar que era inofensivo.
—Samuel,
el novio de Kat y culpable de… todo.
Ethan
abrió mucho los ojos y levantó las cejas, sorprendido por la respuesta. A pesar
de la situación, no pude evitar sonreír ligeramente al volver a ver esas
expresiones que tan familiares me resultaban. Sin embargo, no tardó en
endurecer su expresión, como si por fin hubiese reparado en las palabras de mi
novio, y, mirando a Samuel fríamente a los ojos, preguntó con voz de hielo:
—¿Por
qué lo hiciste?
Fue
como si la frialdad de esas palabras congelase la sonrisa de Samuel. Su mirada
verde me consultó un segundo antes de volver a clavarse en Ethan. Aunque su
boca no articuló ningún sonido, mantuvo fríamente la mirada del otro joven,
como si fuese un duelo. Esta vez me obligué a responder, rompiendo la tensión
que empezaba a palparse en el aire y a manifestarse en el cuerpo tenso de los
dos ángeles:
—Porque
yo se lo pedí.
Ambas
miradas se clavaron entonces en mí. Escogí sostener la de Ethan porque al fin y
al cabo era con él con quien estaba hablando y pude apreciar la confusión en
sus ojos negros. Me mordí el interior de la mejilla, preguntándome hasta que
punto era bueno que Ethan supiese todo aquello. Hacía unos cinco años que no le
veía, pero cuando vivía en Natonville él había sido mi mejor amigo y mi
compañero de confidencias, y yo todavía podía sentir parte de esa complicidad
cuando le miraba. Con un suspiro, añadí:
—Será
mejor que te lo cuente desde el principio.
Samuel
se retiró un poco y nosotros nos sentamos en el suelo, uno enfrente del otro.
Tras unos minutos hablando, por fin acabé de relatarle todo lo ocurrido en los
últimos meses. Su expresión de concentración dejó pasó a la sorpresa.
—Si
te soy sincero, Kat, no sé qué decir —susurró, mirándome a los ojos.
—No
tienes que decir nada… —me apresuré a apuntar. Sin embargo, él ya había encontrado
las palabras.
—¿Crees
que después de haberte convertido en ángel negro —me pareció que le costaba
pronunciar el término —sigues teniendo esa cosa que buscan de ti?
No
respondí al momento, porque estaba evaluando la pregunta. No me había parado a
contemplar esa posibilidad, así que no tenía una respuesta para ella.
—No
tengo ni idea —respondí con sinceridad —, pero sea cual sea la respuesta, no
hay nada que pueda hacer sin saber qué es esa cosa. Así que prefiero no pensar
en ello. ¡Pero ya está bien de hablar de mí! —exclamé en un intento de desviar
la conversación —¿Qué hay de ti? ¿Qué haces aquí?
Aunque
Samuel y yo más que viajar a algún sitio, deambulábamos sin rumbo, solíamos
consultar mapas y no recordaba haber visto el pueblo costero en el que vivía de
pequeña en ningún mapa. Es más, creía que estábamos en el interior todavía.
—Estoy
de camino a mi nueva casa; mi familia y yo nos mudamos.
— ¿Sí?
¿Por qué?
—Mi
abuela ha muerto… No tienes que fingir que lo sientes, no le tenía especial
cariño, apenas la conocía. Como mi madre era la única hija a la que no odiaba,
nos lo dejó todo en herencia y mi padre aprovechó la ocasión para marcharse de
allí. Al igual que a tu padre, no le convencía Natonville para entrenarnos a
Lena y a mí, aunque, claro, ella todavía no entrena…
—¿Lena?
—le corté, confundida.
Él me
miró un segundo y parpadeó, tan confundido como yo. Luego, exclamó:
—¡Ah,
claro! Tú todavía no lo sabes… He tenido una hermana —sonrió y pude apreciar un
deje de orgullo en sus palabras.
—¡Eso
es genial! —respondí sonriendo mucho —¿Y a dónde os vais a vivir?
—A
un pueblo pequeño… —contestó —. Codeeral, se llama.
Me
quedé de piedra. Durante un segundo mi cerebro y mi corazón se detuvieron para
luego ponerse a funcionar con un frenetismo fuera de lo común. Una marea de
sentimientos confusos me llenaron por dentro. Desde mi marcha, no había
dedicado mucho tiempo a pensar en todo lo que había dejado atrás, pero en ese
momento todo cayó sobre mí con el precio de una enorme roca.
—¿Kat?
¿Te pasa algo?
—Codeeral…
Es dónde vivía yo —dije simplemente, incapaz de hablar más por culpa del nudo
que se había formado en mi garganta. «Vivía,
no vivo. Vivía, no vivo» resonaba en mi cabeza.
Ethan
tampoco parecía saber qué decir. Me miró en silencio, con sus grandes y
expresivos ojos negros dándome el apoyo que no podía darme con palabras.
—¿Me…?
—la voz se me quebró y tosí — ¿Me podrías hacer un favor?
—Claro
—dijo sin dudar.
Yo,
por mi parte, sí dude. No me veía del todo capaz de formular mi petición sin
que la voz se me rompiese.
—No
puedes contarle a nadie que nos has visto aquí. Pero cuando veas a… a mi madre,
dile que me hubiese…. Que me hubiese gustado poder despedirme de ella. Y que…
fue una de las pocas cosas que me hizo pensar en quedarme. No le digas donde
nos viste. O cuando. No dejes que se lo cuente a mi padre. Pero que sepa… que
la quiero —a estas alturas mis ojos ya se habían llenado de lágrimas que yo
intentaba retener. No porque me avergonzase llorar delante de Ethan, su presencia
me hacía sentir confianza y no me importaba mostrarme débil ante él. Pero no
quería mostrarme débil ante mí misma. Había llegado a engañarme a mí misma diciéndome
que era fuerte, pero era obvio que no lo era.
—Lo
haré, Kat. Ten por seguro que lo haré.
Y,
antes de que pudiese murmurar un “gracias” ya estaba envuelta en los brazos de
mi viejo amigo y las lágrimas habían ganado la batalla. Mientras que me
estrechaba con fuerza me permití dejarlas marchar, intentando expulsar con
ellas parte del dolor. Con los labios cerca de mi oído, Ethan murmuró:
—Se
hace tarde… Debo irme antes de que mi padre se extrañe de mi tardanza.
Me
separé de él y me sequé las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano
que tenía libre, pues Ethan había estrechado la otra entre las suyas.
—Está
bien… —hipé —. Y, Ethan, en el instituto busca a Cassie y Nathan. Son buena
gente… qué digo, son geniales. Ella sabe lo de los ángeles… a ella también puedes
decirle que la echo de menos.
—Está
bien —respondió, dándome un apretón en la mano antes de soltarla y separarse un
poco —. Me alegro de haberte visto de nuevo. Volveré a echarte de menos.
Dejó
caer un suave beso en mi mejilla. Sonreí un poco con la expresión.
—Yo
también volveré a echarte de menos.
Mientras
le veía perderse de nuevo entre los árboles, sentí un pedacito de mi alma
separarse de mí. Y ese pedazo se iba con él, a Codeeral. Porque ya no valía la
pena engañarme diciéndome que había dejado todo eso atrás. Una parte de mí
siempre estaría con mi familia y mis amigos, sin duda, pero cuando Samuel me
abrazó por detrás y me besó en la cabeza, me aseguré de que había hecho lo
correcto.
FIN DE LA PRIMERA
PARTE
Primer comentario!!! Muajajajajaja,vale ahora enserio,comentario de verdad:
ResponderEliminarAaaaiiiiiiii Dios mio!!!!! Genial!!! Pero creo que la forma de aparecer asi de repente de Ethan es un poco rara no? Podria haber aparecido antes o en otro momento,para mi gusto,aunque no esta mal asi, un personaje mas jajaja. Y lo de fin de la primera parte como que sobrara no? jajajajaa porque ya habias dicho que era el ultimo capitulo,a mi me mató verlo porque es en plan: FIN DE LA PRIMERA PARTE chun chun chun,en plan misterio jajajja. Bueno...pues nada...chaito jajajjajja
Dos palabras: gu-au.
ResponderEliminarEn serio, este capítulo es increíble. Creo que es el que más me ha gustado de todos.
Ya espero impaciente la segunda parte, no puedo esperar y creo que tengo un problema: me he vuelto adicta a esta historia :S
No tardes mucho en subir el siguiente capítulo :D
Un beso ;)
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarUn final muy épico! Espero que la segunda parte sea tan buena como esta!
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