martes, 13 de mayo de 2014

Epílogo

Último mensaje a casa
R
ayaba el alba. Todavía no alcanzaba a verse el sol, pero el manto de oscuridad que reposaba sobre el bosque en aquella noche sin estrellas empezaba a difuminarse y ante mis ojos aparecían las difusas siluetas de los árboles. En aquel momento todo era gris, más oscuro en los troncos, más claro en las hojas, pero gris al fin y al cabo, como si viviese en una película en blanco y negro. Agucé el oído, intentando percibir cualquier cosa que escapase a mi poco efectiva vista, pero el silencio se convirtió en el sinónimo del gris.
Convencida de que tenía a la soledad como único acompañante, me senté en el suelo a esperar el retorno de mi compañero. Aunque solo llevábamos una semana de viaje, ya me había acostumbrado a sus desapariciones nocturnas y ya no me asustaba despertar y verme sola, pues sabía que él se estaba ocupando de “asuntos en los que era mejor no inmiscuirme” y que volvería de un momento a otro.
El sol fue asomando vergonzosamente tras las copas de los árboles lejanos y los colores se mostraron ante mí, muy pálidos, creándome la extraña sensación de tener la vista cansada. Y, entre los árboles, me llegó el suave crujido de las hojas rompiendo bajo los pies de una persona. Me puse en pie y desplegué las alas, convencida de que Samuel sería la única persona que podría estar en una zona del bosque tan alejada de cualquier cosa y, después de mi larga espera, estaba ansiosa por continuar el viaje.
Supe que algo iba mal al sentir aquel escalofrío. Me puse en tensión.
Pero era demasiado tarde.
Una figura se lanzó hacia mí como una flecha y yo retrocedí al intentar evitarla. Trastabillé y caí, haciendo desaparecer mis alas para no dañarlas en la caída. Nunca me había considerado especialmente fuerte, pero era ágil y rápida, así que tenía la esperanza de poder esquivar los golpes de mi atacante el tiempo suficiente. Pero antes de que pudiese llegar a sentarme con la espalda recta, él había embestido nuevamente en mi dirección y algo me golpeó la nariz. Caí tendida en el suelo, gruñendo de dolor, ¿con que me había golpeado? ¿Con la rodilla? ¿Con el pie? Un sabor metálico llegó a mi boca y supuse que sería la sangre que goteaba desde mi nariz. Mi vista estaba nublada, como mi mente, y no pude hacer nada para evitar que aquella figura de alas blancas me inmovilizase en el suelo, colocándose sobre mí. Me retorcí inútilmente y farfullé cosas que no sonaban a palabras y que nunca conseguirían convencer a mi adversario para que me soltase, mientras que él gruñía sobre mí, por el esfuerzo de mantenerme apresada. Mi vista, ahora más clara, alcanzó a ver como el hombre (era lo único que había conseguido distinguir de él, que era un hombre) levantaba un brazo por encima de su cabeza, mientras que con el otro sujetaba mis manos. Y, en su brazo elevado, un juramento de muerte: un enorme cuchillo.
El miedo que sentía en ese momento, sabiendo que no podría evitar el impacto del arma, me inundaba de manera indescriptible y recordé una frase que Samuel me había dicho poco más de una semana antes: Es asquerosamente irónico que para apreciar las cosas que realmente valen la pena en esta vida tenga que estar a las puertas de la muerte.
Era cierto. Solo en ese momento era capaz de valorar verdaderamente todo lo que amaba, todo lo que me había dado la vida y todo lo que estaba a punto de serme arrebatado de las manos sin que yo pudiese hacer nada.
Un repentino ataque de rabia me inundó ante esa impotencia y decidí que, si iba a morir, lo haría mirando a los ojos de mi asesino y no ocultando la cara. Así que aunque mi sentido común solo quería cerrar los ojos con fuerza y desear que todo acabase rápido, clavé mi mirada en el muchacho (entonces vi que no sería mucho mayor que yo) que estaba sobre mí, con sus enormes alas blancas tapando la luz del sol que ya estaba más alto sobre nosotros.
Tenía la cara alargada y de rasgos delicados, con nariz fina que resaltaba aún más la suavidad de su rostro. Su boca, de labios delgados, estaba apretada en muestra de tensión. El liso pelo azabache caía desordenado a causa de la pelea sobre una frente de piel morena y sus cejas se fruncían sobre unos ojos grandes igual de oscuros, que, aunque supuse que deberían transmitirme miedo e ira, no lo hacían. Sentí un escalofrío ante la extraña sensación de haberlo visto antes que me inspiraba su mirada y me preparé para recibir el golpe.
Su brazo no descendió y la presión que él ejercía sobre mí disminuyó. Sus ojos, que estaban clavados en los míos, se abrieron aún más y esa mirada, que parecía toda pupila, mostró una emoción que no llegué a distinguir. Sus labios se entreabrieron y temblaron un segundo antes de decir:
—¿Kat?
Abrí la boca en un extraño arrebato de convencimiento, pero antes de que pudiese articular una palabra, una nueva flecha alada, esta vez negra, arremetió contra el muchacho, quien dejó caer el cuchillo e hizo desaparecer sus alas para caer de espaldas sobre el suelo, con Samuel sobre él. Forcejearon, intentando golpearse al contrincante antes de recibir su golpe. Me incorporé en la hierba, confundida. Todo había pasado muy rápido. Un grito de dolor proveniente de uno de los chicos me trajo de vuelta a la realidad; Samuel había golpeado en la nariz al otro chico.
—¡Samuel, para! —o bien o me escuchó, o bien optó por ignorarme. Así que cogí aire y grité con fuerza —: ¡Samuel, detente, es amigo mío!
Samuel se quedó congelado y giró lentamente la cabeza para mirarme, claramente confuso. El otro chico aprovechó el momento para apartarlo de encima de él y escurrirse de su agarre. Ambos se pusieron en pie, mirándose mutuamente con desconfianza.
—¿Amigo tuyo? —repitió Samuel — ¡Si iba a matarte! —añadió, haciendo un gesto con la mano hacia el cuchillo que descansaba en el suelo. El muchacho moreno miró primero al cuchillo, luego a Samuel y, finalmente, a mí. Le sostuve la mirada y sentí como mi respiración temblaba.
—Ethan… —susurré. Tenía ganas de correr hacia él y abrazarle, pero temía que se asustase, lo que no me extrañaría, teniendo en cuenta todo lo que acababa de ocurrir.
—Yo… no sabía que eras tú. No quería hacerte daño —me dijo, mirando al suelo. No era difícil ver que se encontraba incómodo y no podía culparle. Sin embargo, el hecho de verle así, frotándose los brazos simplemente porque no sabía qué hacer con las manos, me hizo avanzar hasta su lado y, lentamente, para demostrarle que no era peligrosa, lo abracé. Vaciló un segundo antes de corresponder mi abrazo con fuerza. Aspiré su aroma con fuerza y, aunque había cambiado, todavía me pareció diferenciar el olor que yo identificaba con el sol y mi, por llamarla de algún modo, primera vida.
—Ethan… —repetí, incapaz de decir ninguna otra cosa. Estaba empezando a sentir un nudo en la garganta.
Se separó ligeramente de mí, pero todavía me agarraba por los brazos. Me escrutó con cuidado y masculló:
—¿Qué te ha pasado, Kat? No me lo puedo creer. Yo te conozco, Kat, sé que no podrías odiar tanto como para… —su voz se apagó poco a poco y en sus ojos vi reflejado algo similar al dolor.
 Abrí la boca para responder, pero la cerré con rapidez, sin saber qué decir.
—Y no lo es.
Ethan se giró para mirar a Samuel, quien había hablado.
—¿Quién eres tú? —preguntó el moreno con desconfianza mirando a las enormes alas negras que Samuel todavía lucía. Parecía que el simple hecho de la interrupción de Samuel le había impedido reparar en el significado de las palabras. El rubio sonrió ligeramente, como para intentar demostrar que era inofensivo.
—Samuel, el novio de Kat y culpable de… todo.
Ethan abrió mucho los ojos y levantó las cejas, sorprendido por la respuesta. A pesar de la situación, no pude evitar sonreír ligeramente al volver a ver esas expresiones que tan familiares me resultaban. Sin embargo, no tardó en endurecer su expresión, como si por fin hubiese reparado en las palabras de mi novio, y, mirando a Samuel fríamente a los ojos, preguntó con voz de hielo:
—¿Por qué lo hiciste?
Fue como si la frialdad de esas palabras congelase la sonrisa de Samuel. Su mirada verde me consultó un segundo antes de volver a clavarse en Ethan. Aunque su boca no articuló ningún sonido, mantuvo fríamente la mirada del otro joven, como si fuese un duelo. Esta vez me obligué a responder, rompiendo la tensión que empezaba a palparse en el aire y a manifestarse en el cuerpo tenso de los dos ángeles:
—Porque yo se lo pedí.
Ambas miradas se clavaron entonces en mí. Escogí sostener la de Ethan porque al fin y al cabo era con él con quien estaba hablando y pude apreciar la confusión en sus ojos negros. Me mordí el interior de la mejilla, preguntándome hasta que punto era bueno que Ethan supiese todo aquello. Hacía unos cinco años que no le veía, pero cuando vivía en Natonville él había sido mi mejor amigo y mi compañero de confidencias, y yo todavía podía sentir parte de esa complicidad cuando le miraba. Con un suspiro, añadí:
—Será mejor que te lo cuente desde el principio.
Samuel se retiró un poco y nosotros nos sentamos en el suelo, uno enfrente del otro. Tras unos minutos hablando, por fin acabé de relatarle todo lo ocurrido en los últimos meses. Su expresión de concentración dejó pasó a la sorpresa.
—Si te soy sincero, Kat, no sé qué decir —susurró, mirándome a los ojos.
—No tienes que decir nada… —me apresuré a apuntar. Sin embargo, él ya había encontrado las palabras.
—¿Crees que después de haberte convertido en ángel negro —me pareció que le costaba pronunciar el término —sigues teniendo esa cosa que buscan de ti?
No respondí al momento, porque estaba evaluando la pregunta. No me había parado a contemplar esa posibilidad, así que no tenía una respuesta para ella.
—No tengo ni idea —respondí con sinceridad —, pero sea cual sea la respuesta, no hay nada que pueda hacer sin saber qué es esa cosa. Así que prefiero no pensar en ello. ¡Pero ya está bien de hablar de mí! —exclamé en un intento de desviar la conversación —¿Qué hay de ti? ¿Qué haces aquí?
Aunque Samuel y yo más que viajar a algún sitio, deambulábamos sin rumbo, solíamos consultar mapas y no recordaba haber visto el pueblo costero en el que vivía de pequeña en ningún mapa. Es más, creía que estábamos en el interior todavía.
—Estoy de camino a mi nueva casa; mi familia y yo nos mudamos.
— ¿Sí? ¿Por qué?
—Mi abuela ha muerto… No tienes que fingir que lo sientes, no le tenía especial cariño, apenas la conocía. Como mi madre era la única hija a la que no odiaba, nos lo dejó todo en herencia y mi padre aprovechó la ocasión para marcharse de allí. Al igual que a tu padre, no le convencía Natonville para entrenarnos a Lena y a mí, aunque, claro, ella todavía no entrena…
—¿Lena? —le corté, confundida.
Él me miró un segundo y parpadeó, tan confundido como yo. Luego, exclamó:
—¡Ah, claro! Tú todavía no lo sabes… He tenido una hermana —sonrió y pude apreciar un deje de orgullo en sus palabras.
—¡Eso es genial! —respondí sonriendo mucho —¿Y a dónde os vais a vivir?
—A un pueblo pequeño… —contestó —. Codeeral, se llama.
Me quedé de piedra. Durante un segundo mi cerebro y mi corazón se detuvieron para luego ponerse a funcionar con un frenetismo fuera de lo común. Una marea de sentimientos confusos me llenaron por dentro. Desde mi marcha, no había dedicado mucho tiempo a pensar en todo lo que había dejado atrás, pero en ese momento todo cayó sobre mí con el precio de una enorme roca.
—¿Kat? ¿Te pasa algo?
—Codeeral… Es dónde vivía yo —dije simplemente, incapaz de hablar más por culpa del nudo que se había formado en mi garganta. «Vivía, no vivo. Vivía, no vivo» resonaba en mi cabeza.
Ethan tampoco parecía saber qué decir. Me miró en silencio, con sus grandes y expresivos ojos negros dándome el apoyo que no podía darme con palabras.
—¿Me…? —la voz se me quebró y tosí — ¿Me podrías hacer un favor?
—Claro —dijo sin dudar.
Yo, por mi parte, sí dude. No me veía del todo capaz de formular mi petición sin que la voz se me rompiese.
—No puedes contarle a nadie que nos has visto aquí. Pero cuando veas a… a mi madre, dile que me hubiese…. Que me hubiese gustado poder despedirme de ella. Y que… fue una de las pocas cosas que me hizo pensar en quedarme. No le digas donde nos viste. O cuando. No dejes que se lo cuente a mi padre. Pero que sepa… que la quiero —a estas alturas mis ojos ya se habían llenado de lágrimas que yo intentaba retener. No porque me avergonzase llorar delante de Ethan, su presencia me hacía sentir confianza y no me importaba mostrarme débil ante él. Pero no quería mostrarme débil ante mí misma. Había llegado a engañarme a mí misma diciéndome que era fuerte, pero era obvio que no lo era.
—Lo haré, Kat. Ten por seguro que lo haré.
Y, antes de que pudiese murmurar un “gracias” ya estaba envuelta en los brazos de mi viejo amigo y las lágrimas habían ganado la batalla. Mientras que me estrechaba con fuerza me permití dejarlas marchar, intentando expulsar con ellas parte del dolor. Con los labios cerca de mi oído, Ethan murmuró:
—Se hace tarde… Debo irme antes de que mi padre se extrañe de mi tardanza.
Me separé de él y me sequé las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano que tenía libre, pues Ethan había estrechado la otra entre las suyas.
—Está bien… —hipé —. Y, Ethan, en el instituto busca a Cassie y Nathan. Son buena gente… qué digo, son geniales. Ella sabe lo de los ángeles… a ella también puedes decirle que la echo de menos.
—Está bien —respondió, dándome un apretón en la mano antes de soltarla y separarse un poco —. Me alegro de haberte visto de nuevo. Volveré a echarte de menos.
Dejó caer un suave beso en mi mejilla. Sonreí un poco con la expresión.
—Yo también volveré a echarte de menos.
Mientras le veía perderse de nuevo entre los árboles, sentí un pedacito de mi alma separarse de mí. Y ese pedazo se iba con él, a Codeeral. Porque ya no valía la pena engañarme diciéndome que había dejado todo eso atrás. Una parte de mí siempre estaría con mi familia y mis amigos, sin duda, pero cuando Samuel me abrazó por detrás y me besó en la cabeza, me aseguré de que había hecho lo correcto.




FIN DE LA PRIMERA PARTE

4 comentarios:

  1. Primer comentario!!! Muajajajajaja,vale ahora enserio,comentario de verdad:
    Aaaaiiiiiiii Dios mio!!!!! Genial!!! Pero creo que la forma de aparecer asi de repente de Ethan es un poco rara no? Podria haber aparecido antes o en otro momento,para mi gusto,aunque no esta mal asi, un personaje mas jajaja. Y lo de fin de la primera parte como que sobrara no? jajajajaa porque ya habias dicho que era el ultimo capitulo,a mi me mató verlo porque es en plan: FIN DE LA PRIMERA PARTE chun chun chun,en plan misterio jajajja. Bueno...pues nada...chaito jajajjajja

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  2. Dos palabras: gu-au.
    En serio, este capítulo es increíble. Creo que es el que más me ha gustado de todos.
    Ya espero impaciente la segunda parte, no puedo esperar y creo que tengo un problema: me he vuelto adicta a esta historia :S
    No tardes mucho en subir el siguiente capítulo :D
    Un beso ;)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Un final muy épico! Espero que la segunda parte sea tan buena como esta!

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