Desconfianza
A
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nte el sonido de mi
voz, el individuo se incorporó con un respingo y se volvió para mirarme. En sus
pequeños ojos se reflejó el pánico de verse descubierto y aprecié como su labio
inferior temblaba ligeramente bajo el bigote mientras farfullaba cosas ininteligibles.
Dentro
de mí, una marea de emociones luchaba por emerger: confusión, enfado, temor,
curiosidad… Mis ojos se convirtieron en rendijas cuando mi mirada se posó en el
señor Smith antes de preguntar:
—¿Qué
hace usted aquí?
Los
carrillos del hombre se pusieron colorados y daba la sensación de que hubiese
preferido saltar por la ventana (aunque dudaba que su robusto cuerpo se lo
permitiese) a mantener aquella conversación conmigo.
—Yo…
Estaba… Gretel me pidió que subiese a buscar esta bandeja —se apresuró a decir
con su voz ronca al reparar en la bandeja que todavía descansaba sobre la mesa.
Con gestos torpes, la cogió y se encaminó hacia la salida.
—¿Y
la buscaba en un cajón, señor Smith? —le recriminé, cruzándome de brazos mientras
obstruía la salida. Él frenó ante mí y me miró a los ojos desde arriba, pues
era bastante más alto que yo. Su rostro conformó una mueca que pretendía ser
intimidante, pero yo no vacilé lo más mínimo. Me había encontrado en
situaciones mucho peores y no iba a ceder en aquella ocasión. Con la voz teñida
de un ligero deje de arrogancia, añadí —: ¿Estaba robando, acaso?
—No
te atrevas a insinuar eso, niña —respondió, arrugando más el ceño.
—Dígame
que hacía, entonces.
El
señor Smith soltó un sonoro gruñido y se acercó más a mí. Agachó su cabeza para
poder mirarme de frente a los ojos y, cuando nuestras caras estaban ya muy
cerca, murmuró:
—Yo
no tengo que darte explicaciones. Así que si quieres seguir hospedada aquí para
no tener que dormir bajo un puente, yo de ti callaría esa bocaza.
—No
me fío de usted —mascullé, apretando los dientes.
—Ni
yo de ti —replicó. Y, apartándome con un golpe que hizo que parte del chocolate
de la taza que Gretel había traído para Samuel (todavía llena) se derramase por
la bandeja, salió de la habitación.
Me
vi tentada a seguirlo, pero supe que no valdría la pena. Además, temía que lo
de echarnos de la pensión fuese algo más que un farol, así que, con
resignación, recogí mis bolsas del pasillo y entré en la habitación, cerrando
la puerta tras de mí.
Me
aparté un mechón de pelo (que, tras pasar por la peluquería del pueblo, era de
un castaño mucho más claro que cuando me marché de Cooderal, pues era otro de
esos “pequeños pero significativos cambios”, como a Samuel le gustaba decir,
que había incluido en mi vida) que se había metido en mi cara y me apresuré a revisar
todos los cajones de la habitación, asegurándome de que no había nada que
echase en falta.
No
se había llevado el dinero, ni ninguna de las pocas pertenencias personales que
Samuel y yo teníamos allí. Sin embargo, encontré especialmente revuelta una
pequeña caja en la que Samuel guardaba cosas como hierbas y piedras cuyas
cualidades, en su mayoría desconocidas para mí, él aseguraba que podrían
resultarnos útiles. Yo nunca lo cuestioné ni le pregunté cuáles eran esas
cualidades; me fiaba de él. Sin embargo, en ese momento me embargó la
curiosidad por saber qué podían tener esas piedras y hierbas para interesar al
señor Smith.
Con
un suspiro de resignación, me senté en la cama, esperando. El encuentro con el
hombre me había quitado las ganas de todo y lo único que quería era esperar a
que Samuel llegase para poder contarle lo ocurrido y, juntos, intentar arrojar
algo de luz sobre el por qué de aquella intrusión.
Samuel
llegó a la misma hora de siempre, pero yo tenía la sensación de haberlo
esperado durante muchas horas más. Llamó a la puerta con los nudillos y yo
corrí a abrirle, con la impaciencia a flor de piel.
—Hola
—saludó con una sonrisa cuando le abrí la puerta. Se pasó una mano por el pelo
(que ahora llevaba mucho más corto y peinado hacia arriba), haciendo que las
gotas de lluvia que tenía en el saliesen disparadas en todas las direcciones —.
Me cogió la lluvia por el camino y… ¿a qué viene esa cara, Kat?
—Pasa
—ordené, tirando de su brazo para poder cerrar la puerta tras él —. Tengo que
contarte una cosa.
La
mirada de Samuel mezclaba la confusión y la alarma al principio, la creciente
curiosidad y la preocupación mientras me escuchaba contarle lo ocurrido, y la
ira y la duda al final de mi narración.
—¿Por
qué iba a querer entrar a hurtadillas? —preguntó cuando terminé de hablar.
Paseaba la mirada por la habitación, como esperando encontrarse una explicación
en algún rincón —. ¿Se ha llevado algo?
Negué
con la cabeza.
—Ya
he revisado la habitación. Pero esa caja de ahí estaba abierta y muy revuelta.
—¿Esta?
—dijo, tomando la cajita entre sus manos.
—Ajá.
Samuel
examinó el contenido con atención, contando en voz baja de vez en cuando y
citando los elementos que contenía el recipiente. Mientras tanto, yo le
observaba con interés y, cuando terminó el recuento y me miró, levanté una ceja
de manera inquisitiva.
—Tampoco
se ha llevado nada de aquí.
Ambos
nos observamos unos segundos en silencio.
—¿Qué
crees que buscaba, Samuel? —pregunté finalmente.
Él
frunció el ceño y caviló unos segundos antes de contestar:
—No
lo sé… ¡Diablos, no lo sé! —sacudió la cabeza —. No tenemos nada de interés y
aunque lo tuviésemos el señor Smith no lo sabría. Y, por otro lado, no entiendo
que le pudo llamar la atención de esta caja… es decir, a él, siendo un humano
como es.
—¿Qué
utilidades tienen las cosas que guardas ahí?
—Poca
cosa. Tienen efectos suaves sobre los ángeles, pero nada excepcional. Ya sabes:
dolores de cabeza, confusión, sueño…
Asentí,
cerrando los ojos y dejando a mi mente divagar.
Sabía
que el señor Smith no nos tenía especial simpatía a Samuel y a mí, pero también
estaba convencida de que esa no era la razón por la que había entrado en la
habitación. Además, había revuelto toda la habitación, como si no tuviese nada
claro por dónde buscar… o qué buscar.
—¿Y
si no buscaba nada en concreto? ¿Y si solo quería una excusa para echarnos?
—propuse, no muy convencida.
—Tal
vez… tal vez —repitió —. En ese caso tendremos que cuidarnos de no darle
ninguna —resolvió, sonriendo.
Arrugué
la nariz. ¿Por qué sonreía? Yo sentía como las entrañas se me revolvían de
desconfianza y preocupación. Y, sin embargo, ahí estaba él, sonriendo. Como si
me hubiese leído la mente, añadió:
—Ahora
no vale la pena obsesionares con el tema, Kat. Además, es Nochebuena; sonríe un
poco.
Samuel
tomó asiento en la cama, a mi lado. Yo no pude contener una media sonrisa,
mientras me estiraba sobre la cama para alcanzar la bolsa con la que había
regresado a casa.
—Es
cierto. Nochebuena… Feliz Navidad, Samuel —y, sonriendo con amplitud, le tendí
la bolsa.
Samuel
arrugó el ceño, pero no se me pasó por alto el destello de sus ojos.
—No
tenías que haberte molestado, Kat —me reprochó, mientras cogía el paquete del
interior de la bolsa.
—No
es una molestia. Además, no es gran cosa.
Él
me miró y me sonrió. Le devolví la sonrisa casi sin querer, pero no pude evitar
hacer una mueca al ver que no desenvolvía el regalo y se levantaba. Bajo mi
interrogante mirada, salió de la habitación y cogió una bolsa del rellano.
—Feliz
Navidad.
Agarré
la bolsa, saqué el paquete del interior y Samuel y yo comenzamos a desenvolver
nuestros regalos a un tiempo.
Por
primera vez en mucho tiempo, me sentía bien. Aparté de mi mente la preocupación
que me había atenazado por la tarde y solo me centré en el momento. En el hecho
de que era Navidad y estaba con el chico al que quería, intercambiándonos
regalos como cualquier pareja normal
habría hecho.
Aun
sabiendo que un piso por debajo de nosotros, vivía un hombre que confiaba en
nosotros tan poco como nosotros en él.
:D Tanto tiempo esperandolo. Cada vez me gusta mas. Que buscaria el Sr Smith en aquella caja...mmm...
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarNo te tomes esto como spam, te he nominado a unos premios. El premio... bueno es sólo una mención en mi blog... consiste en nominar a 11 blogs que están empezando para ayudarnos mutuamente a avanzar respecto a este proyecto.
Aquí esta la entrada: http://escribiendodestinos.blogspot.com.es/2014/08/premio-bloggero-escribiendo-destinos.html
¡Hola! Esto no es spam ni nada parecido. Te he nominado al premio 'One Lovely Blog Award', esto es para avisarte y leas la entrada si quieres. ¡Un abrazo! (:
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