Acorralada
P
|
or un momento me dejé
arrastrar por el pánico y me quedé quieta, sin saber qué hacer. Notaba como me
sudaban las palmas de las manos y como el latido de mi corazón se aceleraba
involuntariamente y me obligué a calmarme y pensar con claridad.
«No tienen por qué ser ellos.
Cualquiera puede haber llamado al timbre». Me repetía una y otra vez. Pero, por
otro lado, también sabía que la opción contraria estaba ahí: Podrían haber sido
ellos, mi padre y mi hermano, quienes acababan de llamar al timbre.
Fuera
como fuese, debía salir de allí lo antes posible. Miré la carpeta con rabia; no
me daría tiempo a examinar su contenido antes de marcharme. Con un gruñido de
resignación la dejé de nuevo en su sitio y eché a correr escaleras arriba. Mis
pies descalzos (me había dejado los zapatos en mi cuarto para hacer menos
ruido) provocaban golpes sordos al tocar los escalones de madera y cuando
llegué al último peldaño ya podía oír una conversación a lo lejos.
—…libros?
—preguntaba una primera voz. Isaac.
—Es
un caso excepcional, sin duda —respondió la segunda, la de papá —. Debió de ser
una magia fuerte.
Sus
pisadas se escuchaban cada vez con más claridad y no me cupo duda de que venían
hacía el sótano. Abrí la puerta que daba al interior del armario y me metí
entre las chaquetas que colgaban de las perchas. Cerré la puerta tras de mí lo
más rápido posible, pero evitando hacer ruido.
Tap,
tap, tap, tap. Oí las pisadas con gran nitidez y, de repente, se detuvieron.
Habían llegado al armario, así que yo ya no podía salir al pasillo. El guardarropa
en el que me encontraba era largo y la puerta por la que acababa de salir solo
ocupaba la mitad derecha, así que me escurrí hasta la parte izquierda y me tapé
lo mejor que pude con los abrigos. Di gracias por conocerme bien el ropero, porque
de lo contrario habría tropezado en la oscuridad, armando un gran estruendo. La
puerta de corredera del armario se abrió por el lado contrario al que yo me
encontraba y un halo de luz ilumino el cubículo. Contuve la respiración y
apreté los puños mientras que Isaac y papá atravesaban el armario, apartando
las chaquetas para descubrir la puerta del sótano. Justo cuando creía que me
iba a ahogar, la puerta se cerró tras ellos.
De
nuevo a oscuras, dejé escapar el aire y afiné el oído. Cuando dejé de escuchar
sus pasos bajando las escaleras, me atreví a salir al pasillo. Pero no fue
hasta llegar a mi habitación y dejarme caer encima de la cama cuando solté un
grande y ruidoso suspiro de alivio.
No sé
cuánto tiempo estuve así, tumbada de lado en mi cama, lamentándome por la
misión fallida. ¿Cuándo volvería a tener oportunidad de entrar al sótano? Y,
después de la tensión que acababa de experimentar, ¿de verdad quería volver? Me
mordí el interior de la mejilla con rabia. Si al menos supiese qué debía buscar…
El
sonido de mi teléfono me trajo de nuevo a la realidad. Respondí a la llamada
tras comprobar que era de Cassie.
—Hola.
—Hola,
Kat. ¿Podemos quedar? —preguntó, al otro lado de la línea. Me pareció
distinguir un ápice de preocupación en su voz.
—Claro…
¿Estás bien, Cassie? Te noto rara —respondí.
Escuché
su suspiro.
—No
mucho. Es que… bueno, mis padres han discutido y no aguantaba en casa. Así que
cogí a Travis y me fui.
—Creía
que tu padre no estaba en tu casa ahora —dije, recordando algo que ella me había
comentado no hacía mucho.
—Y no
lo está. Pero hoy es el cumpleaños de Travis. Y vino para que “no sintiese que
su familia está rota” —esto último lo dijo con tono grave, imitando el tono de
su padre. Soltó una amarga e irónica carcajada —. Deben de pensar que es tonto
y que no ve las cosas. Los que no las ven son ellos. ¿De verdad no se dan
cuenta de que le han fastidiado el cumpleaños? —gruñó —. El caso es que me
harté y le dije a Travis que no se preocupara, que le llevaría al cine. Y
acabamos de llegar, pero la película no empieza hasta dentro de tres cuartos de
hora y, bueno…, me apetece hablarlo. ¿Vendrás?
Sonreí,
de esa forma en la que sonríes cuando pretendes animar a alguien, aunque sabía
que no podía verme.
—Ahora
mismo salgo. Nos vemos.
Antes
de colgar alcancé a oír un «gracias» por el auricular del móvil.
—¡Kat!
—escuché de repente. Me giré, buscando a quien me había llamado en medio de la
marea de gente que abarrotaba los cines. No tardé en ver a mi amiga sentada en
unas escaleras, sacudiendo el brazo para llamar mi atención, y a Travis a su
lado.
—Hola
—saludé. Luego sonreí al niño y añadí —: ¡Feliz cumpleaños, Travis! ¿Cuántos
años cumples?
—Siete
—respondió, levantando la barbilla, como si presumiese de la cifra. Me permití reírme un poco. La risa era algo que
se me antojaba lejano.
—Toma
—le dije, al tiempo que le entregaba la caja alargada de un videojuego.
Recordaba haberlo visto jugar varias veces en mi casa, cuando Cassie tenía que
traerlo con ella y no teníamos otra forma de entretenerle —. No me ha dado
tiempo a envolvértelo, pero es tu regalo.
—Gracias
—sonrió con amplitud y vi que le faltaba uno de los dientes de abajo.
—No
me las des, de todas formas, yo ya no jugaba con él.
—Eh
—dijo entonces Cassie, para llamar nuestra atención —, la película empieza en
unos minutos. Vamos.
Una
vez llegamos a la sala, nos sentamos, con Cassie en el medio. Al empezar la
película, comenzamos a hablar en susurros.
—Siento
que hayas tenido que gastar el dinero para ver esto —murmuró, con una sonrisa
de agradecimiento, mientras señalaba la pantalla con la cabeza.
—No
te preocupes —dije, sonriendo a mi vez —. Y dime, ¿cómo estás?
—Podría
estar mejor —admitió con un suspiro. Lanzó una mirada fugaz a su hermano, para
asegurarse de que estaba absorto en la película —. Es que parece que no ven que
le han fastidiado el cumpleaños, Kat. Mi padre vino porque no quería que se
diese cuenta de que las cosas iban mal y lo único que han hecho todo el día ha
sido gritar. Creen que Travis no se da cuenta, ¡creen que yo no me doy cuenta!
Siempre que intento sacarle el tema a mi madre me dice que no es nada, que lo
arreglaran, y que nosotros no debemos meternos en medio. ¡Ya estamos en medio!
—Lo
siento, Cassie —mascullé. No sabía muy bien qué debía decirle, así que la
abracé con fuerza.
—De
todas formas, yo no puedo hacer nada. Dejemos el tema, ¿vale? ¿Cómo estás tú?
Mis problemas comparados con los tuyos no son nada —dijo, forzando una sonrisa
que restase importancia a su situación.
—No
digas eso, ya tienes más problemas de los que deberías. El hecho de que yo sea
un imán de la mala suerte, es otro tema —bromée. Mi amiga esbozó una sonrisa,
pero mantuvo su mirada fija en mí, esperando a que le hablase de mi
interminable lista de complicaciones. Bufé —. Nada nuevo, Cassie. He intentado
indagar un poco en lo de los ángeles negros, pero casi me pillan en el sótano,
así que no tengo nada.
—Deberías
dejarme ayudarte.
—No
—corté. Tal vez mi tono fue demasiado brusco, porque levantó las manos en señal
de rendición y dijo:
—Vale,
vale… ¿Sigues sin saber nada de Samuel? ¿O del hombre de la capa?
—Absolutamente
nada —respondí.
Ella
pareció dudar un instante antes de preguntar:
—¿Y
cómo llevas lo de Samuel?
Callé.
Tenía la esperanza de que no me preguntase por eso, aunque era obvio que lo
haría antes o después. Intenté aclarar mis ideas para poder responderle.
—Todo
es demasiado… irreal. Como si de un momento a otro fuera a despertarme y a
descubrir que todo ha sido un mal sueño. Debería odiarlo y temerlo, y una parte
de mí lo hace, pero normalmente cuando pienso en él me siento tonta y
traicionada. Dejé que me engañara y confié en él tan fácilmente… En cierto
aspecto, lo admiro: la paciencia que tuvo, lo bien que ató los cabos, la
inteligencia de su plan. Me siento estúpida.
—No
deberías —me consoló —. Nadie se lo esperaba. Lo siento, Kat, sé lo duro que
debe de ser para ti —calló, con la mirada perdida, absorta en sus pensamientos. Tardó unos segundos
en percibir mi mirada interrogante clavada en ella, pero cuando lo hizo, se
apresuró a explicar —: Estaba pensando… ¿Qué crees que habría hecho si tú no lo
hubieses descubierto?
—No
lo sé, Cassie. Sinceramente, prefiero ni pensar en ello.
Todavía
no eran las ocho cuando salimos del cine, pero comenzaba a cerrarse la noche.
Caminábamos los tres por una calle bien iluminada y bastante concurrida cuando
mi mirada se posó en una figura concreta de la muchedumbre. No vestía sus ropas
habituales, sino que estaba ataviado con vaqueros y un jersey oscuro, que le
hacían pasar desapercibido entre el gentío. Aún así le reconocí. Antes incluso
de darme cuenta de que era él, sentí como la boca del estómago se me cerraba.
Aunque en aquel momento no me miraba, supe que el hecho de que se encontrase en
aquella calle no era una simple broma pesada del azar.
—Cassie
—mascullé. Sentía que las palabras se me atascaban en la garganta y me obligué
a hablar más despacio, como si masticase cada sílaba antes de escupirla —. Quiero
que me escuches con atención y que disimules. Finge que no te estoy diciendo
nada serio, ¿entendido?
—ella asintió e incluso forzó una sonrisa increíblemente realista, aunque no le
alcanzó los ojos , que brillaban de preocupación —. El hombre de la capa. Está
ahí.
El
rostro de mi amiga se tornó más blanco que una hoja de papel y la sonrisa se
escapó de sus labios, pero se controló para no parecer asustada o sorprendida.
Estaba, simplemente, seria.
—¿Qué
hacemos? —preguntó, con un tono increíblemente frío.
—Vete
—vi que iba a replicar, pero una mirada significativa a Travis, que estaba
absorto en no pisar las grietas del suelo, hizo que cambiase de opinión y
asintiese en silencio .
Se
agachó junto a su hermano y le dijo:
—Eh,
Trav. ¿Sabes
llegar al parque desde aquí? Te echo una carrera. A la de tres. Uno... —echó un
vistazo disimulado a su alrededor —dos... —clavó su mirada pesada en mí y movió
los labios para vocalizar "pediré ayuda" — ¡tres! —y se fue.
Respiré
profundamente y me obligué a mantener la mente fría. Cassie se había ido, pero
buscaría a alguien que pudiese ayudarme. Solo tenía que aguantar el tiempo
suficiente.
Entonces,
una voz resonó a mis espaldas.
—Buena
elección. Tenía ganas de poder hablar contigo a solas
Tragué
saliva. Él me había encontrado y, en esta ocasión, no tenía esperanzas de
escapar por mi cuenta. Estaba acorralada.
Me encanta!!!!!
ResponderEliminarEspero el sigiente!!!!
D: Ay dios... ¡que lleguen Isaac y el padre! O Samuel... ._.
ResponderEliminarPobre Kat! Encima que no le da tiempo a encontrar información ahora se encuentra con el hombre de la capa...
ResponderEliminarSigue pronto!!
Muchos besos :)
:O
ResponderEliminarAyssss ahora quiero leerme el otro pero ya!!!!
Feliz año nuevo y siento no haber comentado en las anteriores entradas
Muakis :)
Que pena que no haya podido averiguar nada... Pobre Cassie y pobre Travis, por lo menos han podido escapar, pero a ver lo que pasa ahora con este señor, espero que no le haga daño..
ResponderEliminar(me iba a dormir ya que es de madrugada... pero me da que me voy leer el otro capítulo.. no puedo esperar a mañana)
un besoo